Durante más de medio siglo, Cuba estuvo bajo el mandato de un solo hombre: Fidel Castro. Tras el deterioro de su salud, tomó el mando su hermano. Cual dinastía, el poder pasa de una mano a otra por medio de un vínculo sanguíneo.

Raúl, el sucesor al trono dinástico, prometió este año ceder el poder. Ahora el futuro es incierto. Y esta semana surgió una nueva inquietud, pues falleció el primogénito del dictador más longevo del continente americano que lleva su mismo nombre, Fidel Castro, mejor conocido como “Fidelito”.

Los medios oficiales anuncian que fue un suicidio provocado por una depresión.

Para entender mejor la situación y cómo la viven quienes se exiliaron, contactamos al escritor Armando de Armas, quien sobrevivió el ataque a la Flotilla Democracia, cuando en 1995 exiliados cubanos se dirigieron a Cuba como protesta al régimen de los Castro y fueron brutalmente abaleados, causando un muerto y 45 personas hundidas en alta mar en aguas infestadas de tiburones.

Este hundimiento era parte de la metodología de la época. Apenas un año antes, en 1994, el régimen castrista ordenó hundir a un barco cargado de exiliados que escapaba de Cuba, matando a al menos 41 personas, de los cuales 11 eran menores de edad. Los guardacostas embistieron la nave, destruyéndola, luego utilizaron mangueras de presión para forzar el ahogamiento de los sobrevivientes. Quienes lograron escapar, fueron detenidos, interrogados y torturados.

Fue precisamente en el 94 que Armas se exilió, año en el cual la persecución estaba en un punto álgido. Escapó de la isla para evitar ser encarcelado. Su participación activa en la lucha por los derechos humanos significaba un peligro inminente hacia su integridad física, pues en Cuba, ser opositor es equiparable a ser desestabilizador y, por tanto, un peligro que te tipifica como terrorista doméstico.

Aunque Armas sostiene que “Fidelito” no tenía un poder real, fue vicepresidente de la Academia de Ciencias de Cuba y asesor científico del Consejo de Estado. Es decir, dentro de su profesión como ingeniero físico nuclear mantenía el monopolio educativo y científico dentro del mismo círculo.

En un país donde la opinión pública es controlada, la imagen de Fidelito era de un sujeto tímido. Oficialmente se anuncia que su muerte fue un suicidio, pero extraoficialmente se dice que “lo suicidaron”. En palabras de Armas, “en las tiranías comunistas el rumor es el sustituto de la prensa libre, que ha sido previamente exterminada”. Por ello cobran vigor en la opinión pública y considera “prudente prestar atención a los rumores”.

Entonces sostiene que “si lo suicidaron”, como muchos estiman, “pudiera ser síntoma de una lucha sorda por el poder entre herederos raulistas y fidelistas y al final, Dios lo permita, terminar despedazándose entre ellos mismos”.

Sin embargo, alega que Raúl “seguirá en el trono”, aunque diga que no, y como tal heredará el trono a su Alejandro Castro Espín a quien describe como “feroz y traumatizado”. Con lo cual es irrelevante quién tenga el poder ante el público, seguirá gobernando Raúl.

Pues no cederá al poder. Si los cubanos lo quieren, tendrán que arrebatarlo.

Y en esto Armas ha sido persistente hace décadas. El 31 de agosto de 2007 formó parte de una delegación de líderes del exilio cubano y de legisladores del Congreso de EE. UU., que firmaron el Acuerdo por la Democracia en Cuba, bajo invitación del Gobierno de Polonia en la ciudad Lubin, donde el entonces presidente Lech Kaczynski fue uno de los firmantes.

Dentro de los legisladores norteamericanos que se oponen al régimen Castrista, están nada menos que los familiares del ahora fallecido Fidelito. Pues, luego de Castro, su apellido materno era Díaz-Balart, como varios políticos exiliados cubanos.

Fidelito nació una década antes de la revolución. Armas relata que Castro pidió a la madre Mirta Díaz-Balart que se lo enviara a México con el cuento de que se iba a Cuba en la expedición del Granma para verlo por última vez, pues quizá lo mataran. Pero sobrevivió y una vez en el poder, la madre de Fidelito se exilió con la condición de dejar atrás al niño, quien tuvo un padre que poco o nada cumplió ese rol, ya que la revolución era prioritaria, negando así al niño un padre y una madre.

Con ese cuadro, el diagnóstico de una depresión que le acompañó hasta su muerte, no resulta sorprendente.

Pese a que no tenía poder de decisión alguna en su permanencia en la isla a tan temprana edad, en su adultez tampoco se distanció de los crímenes del régimen; aunque no se le conocen crímenes, su complicidad surge por omisión. Tiene una hermana, por ejemplo, que renegó del padre al punto que se cambió el apellido.

Por ello, en el exilio, para Armas, la muerte de Fidelito se conoce con dos palabras: “¡Uno menos!”

Fuente: Panampost.com