‘Me voy feliz, me voy al cielo’, le dijo a su hijo Juan José en la llamada de despedida.
Juan José Herrera esperó siete años para hablar nuevamente con su padre, Ismael Arciniegas Valencia. El milagro se dio a las 8 de la noche de este lunes y fue para despedirse.
Juan José estaba ansioso, temblaba, porque desde que Ismael, un caleño de 74 años, fue apresado en el país asiático por narcotráfico, solo podía contactarse con él a través de las cartas que el gobierno chino le dejaba enviar, a veces, cada dos meses, cuando contaba con suerte.
La conversación, que duró media hora por teléfono y que se logró gracias a la mediación de la Cancillería colombiana, transcurrió en medio de lágrimas, consciente de que a su padre le quedaba un poco menos de dos horas de vida, porque iba ser ejecutado en una prisión de China.
Durante la llamada, el mayor de los dos hijos de Ismael sintió que su corazón se desgarraba al escuchar que su padre, el primer colombiano en recibir pena de muerte en China por el delito de narcotráfico, trataba de tranquilizarlo.
El mismo Arciniegas Valencia le confesó a su hijo que moriría por los efectos de la inyección letal y que su partida se programó en esa cárcel de Guangzhou, a las 10 de la noche hora colombiana.
Tras esa despedida, Juan José, de 34 años y quien lleva solo el apellido de su madre, solo atinó a decir con la voz temblando su padre le dijo: “Me voy feliz, me voy al Cielo a reunirme con los demás familiares que han fallecido. La vida es una comedia y esta comedia se acabó. Doy gracias a Dios por la familia que me permitió tener. Mucha tranquilidad. Bendiciones, me voy al materile”.
En esa conversación quedó claro que Arciniegas Valencia sería cremado en China y que sus cenizas enviadas a la Cancillería para que se entreguen a su hijo y a los demás familiares.
Arciniegas Valencia estuvo desde el 2010 en prisión por intentar ingresar casi cuatro kilos de droga a cambio de 5.000 dólares. Lo poco que le pudo contar en cartas y que su padre le ratificó en esa corta llamada telefónica fue que permaneció en una pequeña celda, atado a una de las patas de la cama con una cadena de 16 eslabones.
Juan José y los demás familiares del caleño siempre guardaron la esperanza en que la petición de clemencia del Ministerio de Relaciones Exteriores del país le prolongara su vida, pues ya habían perdonado a varios colombianos presos en ese país por el mismo delito.
Cuenta que su padre le contaba en cartas, con ciertas restricciones, cómo vivió en estos siete años en esa prisión y a la que llegó con una afección pulmonar.
“Mi padre se estaba muriendo. Tenía neumonía grado 2 y fueron los chinos que lo atendieron para salvarlo y ahora, ellos toman la decisión de su muerte”, dijo Juan José. “Mi familia y yo no queremos que la gente lo vea como a un hombre que merecía la muerte. Él no había lastimado a nadie. Él solo se dejó seducir. Pero el flagelo del narcotráfico destruyó a mi familia. Por eso quiero cambiar esa historia, por eso me volqué en el arte y en los tatuajes a los que estoy dedicado hace 16 años”.
Juan José vive en Cali y cuenta que la historia de su familia es de ausencias, tristeza y de dramas.
Dijo que cuando tenía 2 años, su madre, María del Socorro Herrera falleció por causa de una sobredosis de droga y uno de sus dos tíos, Luis Germán Arciniegas y quien también fue apresado en China por el mismo delito de narcotráfico de su padre, murió en el 2013 por un derrame cerebral. A él, a diferencia del señor Ismael, no lo condenaron a muerte porque fue acusado de haber ingresado menos cantidad de droga.
Mientras Ismael fue detenido en el 2010, Luis Germán, el segundo de tres hermanos, fue apresado en el 2011.
El segundo hijo de Ismael, Daniel, fue asesinado en Cali hace unos cinco años. Juan José no quiso profundizar en cómo fue la muerte violenta de su hermano. “Mi hermano se llamaba Daniel Enrique Murcia. Ese apellido fue por la familia que lo crió después de que mi mamá murió. Ambos fuimos a otros hogares”, dice, pero prefiere no profundizar en detalles.
‘Vivió en condiciones infrahumanas’
Juan José repite que su padre no merecía morir ejecutado porque nunca mató a nadie. “En el primer año de estar en la cárcel nunca tuvimos comunicación con él. Tocó buscar mucho, además, para saber dónde estaba. Se tocaron puertas de los consulados para que nos pudieran ayudar a ubicarlo”.
Narró que las cartas de su padre empezaron a llegar al año y medio después de estar en esa cárcel china. “Él no podía contar bien las cosas. No se puede. Pero ha vivido en condiciones infrahumanas. Lo decía como oraciones (plegarias) que solo yo entendía. En esas cartas contaba que se baña cada día de por medio y que estuvo encadenado. Para usar una letrina tenía que pedirle ayuda a su compañero para que se la acercara y para cambiarla. También es colombiano, pero está con cadena perpetua”, narra.
Juan José recuerda que su padre fue repartidor de periódicos y también llegó a ser periodista en Cali. Inclusive, con su hermano Luis Germán Arciniegas hicieron una revista en 1971, con motivo de los Juegos Panamericanos que en ese entonces se celebraron en la capital del Valle del Cauca.
“Mi padre ha sido periodista. Ha sido publicista como lo fue mi tío. Mi padre llegó a escribir un libro”. Ese libro era sobre el narcotráfico y el daño que ocasionó en la historia del país en los años 80, pero Juan José dijo que nunca se publicó. “Mi padre lo llamó ‘Guerra santánica”.
Cuenta que espera que otros colombianos piensen más de una vez en tomar una decisión que les puede causar pérdidas y mucho dolor.
Insistió en que todos sus allegados y él están sufriendo lo indecible.
“No quiero hablar de mi padre, como el detenido. Quiero que se sepa cómo es él. Su vida dedicada a escribir. Siempre le ha gustado el periodismo. Siempre le ha gustado escribir”, dice Juan José, quien aclara que su padre es solo el homónimo del poeta santandereano, pero que entre ellos no existe ningún vínculo.
Sobre cómo por qué una persona que escribió sobre el impacto negativo del tráfico de drogas terminó involucrado en un proceso por el que fue condenado a morir lejos de su patria y por este delito, Juan José solo respondió: “Una persona que escribe sobre este tema tiene contactos, pero como mi familia lo desea, queremos cambiar esa historia”.
EL TIEMPO
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