AUTOR:  PEDRO GARCÍA OTERO

El miércoles en la noche, el presidente de la Asamblea Nacional venezolana, Julio Borges, publicó en su cuenta de Twitter un comunicado del Parlamento (el único y legítimo parlamento del país, valga la aclaratoria) en el que se condena el ilegal allanamiento, por parte de la no menos ilegítima Asamblea Nacional “Constituyente”, electa de manera fraudulenta, a la inmunidad del diputado Germán Ferrer, esposo de la fiscal general legítima Luisa Ortega Díaz.

Esa inmunidad le fue allanada por Tarek William Saab, usurpador del cargo de fiscal general por decisión de la ilegítima ANC, y por un Tribunal Supremo de Justicia en el cual al menos 13 de sus miembros principales también han sido electos mediante un proceso irregular, lo que hace, igualmente, írritas sus decisiones, constitutivas desde diciembre de 2015 hasta la fecha de un golpe de Estado continuado.

Esos son los hechos. Lo que me interesa comentar no es tanto lo que sucedió como las respuestas, o buena parte de las respuestas, a un tuit que debió ser leído con la mayor atención, porque, entre otras cosas, denuncia que el caso será presentado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y a la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Derechos Humanos:

“Ojalá los metan presos a todos por imbéciles, por convalidar a un CNE fraudulento, sigan por donde van que los veo pero bien bien mal”.

“¿Alertas a la comunidad internacional? Coooño pero si USA esta ofreciendo apoyo y te cagas… Todo te produce cagueta”.

“Epaa @JulioBorges y la solución para salir de este régimen NO es la electoral ?? Tranquilo Con las elecciones de gobernadores resuelves eso”.

“Jodete CDTM Ojalá y los metan presos a todos por TRAIDORES”.

Estos son solo cuatro tuits, seleccionados de entre más de 937 respuestas. Pongo la reproducción y no el tuit por un elemental sentido de no ayudar a divulgar aquello que me parece atroz. Por cierto, para quienes no vivan en Venezuela, CDTM significa “coño de tu madre”, uno de los peores insultos del país.

Uno podría pensar que, a su vez, el tuit tiene 2.400 retuits, lo que significa que de cada persona que rechaza el comunicado, hay tres que lo apoyan. Pero en el mundo de las redes sociales, eso no se puede saber con firmeza.

La opción suicida

Venezuela ha entrado hoy en una dinámica muy peligrosa, una dinámica de disolución. Potenciada, por supuesto, por los errores de la dirigencia opositora, que existen y son patentes. Ahora, para mí, hay una gran distancia entre adversar esos errores y desearles cárcel, o muerte, a los autores de esos errores.

Desde que publiqué el artículo que está en el “Lea Más” un poco más arriba en esta nota, todo el mundo conoce mi posición, que además hago pública, cotidianamente, en un programa de radio. Yo estoy con la Mesa de la Unidad Democrática, por varias razones, pero la más sencilla ya la expuse: Con todos sus errores, con todos sus desaciertos, es lo único que hemos logrado contraponer al chavismo en estos 18 años y que no ha podido ser arrasado por la inmensa ansia de poder y absoluta carencia de resortes morales del autoritarismo castrista.

Los venezolanos somos pasionales. Somos, lo decía en ese mismo artículo, bastante infantiles: Y ahora, una parte del grupo de la oposición está peleada con el otro grupo.

No es una pelea trivial: Es un deseo de muerte, como acabamos de ver en los tuits reflejados más arriba. El chavismo, por supuesto, se frota las manos. Con la oposición dividida, podrá reinar el grupúsculo de no más de 300 individuos que tienen a este país como rehén.

Las preguntas

Lo que yo nunca he logrado entender es qué se logra destrozando todo. ¿De verdad piensan estos opositores que despedazando a la Mesa de la Unidad Democrática va a surgir una “nueva oposición”, “purificada”, que “no va a negociar” y que va a lograr salir de una dictadura tan despiadada como ha demostrado ser la de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello?

A esta pregunta “madre” le salen hijitas: ¿De verdad piensan estos opositores que una vez que, por ejemplo, Freddy Guevara (Dios lo libre, yo no le deseo mal, tenía 13 años cuando Hugo Chávez llegó al poder) esté preso, Julio Borges en el exilio y, no sé, Ramos Allup en la clandestinidad, Maduro se va a apiadar de los retoños de oposición que puedan germinar, que los va a cuidar, o por lo menos, les va a permitir asentarse? ¿Alguien puede creer honestamente que logrado el objetivo de destrozar a la actual oposición, otra va a poder crecer sin ser aplastada desde sus raíces, abriendo el paso a una dictadura como la cubana, sin fecha de vencimiento ni unos enemigos más que germinales, o distanciados, o aislados entre sí?

¿Qué proponen, en resumidas cuentas, los que proponen destrozar la coalición? Yo he hecho esa pregunta desde a connotados dirigentes, hasta a tuiteros de estos que me recuerdan a mi madre muerta cada vez que hago estos planteamientos. Y todavía no he logrado una respuesta que me satisfaga.

La apelación general es a “la calle hasta que caiga el régimen”, sin tomar en cuenta que la gente, en su mayoría, y por una elemental situación de autoprotección, no responde a este llamado; según ellos, es porque la MUD no representa a la población, y por eso, doñitas mayores, señores de mediana edad como yo, barrios y urbanizaciones, ciudad y campo, no salen a inmolarse, como saldríamos si alguien anónimo, cubierto con un pasamontañas, nos lo solicitara.

Es absurdo, pero hay gente que cree en eso  —un argumento tan falaz como voluntarista— , con seriedad.

Hay otros que van más allá: Acusan a Borges, Guevara y compañía, de “despreciar” la declaración de Donald Trump sobre la “opción militar” contra el régimen de Maduro (conste que no digo contra Venezuela, porque no creo que las dos cosas sean lo mismo, al igual que fascistamente el régimen pretende hacer con las sanciones contra su nauseabunda corrupción), como si el hecho de que el Nimitzse plante en las costas de La Guaira fuera simplemente una cuestión de que la MUD lo pidiera, como ordenar una pizza; y como si, además, cualquier político que se precie de tal pudiera pedir una invasión extranjera sin que sucedan dos cosas: La primera es un juicio sumarísimo, y la segunda, el desprecio, así sea de la boca para fuera, de todos sus compatriotas.

Otros, a su vez, les señalan el haber despreciado una eventual “acción militar” de Juan Caguaripano y Yefferson García, hoy, por cierto, detenidos sin que ninguno de sus supuestos valedores haya movido un dedo para evitar que, por lo menos, sean salvajemente torturados; otros los acusan (válgame Dios) de “no creer en otras opciones que las democráticas”, como si comportarse como establece la política, y la simple decencia, fuera un delito.

Pero la mayoría, sin duda, influidos por algunos que buscan pescar en río revuelto, creen que los dirigentes de la oposición “negociaron” o “traicionaron” a sus bases. Gente que tiene encima todo el tiempo a la policía política, que ha llevado golpes, que ha ido presa, a la que le quitaron el pasaporte; nada de eso importa, todo es parte de una charada hecha para que los demás creamos. Lo que dicen Diosdado Cabello y Nicolás Maduro contra la oposición tiene valor, es creíble. En dos personajes, por cierto, que mienten hasta cuando dan las buenas tardes.

Contando los pollos antes de nacer

“Lo que depende de mí, puedo lograrlo; lo que depende de otros, es incierto”. Eso reza uno de mis aforismos favoritos de El Arte de la Guerra, de Sun Tzu, uno de los mejores libros sobre estrategia de todos los tiempos.

Lo que encuentro en todos los planteamientos de la “oposición de la oposición”, como algunos hemos dado en llamarla (y reconozco que también el mote es falto de consideración), desde la llamada “Propuesta Sosa Azpúrua” hasta los tuits del más desavisado de los opinadores políticos, es justamente esto: No dependen de sus propias fuerzas. Se basan en imponderables que algunas veces, parecen, incluso, conjuros.

A Sosa Azpúrua, a quien en lo personal respeto como un brillante abogado, no le bastó que Estados Unidos, en persona, dijera que no reconocería un Gobierno diferente al de Nicolás Maduro: El eje central de su propuesta es la creación de un gobierno paralelo, de sombra, o finalmente, en la cárcel o en el exilio, como los magistrados del Tribunal Supremo designado por la Asamblea Nacional.

Vuelvo sobre Caguaripano: ¿Quién recuerda a Ángel Zerpa, incomunicado en los calabozos del Sebin desde hace un mes? Sus alumnos, sus abogados y algunos periodistas y defensores de Derechos Humanos que seguimos tratando de que no lo olviden, de que no olviden a tantos, mientras la oposición contraria a la MUD recuerda los “cien muertos” y considera traición que las calles se hayan enfriado –traición, y enfriamiento, que, por supuesto, achaca a la MUD.

La frustración y las elecciones

Uno entiende (porque también ha marchado, porque también asistió a la jornada histórica del 16 de julio, porque también esperaba que la Asamblea Constituyente no pudiera instalarse, por, sobre todo por, la forma como fue comunicado que se iba a elecciones regionales), la frustración de buena parte de la oposición.

En serio, yo la entiendo. Pero cuando me pongo a ver las alternativas, comprendo por qué de pronto pasamos de “la hora cero” a participar en unas elecciones. Es porque, en este momento, no tenemos otra que dependa de nosotros mismos.

Porque además, cómo decía Sartre y hemos padecido en carne propia durante 18 años, si algo tienen las tiranías, es un talento inusual para poner a sus rivales a decidir entre dos miserias. Lamentablemente, como decía Mandela en su autobiografía, “el opresor siempre elige el terreno en el que se va a enfrentar con el oprimido”.

La mejor opción o el mal menor

Si algo han demostrado, en estos tres meses, Maduro y el grupo que con él despedaza a Venezuela  —y lo certifica el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos—  es una total falta de límites. Están dispuestos a matar. Maduro puede ser responsable, directo o indirecto, del asesinato de más de cien personas, de la sistematización de la tortura, de poner a todo un país a pasar hambre, y acusar de ello a sus contrarios: A esta tiranía no le importa reinar sobre un cadáver (porque eso, y no otra cosa es hoy Venezuela) con tal de que ese cadáver le pertenezca.

Ante esto, las opciones son pocas, y quien diga lo contrario, miente. Sobre todo, cuando se toma en cuenta que los políticos venezolanos solo entienden de política electoral:  ¿Qué hacemos? ¿Dejamos de asistir a las elecciones de gobernadores, ellos las hacen, un absoluto fraude, y las cobran? ¿O se las ponemos difícil, los obligamos a llevarlas a un punto en el que sean un remedo tan evidente que podamos retirarnos y cobrarle el costo al Gobierno, o si llegamos a la fecha en que sean, ganarlas?

A este que les escribe hoy, crecido en democracia, le parece que lo segundo es mejor opción, o al menos, mal menor. ¿Qué debimos haber escogido desde el principio esa ruta, sin atajos intermedios? A lo mejor sí, aunque probablemente, Maduro, confiado en que las bayonetas aún sostienen su obesa humanidad, hubiera encontrado otra manera de llevar el conflicto al terreno de la violencia, en el que él se siente cómodo.

 

Hubo muchos que dijeron, en diciembre de 2015, que la ruta de desestabilizar a Maduro no era el conflicto: Era ofrecerle apoyo, para que al rechazarlo, pagara el costo. Lamentablemente, de nuevo, la vía de la aceleración del desenlace nos trajo hasta aquí, a una nueva calle ciega, en la que por cierto, Maduro está mucho más perdido que nosotros. Es él el que no tiene credibilidad; es él el que gobierna un país en quiebra; es él el que no puede pisar una calle, ni hacer un viaje por la república.

Al final, el Gobierno también hace asunciones, no controla todas las variables. Las asunciones de Maduro son que los militares no le van a retirar la silla; que la comunidad internacional no morderá. Que Trump no enviará un portaaviones. Que la pavorosa crisis económica no se lo llevará por delante. Y que al final del camino, aun quedarán 27 millones de venezolanos, los que no huyeron, dispuestos a someterse.

Por lo pronto esas son mis reflexiones, que se resumen en esto: A la amarga hora actual no se le responde ni con desplantes, ni con pataletas, ni con pensamiento mágico.

Es momento de enfrentarla con madurez y entendiendo que el trecho que queda aún es largo.

Y que viene la peor parte.

FUENTE PANAMPOST