La frase se le atribuye a Lenin, pero aunque no está corroborada la autoría por parte del padre fundador de la Unión Soviética, “idiota útil” era el peyorativo calificativo con que la clase dirigente comunista se refería a los occidentales que defendían al modelo socialista en sus países de origen, muchas veces luego de visitas guiadas tan parciales como las que se realizan hoy en Corea del Norte.
A pesar de que ya la Unión Soviética es historia, la costumbre de utilizar a los partidarios de una manera descarada sigue vigente. Poco importa si alguien perdió la vida, todo lo que sirva para los objetivos políticos se usa de manera desvergonzada.
Durante meses la cara de Santiago Maldonado fue la de la crítica al Gobierno de Mauricio Macri. El “relato” utilizado era que el joven había sido secuestrado por la Gendarmería, en un turbio operativo comparable a los acostumbrados por la última dictadura militar. La izquierda y el kirchnerismo se la jugaron con un discurso y una campaña sobreactuada, donde, por momentos, quedaba en evidencia que el propio Maldonado no era más que un objeto de uso compatible con la estrategia de desgastar al Gobierno.
Así, con un efímero, pero exitoso efecto multiplicador, Maldonado se convirtió en mucho más que en el idiota útil, sino en el abastecedor de una gran cantidad de argentinos que se subieron a una causa, que a pesar de que parecía eterna, terminó con el resultado de una autopsia.
Los resultados del estudio forense, que desterraron todas las teorías conspirativas y confirmaron que el joven se ahogó luego del corte de ruta, dieron inicio al proceso de “desmaldonización” más descarado. Como si nunca hubiese existido, gradualmente Santiago Maldonado fue desapareciendo del discurso de la izquierda, que hoy tiene otras causas vigentes como la de los jubilados en el enfrentamiento con el Gobierno por la reforma previsional.
En estos momentos las únicas novedades alrededor del caso Maldonado son las denuncias del ministerio de Seguridad, que había sido señalado por los grupos socialistas como el responsable del secuestro que jamás existió, por falso testimonio contra miembros de la comunidad mapuche.
Entre las mentiras que el Gobierno buscará dejar en evidencia están las declaraciones que en su momento impulsaron la teoría sobre la desaparición forzada. Hoy se sabe que la mujer que manifestó que un grupo de gendarmes se llevó “un bulto” con las ropas de Maldonado era mentira, al igual que esa llamada que supuestamente había sido atendida desde el celular del joven desaparecido.
Hoy varios dirigentes mapuches y cercanos al kirchnerismo enfrentan denuncias por “compendios de mentiras desplegadas”. Según la denuncia del ministerio, que cuenta con el aval del presidente Macri, las mentiras de varios allegados a Maldonado vinculados a los grupos mapuches “fueron condición necesaria para la posterior construcción del relato por parte de determinados funcionarios judiciales, referentes políticos y miembros de organizaciones de Derechos Humanos”.
A pesar de que la cara de Santiago Maldonado ya no esté en cada manifestación, y que su nombre vaya desapareciendo de las noticias, su temprana muerte puede dejarnos como sociedad una enseñanza, que no es la que los grupos radicales de izquierda desearon: no todo vale, o debe valer, a la hora de hacer política.
Si estos grupos no tienen ningún reparo moral a la hora de elegir estas estrategias, la opinión pública en general debería mostrar un claro repudio para dejar en evidencia estas vergonzantes campañas, que a pesar de que estén disfrazadas de compromiso y humanidad, no son más que burdas acciones diseñadas con objetivos políticos.
Fuente: es.panampost,com
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