Maquiavélico es un término utilizado a menudo para caracterizar políticos inescrupulosos del tipo descrito por Nicolás Maquiavelo en “El Príncipe”.

Pero los escritos de Maquiavelo también fueron inspiradores para la filosofía política de la Ilustración, y él es caracterizado frecuentemente como padre de las ciencias políticas modernas. En 1517 expresó que a veces es “algo muy sabio simular locura”. Su argumento era que parecer un poco demente podría ser una herramienta útil para persuadir al adversario a abandonar sus políticas.

Quizás fue Maquiavelo quien inspiró al presidente Richard Nixon a desarrollar su “Teoría de la Locura”. En 1969, tras ocho meses en la Presidencia, Nixon estaba frustrado con la hostilidad y obstinación del liderazgo norvietnamita. Durante la campaña presidencial había prometido terminar la guerra de Vietnam y quería negociar una salida de ese país, pero Vietnam del Norte se mantenía inflexible en sus posiciones.

Nixon quería que la Unión Soviética presionara a Vietnam del Norte, y creía que el líder soviético Leonid Brezhnev solamente lo haría si creyera que Estados Unidos se estaba preparando para hacer alguna locura. (Considérese aquí el paralelo con la situación enfrentada por el Presidente Donald Trump lidiando con Corea del Norte).

Nixon deseaba que los líderes soviéticos y vietnamitas creyeran que él era irracional y volátil. Quería que ellos no se sintieran confiados de poder predecir cómo Nixon actuaría. Nixon quería a sus adversarios tratando de adivinar su temperamento y toma de decisiones. Quería que el liderazgo norvietnamita, con quien estaba negociando, estuviera preocupado sobre cómo reaccionaría si fuera provocado.

Con ese fin, informó a su Jefe de Gabinete, H. R. Haldeman:

“La llamo Teoría de la Locura, Bob. Quiero que los norvietnamitas crean que he llegado a un punto donde puedo hacer cualquier cosa para terminar la guerra. Déjales saber que, ‘por el amor de Dios, saben que Nixon está obsesionado con el comunismo. No podemos controlarlo cuando está molesto, y él tiene en sus manos el botón nuclear, y en dos días el mismo Ho Chi Minh estará en París rogando por la paz”.

La Administración Nixon hizo más que “dejarles saber”. En octubre 1969 la Administración dio señales de que la locura se estaría alistando para la acción. Nixon ordenó una alerta total global, y durante tres días seguidos nuestros bombarderos con armas nucleares volaron cerca de las fronteras soviéticas.

Según Melvin Laird, Secretario de Defensa de Nixon, la idea era hacer creer a los soviéticos que “ustedes nunca podrán descifrar lo que él (Nixon) podría hacer”. Henry Kissinger, como Asesor de Seguridad Nacional, jugó su papel, presentando la incursión de Estados Unidos en Cambodia como síntoma de la supuesta inestabilidad de Nixon.

A la larga se negoció la terminación de la guerra de Vietnam. Valorar los términos de ese arreglo es asunto diferente. El punto es que hacer creer a los adversarios que presionar demasiado puede traer consecuencias impredecibles y peligrosas tiene sus méritos.

Durante el año pasado el Presidente Trump y el norcoreano Kim Jong Un han estado ambos jugando el juego de la locura, intercambiando amenazas militares e insultos. Yo lo llamo la Teoría de la Locura versión dos (2). El Presidente Trump se burló de Kim llamándolo “hombrecito-cohete” y prometió “destruir totalmente” a Corea del Norte. Kim llamó a Trump “senil” y “lunático”, y amenazó con disparar bombas nucleares contra EEUU.

Sin embargo, ahora se anunció que Kim Jong Un invitó al Presidente Trump a reunirse para negociaciones sobre su programa nuclear, y que el Presidente aceptó encontrarse con el dictador norcoreano. Kim prometió también detener los ensayos nucleares y de misiles, como exigía Estados Unidos.

Es imposible subestimar estos acontecimientos; nunca ha habido negociaciones cara a cara, ni siquiera llamadas telefónicas entre los líderes en ejercicio de Corea del Norte y Estados Unidos.

Independientemente de lo que uno pueda pensar sobre el heterodoxo cáustico estilo del Presidente Trump, parece claro que las herramientas de política exterior, implementadas bajo la Teoría de la Locura, trajeron a Kim Jong Un a la mesa de negociaciones.

El Presidente Trump tiene reputación como negociador: esperemos que logre un acuerdo que suponga al menos una verificable península coreana desnuclearizada.

Fuente: Panampost