La exprimera dama presenció un presunto enfrentamiento entre el Ejército y disidentes de las Farc en el municipio de Inzá, el pasado 22 de enero. Las autoridades aún no dan claridad frente a lo ocurrido pero la esposa del expresidente Álvaro Uribe advierte tergiversación en la información entregada.

El pasado domingo, 22 de enero, fue registrado un incidente que se convirtió en noticia nacional porque, más allá del episodio en sí mismo, una de sus protagonistas resultó ser Lina Moreno de Uribe,esposa del expresidente Álvaro Uribe.  Se trató de un tiroteo, según advirtieron las autoridades en ese momento, sin establecerse quiénes serían los responsables. Dicho episodio habría ocurrido en el corregimiento de San Andrés de Pisimbalá, en el municipio de Inzá (Cauca), mientras la exprimera dama de la nación visitaba la zona reconocida por ser turística.

No obstante, y partir de allí, al interior de la Fuerza Pública empezaron a surgir distintas versiones. Incluso, se llegó a desmentir la versión de que se habría tratado de un enfrentamiento entre el Ejército y disidentes de las Farc y se habló, entre muchas otras hipótesis, del estallido de pólvora o de pobladores que se oponen al turismo allí.

La esposa del hoy senador Uribe, finalmente, se ha referido a tal episodio y, a través de una dura carta enviada al general Alberto José Mejía, comandante del Ejército, le solicita no tergiversar la información y darle un trato equilibrado a lo que realmente ocurrió. “Los acontecimientos del pasado mes de enero dejaron en mí una preocupación que me lleva a escribirle esta carta: el manejo que desde los altos mandos se da a este tipo de situaciones”, dijo la exprimera dama, advirtiendo que se está tratando de ocultar el hecho “por las implicaciones éticas que conlleva para el país”.

Afirmó que en la cadena de mando al interior de las Fuerzas Militares se tergiversó la información “y llegó hasta usted deformada, pero considero una falta de respeto con las tropas ocultarla o minimizarla haciendo recaer en las partes más débiles la responsabilidad de esa deformación”, señaló en la misiva revelada este lunes.

En la carta, añade Moreno de Uribe que comprende perfectamente el tratamiento que las autoridades le deben dar a los acontecimientos en su justa medida, pero “el proceso de paz implica la responsabilidad de hacerle frente, con determinación y claridad, a todo lo que puede perjudicarlo”. Por eso, puntualiza en la carta diciéndole al general Mejía que “el silencio no puede ser la estrategia ante el valor de los soldados, y reducir la gravedad de cualquier hecho”.

De momento, las autoridades no han dado respuesta a la carta fechada del 2 de febrero. Sin embargo, valga decir que no es la primera vez que se registran episodios que han dejado en situación vulnerable esa zona del país. El propio acalde del municipio de Inzá, Gemis Chate, ha advertido que disidentes de las Farc estarían detrás de extorsiones y acciones terroristas en la región.

Lea la carta completa:

Medellín, febrero 2 de 2017

Señor General

ALBERTO JOSÉ MEJÍA FERRERO

Comandante general del Ejército Nacional

Bogotá  

Respetado General.

Durante muchos años fue muy poco mi conocimiento de las Fuerzas Armadas y de Policía de mi país. Pocas oportunidades había tenido para acercarme a ellas, y ajena a sus miembros y a su accionar, he de reconocer que ese poco conocimiento se parecía más a la indiferencia de quien no tiene motivos para interesarse por el significado y el valor que requieren la pertenencia a esos cuerpos.

Las circunstancias cambiaron en virtud de los diferentes cargos públicos desempeñados por mi marido. La interrelación con los miembros de esas instituciones hizo nacer en mí un respeto y, sobre todo, un amor por esos hombres y mujeres en los que como ciudadana deposito mi confianza, como pocas veces se puede tener en seres humanos menos comprometidos con el oficio al que se han consagrado.

Los acontecimientos del pasado mes de enero acaecidos en San Andrés de Pisimbalá, por enésima vez pusieron en evidencia la lealtad, la prudencia y el profesionalismo con el que actúan los miembros de las Fuerzas Armadas y de Policía, pero dejó en mí una preocupación que me lleva a escribirle esta carta: el manejo que desde los altos mandos se da a este tipo de situaciones.

Comprendo la necesidad de dar a estos acontecimientos su justa medida, máxime cuando Colombia se encuentra en un proceso de pacificación que compromete su futuro, pero no que se trate de ocultar por las implicaciones éticas que conlleva para el país, y en primer lugar, para el Ejército y las fuerzas policiales. Y no digo esto porque hubiese sentido que la vida de quienes estábamos en el hotel estuviese en riesgo, sino porque el proceso de paz implica la responsabilidad de hacerle frente, con determinación y claridad, a todo lo que puede perjudicarlo.

No sé en qué puesto de la cadena de mando la información se tergiversó, y llegó hasta usted deformada, pero considero una falta de respeto con las tropas ocultarla o minimizarla haciendo recaer en las partes más débiles la responsabilidad de esa deformación. El silencio no puede ser la estrategia ante el valor de los soldados, y reducir la gravedad de cualquier hecho olvida que solo se necesita una bala para asesinar a un soldado o a un civil.

Como en la guerra, la paz también tiene exigencias éticas que no pueden ser soslayadas, pues de lo contrario los hombres y mujeres que conforman las fuerzas militares perderán el rumbo y los valores que engendran la necesaria confianza de los ciudadanos y el respeto de otras naciones.

Usted conocerá mucho mejor que yo las directrices éticas que da a sus hombres en tiempos de paz, pero creo saber que entre ellas no podrá omitirse la sinceridad de la escucha, los sentimientos de compasión ante el dolor que aproxima a las almas, ni la necesidad de la tradición, capaz de forjar las referencias históricas que dan sentido al oficio militar.

Permítame reiterarle que mi afecto y admiración por las Fuerzas Militares y de Policía es inquebrantable.

Con sentimientos de respeto y aprecio,

LINA MARÍA MORENO