“Vamos a buscar el apoyo de la comunidad internacional para adoptar las medidas diplomáticas que resuelvan ese problema”, dijo Temer sobre los refugiados. (Archivo)

El Financial Times la denominó “el mayor desplazamiento forzado jamás registrado en el hemisferio Occidental”. The Economist alertó sobre la posibilidad de que la crisis de refugiados supere, incluso, a la de Siria, “el peor desastre provocado por el hombre desde la Segunda Guerra Mundial”. Los diarios más importantes de España, ABC y El País, también la han comparado con la crisis migratoria del Medio Oriente. Ya nadie puede evadir la realidad que padece Latinoamérica: la huída en estampida de venezolanos de su país.

Y menos, los países de la región. Los que comparten frontera con Venezuela. Porque son los que han tenido que recibir el impacto de un drama para el que nunca estuvieron preparados. Como bien escribe el venezolano Alberto Barrera Tyszka en el New York Times: “Se trata de un avasallante flujo migratorio que introduce nuevas variables de todo tipo, desde económicas hasta sanitarias y culturales, y produce cambios fundamentales en la ya frágil y compleja realidad latinoamericana”.

“Basta un dato como ejemplo: el porcentaje de venezolanos que asisten a los centros médicos del estado fronterizo de Roraima, en Brasil, ha aumentado de 700 en 2014 a 50.000 en 2017. En los primeros tres meses de este año, ya se había atendido a 45.000. El problema ha alcanzado tal dimensión que ya no se trata solo de un asunto de solidaridad sino de capacidad. Los países vecinos han apoyado de manera generosa a los inmigrantes, pero cada vez tendrán menos posibilidades de ayudar sin ponerse ellos mismos en riesgo, sin terminar, de algún modo, afectados por la crisis”, continúa el escritor venezolano.

Y eso último es esencial. Los países ya no pueden más. Colombia, Ecuador, Perú y Brasil han informado que, no es que no quieren, sino que no pueden recibir más venezolanos. Su capacidad fue rebasada.

A Ecuador llegan, al menos, 4.200 venezolanos al día. Según informó la Secretaría Nacional de Comunicación, en lo que va de 2018 han ingresado 640.000. Y, de esos, 115.690 se han quedado. Se trata del 18% que ha decidido permanecer en Ecuador.

En el primer semestre de este año, más de 147 mil venezolanos ingresaron a Chile para quedarse. Una cifra apenas superada por el total de venezolanos que entró en todo el 2017 (177.347).

A Perú han entrado 414.011 venezolanos, de acuerdo con la Superintendencia de Migraciones. Hace solo una semana la cifra era de 400.200.

Un verdadero drama que, como señala Barrera Tyszka, pone a los países en “verdaderos riesgos”. Y, por ello, varios han anunciado el endurecimiento de medidas migratorias. “Las recientes decisiones de los Gobiernos de Ecuador y Perú, intentando regularizar el tránsito de venezolanos por las fronteras, así como los brotes de xenofobia que ocurrieron en Paracaima en Brasil, encienden focos de preocupación pero también confirman que la región comienza a vivir las consecuencias de una crisis para la que no estaba preparada”, se lee en el New York Times.

El éxodo seguirá. Eso mientras continúe rigiendo Venezuela la tiranía chavista de Nicolás Maduro. Y esto, afortunadamente, lo entienden países esenciales de la región. Es fundamental, porque toda medida que tomen, o todo plan de ruta que tracen, debería enfocarse en concretar un cambio de régimen en Venezuela. Es la forma de detener la estampida de refugiados.

A Hard Talk de la BBC el presidente de Colombia, Iván Duque, le dijo: “Déjeme decirle algo: lo más importante en este momento es que si la dictadura de Maduro no termina, la migración no se detiene”. Punto. Tajante.

“Yo creo que muchos países lo están haciendo [pidiendo un cambio de régimen en Venezuela] y nosotros también lo estamos pidiendo. Nosotros no hemos reconocido las más recientes elecciones en Venezuela. ¿Por qué? Porque el dictador manipuló el sistema democrático, el aparente sistema democrático, para seguir en el poder. El Gobierno colombiano no ha reconocido ese régimen y muchos países en América Latina han hecho lo mismo”, dijo, luego, al periodista Stephen Sackur de la BBC.

Esta semana, el presidente de Brasil, Michel Temer, anunció el despliegue de las Fuerzas Armadas en la frontera de su país con Venezuela. El objetivo es “ofrecer seguridad” a brasileños y a venezolanos, luego de fuertes tensiones entre ambas nacionalidades.

“Cada día pasan 700 u 800 venezolanos por la frontera y eso está creando muchos problemas para su vacunación y para la organización (…) Se está pensando distribuir números de llegada, de tal manera que entren 100, 150 o 200 al día, lo que organizaría un poco más las entradas”, dijo Temer en una entrevista al medio Radio Jornal este 28 de agosto.

Asimismo, en una intervención televisiva desde el palacio presidencial de Planalto, Temer dijo: “Vamos a buscar el apoyo de la comunidad internacional para adoptar las medidas diplomáticas que resuelvan ese problema, que ya no es de política interna de un país, sino que avanzó por la frontera de varios países y amenaza la armonía de todo nuestro continente”.

Lo dijo el presidente de Brasil. El éxodo masivo de venezolanos “amenaza la armonía de todo el continente”. Y, para restituir esa armonía, hoy deteriorada, es fundamental lograr un cambio de régimen. Quizá a través de “medidas diplomáticas que resuelvan ese problema”. Y para todo ello es fundamental el papel de la “comunidad internacional”.

Este 29 de agosto la Organización de Estados Americanos convocó a una sesión extraordinaria para abordar la crisis de refugiados venezolanos. El acto se celebrará el próximo miércoles 5 de septiembre y participarán los representantes de la Organización Internacional de las Migraciones y de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.

Además, los Gobiernos de Colombia, Ecuador, Perú y Brasil acordaron reunirse el tres y cuatro de septiembre en Bogotá con el fin de discutir la crisis de refugiados venezolanos. Buscarán establecer medidas para hacerle frente al éxodo. Trazarán, entonces, un mapa de ruta para lograr la resolución del problema. Y, si los países entienden que la migración no menguará hasta que no haya un cambio de régimen —como lo han dejado claro Michel Temer e Iván Duque—, cualquier estrategia que propongan debería de enfocarse en ese sentido.

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