En febrero, el mes del amor, buena parte del mundo se ve adornado de corazones. Los productores de chocolates y los exportadores de rosas rompen récords de ventas.

Esto que festejan muchos, otros lo critican, pues ven a esta fiesta como un derroche de consumismo.

Lo cual nos lleva a plantear qué es el consumismo, de dónde proviene y cuál es el vínculo entre la economía, la sociedad y el amor.

Comúnmente se comete el error de confundir consumismo con capitalismo, cuando en realidad a menudo son opuestos. Si bien el uno facilita lo otro por la capacidad de compra, no es parte intrínseca de su filosofía sino antagónica.

De hecho, una sociedad que no produce —como Cuba— simplemente consume. No hay que ser rico para ser consumista. Con frecuencia sucede al revés: la incapacidad de ahorro, por falta de recursos, limita aspiraciones a largo plazo y lleva al consumo de bienes de corto plazo.

En vista de que es menor el acceso a productos básicos, en Cuba no faltan casos de jóvenes que se adhieren a las filas del partido comunista y fuerzas de seguridad a cambio de los escasos bienes disponibles, ya que esto les permite posibilidades que un civil no tiene.

En lugar de uniformes, usarán camisetas marca Nike, relojes —normalmente de imitación— de marca y cadenas de oro. Pues visten de civiles los agentes de inteligencia, una imagen que para los defensores del comunismo resultaría un tanto contradictoria.

En la actualidad, salvo Cuba y Venezuela que son abiertamente socialistas, predomina en América un sistema económico también intervencionista pero más moderado, el Keynesiano.

Lleva su nombre en honor el economista John Maynard Keynes, cuyo lema “a la larga todos vamos a morir” dio lugar no solo a políticas sino a una mentalidad a corto plazo.

Este fenómeno se reproduce en varios comportamientos. En el continente americano predominan en diversos sectores marginales. Por ejemplo, cuando estuvo en Argentina en el auge del Kirchnerismo, el director de una de las marcas deportivas más prominentes de origen europeo hizo un análisis de mercado que demostró que el mayor punto de venta era en una zona marginal en las afueras de la capital.

El quería ir personalmente para conocer mejor a su clientela pero los consejeros locales le disuadieron, dada la peligrosidad de la zona.

Durante ese gobierno, el consumo se tomaba como índice de prosperidad. Si había mayor gasto entonces se anunciaba que había riqueza.

Incluso el ministro de economía escribió un libro titulado “Volviendo a Keynes”, donde románticamente idealizaba la adopción fiel de la doctrina cortoplacista.

Eso en política monetaria se tradujo en una mayor emisión. El Banco Central lanzó una nueva serie de billetes de todas las denominaciones, incluso el de 5 pesos que en ese entonces valía menos de 20 centavos de dólar, reflejando escenas y personajes históricos vinculados a la ideología del partido de gobierno.

El gobierno actual también lo hizo, pero con denominaciones superiores (se crearon los billetes de $200, $500 y $1000 pesos), que visibilizan la inflación, con formas de animales de la zona que no acarrean carga ideológica; que muchos aplauden y otros critican por lo mismo: no crea una narrativa de adhesión, no tiene romanticismo, es netamente funcional.

Lo que muchos no saben es que hasta hace un par de siglos, el matrimonio también cumplía una función utilitaria y por extensión también los hijos. Los más pobres se casaban y tenían hijos para tener más mano de obra para el trabajo. Los más ricos se casaban y casaban a sus hijos para forjar alianzas.

Con frecuencia los jóvenes tendemos a suponer que el mundo ha sido como es, sin tomar en cuenta que en realidad fue un proceso evolutivo de milenios.

Por primera vez en siglos, se desmontaba el sistema de castas en Occidente. Una persona podía crear su propia riqueza y así ser dueño de su propio destino, eso incluía trascender de la obligación a la elección.

Esto llevó a la nueva clase, la burguesía, a conformar lo que es hoy la clase media, que quebró con la polaridad del rico y el pobre, pero sobre todo instauró el concepto de movilidad social.

Fue en esta esfera que la literatura consagró en una obra la transición de la concepción utilitaria hacia el amor, Orgullo y Prejuicio de Jane Austen. Hasta entonces, el romanticismo era idílico.

Para entender mejor sobre la correlación entre la economía, la ética y, por tanto, las relaciones, consultamos con Gabriel Zanotti, profesor universitario de filosofía y director académico del Instituto Acton.

Sistema económico y dinámicas sociales

Zanotti sostiene que a mayor intervencionismo, más debilitamiento de los lazos familiares y sus importantes funciones en educación, salud y vejez.

Agrega que la estabilidad monetaria y jurídica permiten una mayor previsión del futuro y un aumento en la tasa de nacimientos que, con una economía de mercado libre y SIN estado providencia, es una ventaja, y no un problema, para el desarrollo económico. Lo llama un círculo virtuoso.

Impacto Keynesiano

Lo contrario al consumismo, que es fruto de la mentalidad keynesiana y no de la economía de mercado, es el capitalismo, que tiende al ahorro y al largo plazo. Las políticas monetarias activas producen inflación y el ciclo económico. Ellas incentivan al gasto, reducen la tasa de ahorro en moneda local y por consiguiente desincentivan todo lo que sea el largo plazo.

Sostiene que las políticas keynesianas y sus crisis recurrentes acostumbran a las sociedades a retornar al instinto animal de comer sin parar porque no sabemos cuándo volveremos a alimentarnos.

“Vivir el presente”

Considera que el lema “vivir el presente”influye muy mal, pues la familia, que es la base de la sociedad, necesita de una promesa hacia el futuro porque si no, no es familia. Ahí es donde van a nacer y desarrollarse los hijos. Sin promesa de amor y fidelidad para siempre, crecen las familias disfuncionales.

El vivir el presente incentiva al mero convivir por un tiempo, a no tener hijos; incluso quienes sí lo hacen y dilatan el momento de tener hijos, estimula una especie de hedonismo.

Además, también incentiva tener hijos a partir de los 40, cuando ya pone en peligro su capacidad de procrear. Multiplican los modos artificiales de concebir y el número de hijos queda reducido a uno solo, como mucho, restando así la primera interacción social con pares, lo que sucede con los hermanos.

A avanzada edad, el padre es sólo un padre biológico que en general desaparece de su rol paterno. Las generaciones siguientes copian el modelo y así sucesivamente.

En países desarrollados con Estado asistencial, esto invierte la pirámide poblacional y quiebra el sistema. Esto ha llevado a Occidente a un punto crucial, donde Occidente está “a punto de suicidarse”.

Zanotti no sabe si hay esperanza humana, pero afirma que “sí se cumple la profecía de la última parte del libro El Socialismo de Ludwig Von Mises, donde Cristianismo y Liberalismo estarán llamados a trabajar juntos en pro de la civilización occidental.”

“Donde la fidelidad, el matrimonio y los hijos son un valor, se convive bien con la economía de mercado, donde una mayor oferta laboral es un valor económico.”

Elección

También consultamos con el profesor Miguel Anxo Bastos Boubeta, uno de los teóricos más representativos de la Escuela Austriaca de Economía. Quien nos dice que los principios que defendemos llevan consigo una buena carga de responsabilidad.

 “Si quieren construir un futuro próspero y libre no estaría de más que adquiriesen valores y virtudes que les puedan conducir a alargar su preferencia temporal”.

Cabe destacar que para Bastos una mentalidad a corto o a largo plazo no es buena ni mala en sí, pues cada uno tiene derecho a vivir su vida como la entienda, pero enfatiza que adoptar una u otra perspectiva tiene consecuencias y que es bueno conocerlas.

A quien le incomode el argumento moral, ni se diga el religioso, sepa que somos la única especie con noción de futuro. Los demás vertebrados tienen noción solo del presente y los más desarrollados del pasado inmediato, pero ninguno tiene capacidad de previsión, más que la percepción agudizada de los cambios climáticos (como la transición al invierno en el caso de los mamíferos recolectores).

Con esto decimos que la mentalidad de proyección al futuro está a tono con la evolución. Fue así cómo nuestros antepasados ahorraron para invertir en nuestro futuro. Ahora está en nosotros decidir en que lo gastamos, como consumistas en “vivir el presente” o si seguimos su ejemplo.

Fuente: Panampost