En el medio de una corrida cambiaria, el presidente Macri anunció el 8 de mayo que pediría apoyo al Fondo Monetario Internacional (FMI). El encargado de llevar las negociaciones a cabo es el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne.
Mientras tanto, en Argentina, se vivía una corrida cambiaria que al principio no cedía. ¿Por qué sucedió todo esto? ¿Por qué el peso argentino se devaluó violentamente? ¿Es bueno o perjudicial un acuerdo con el FMI?
El punto de partida es la apreciación del dólar que comenzó a observarse el 16 de abril. Esta apreciación del dólar responde a un muy buen dato esperado de inflación de Estados Unidos (PCE) que cada vez muestra más un acercamiento estable a la meta del 2 %. Por otro lado, el mercado laboral se encuentra en pleno empleo y el nivel de actividad no presenta riesgos.
Todo esto derivó en una apreciación del dólar y por ende, en la depreciación del resto de las monedas. La pregunta clave es la magnitud de las depreciaciones. Para tener una idea de estas magnitudes, se pueden observar cuánto se depreciaron las monedas desde el 17 de abril hasta el 15 de mayo para algunos casos particulares de la región: Uruguay (8%), Brasil (7.2%), Chile (6%), Colombia (5.4%), Perú (1%). Sin embargo, haciendo el mismo análisis para Argentina, se verá que la devaluación fue del 22.9 %. ¿Por qué es que Argentina tuvo una mayor devaluación que sus países vecinos?
La principal razón es que Argentina, además de sufrir los efectos de la situación internacional, posee problemas idiosincrásicos que agravaron el impacto. Entre los problemas internos podemos destacar los siguientes: i) desequilibrios macroeconómicos (déficit fiscal y en cuenta corriente), ii) impuesto a la renta financiera, iii) incertidumbre en la dirigencia y iv) conflictos por los subsidios económicos.
Los desequilibrios macroeconómicos están en niveles preocupantes. El 2017 cerró con un déficit fiscal del 6 % del PBI mientras que el déficit en cuenta corriente fue del 4.8 % del PBI. Con todo, Argentina posee entonces déficit gemelos de 10.8 %. Es necesario remontarse a 1983 para ver cifras similares. Otro disparador fue el impuesto a la renta financiera. Así, los tendedores de bonos locales comenzaron a ver con mejores ojos a la divisa estadounidense en lugar de a los bonos y la demanda fue hacia el dólar.
A esto debe sumarse una incertidumbre creciente desde el 28 de diciembre del año pasado (28D), cuando no quedaba claro el rumbo de la política monetaria. Previo al 28D, la política monetaria era mono-objetivo (reducir la inflación), post 28D el objetivo pasó a ser dual (reducir la inflación y el nivel de actividad). Más aún, no quedaba claro cuál de los dos objetivos pesaba más. Por un lado, el Banco Central se preocupaba exclusivamente de la desinflación, por el otro, la jefatura de Gabinete se preocupaba por el nivel de actividad.
Así, el instrumento (tasa de interés) entró en cortocircuito, mientras que el BCRA quería subirla, jefatura de Gabinete quería bajarla por miedo a que afecte el nivel de actividad. Este problema de comunicación incrementó la incertidumbre notablemente. Finalmente, también se daba un debate en el Congreso acerca de si las tarifas de los servicios públicos (electricidad, gas, agua) debían continuar incrementándose o retrotraerlas a los valores de diciembre 2016.
El cambio en el contexto internacional más este “cocktail” interno generó que Argentina sufra más que sus países vecinos. Sin embargo, la frutilla del postre es que los prestamistas de Argentina se dieron cuenta que no se venía realizando ningún ajuste fiscal y que el rojo de la cuente corriente era cada vez mayor. En pocas palabras, no sólo los tenedores de bonos corrieron al dólar producto del impuesto a la renta financiera, sino que además tampoco ingresan los dólares de deuda para financiar los déficits gemelos. Como se volvió difícil conseguir financiamiento interno, fue necesario recurrir al FMI porque de aquí al 2019 aún restan financiar aproximadamente USD $47,000 millones.
Aún no se sabe qué tipo de crédito negociará la Argentina, pero lo más probable es que sea un “stand by”. Si bien cada caso puede ser distinto, seguramente haya un mínimo de condiciones para reducir ambos déficit y en la medida que las metas pactadas con el FMI se hayan cumplido, los desembolsos continuarán llegando. En primera instancia se habló de un préstamo de USD 20,000 millones pero luego se habló de un “high access stand by” y en este caso la cifra podría llegar a USD 45,000 millones.
En seguida quedó instalado el debate en la sociedad y la política, ¿fue una decisión acertada recurrir al FMI? El dinero que llegué del FMI no es bueno o malo per se, todo dependerá del uso que se le dé al mismo. Si el dinero se usa para continuar financiando gastos que superan los ingresos del país, lo único que se estará logrando es retrasar un inevitable colapso. Por el contrario, si el sector público se ajusta y se reduce el déficit fiscal y el de cuenta corriente, entonces la historia puede ser otra.
Cuestionamientos han surgido sobre las condiciones que impondrá el FMI. Si bien el presidente Macri en su conferencia de prensa del 16 de mayo sostuvo que con el FMI se negociará el número de déficit fiscal a cumplir y no el modo de reducirlo, no es del todo certero. Probablemente haya ciertos condicionamientos sobre el tipo de cambio (dejarlo deslizar lo necesario para que el préstamo no financie fuga de capitales ni turismo) y cumplir con ajustes fiscales que hasta ahora no se venían observando a nivel global (se disminuyeron subsidios económicos pero se incrementaron subsidios sociales).
Por último, vale la pena recordar que en diciembre del 2005, el entonces presidente Néstor Kirchner saldó de un solo pago la deuda con el FMI con el argumento de que esta manera la Argentina podría “adueñarse de las herramientas para construir nuestra autonomía”. La verdad es que, a partir de entonces, la disciplina de Argentina fue cada vez peor. Muestra de esto fue el irresponsable incremento del gasto público que pasó del 25 % (2005) al 42 % (2015) y el superávit gemelo heredado se deterioró rápidamente.
Doce años después, el leve gradualismo de Cambiemos no alcanzó para convencer a los inversores y atraer capitales. Así, se vio obligado a recurrir a la ayuda del FMI. No obstante, si el préstamo del FMI sirve para ordenar las cuentas y reducir el gasto público, la disciplina impuesta puede hacerle un bien al país. Si por el contrario sólo se busca continuar financiando el gasto, Argentina habrá dejado pasar (una vez más) la oportunidad de ser país normal.
Fuente: Panama Post
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