El hemipléjico Museo de la “Memoria” en Chile (Twitter)

Mauricio Rojas fue ministro de la Cultura en Chile por tan solo cuatro días. Lo sucedido demuestra la pérfida forma de actuar de un conglomerado de sectores pertenecientes a la Izquierda que, en nombre de “valores superiores”, defienden al pensamiento único y masacran al espíritu crítico.

Para comprender el feroz ataque del que ha sido objeto Rojas, empecemos por explicar quién es.

Rojas es profesor universitario y escritor. Cuando era joven (década de 1960), perteneció al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Por tanto, conoce “desde adentro” las prácticas y lo que esa fracción política estaba “cocinando” para los chilenos.

Se sabe, que no hay nada que los izquierdistas radicales detesten más, que alguien que perteneció a sus filas, luego los abandone. Si ese sujeto se va en silencio, vaya y pase; pero si decide contar lo que hizo, vio u oyó mientras era miembro, la persecución es implacable, pudiendo incluso costarle la vida.

La ex Unión Soviética hizo docencia acerca de cómo había que organizar esos “fusilamientos” mediáticos.

Rojas es el prototipo del disidente. Representa una amenaza porque junto con Roberto Ampuero escribieron Diálogo de conversos, donde exponen muchas verdades históricas molestas para la izquierda. Uno de los asuntos que tocan, es la forma hemipléjica de presentar los hechos del pasado en el Museo de la Memoria.

Ambos pensadores lo hicieron con ánimo patriótico porque estaban muy preocupados por la deformación histórica que se venía realizando sobre el pasado reciente. Distorsión deliberada que empezaba a extender sus efectos perniciosos sobre el presente de los chilenos.

Rojas y Ampuero pensaban que el mejor antídoto para no volver a repetir los antiguos errores, era dando a conocer el proceso completo que condujo al infierno.

Es en ese contexto que hay que comprender el feroz ataque hacia Rojas por parte de una patota de izquierdistas, compuesta por organizaciones de defensa de los derechos humanos, escritores, artistas, ex funcionarios y ciudadanos.

Ese conjunto recurrió a la práctica soviética antes mencionada, para “eliminar” al enemigo. Lo que ellos han realizado es una burda vendetta camuflada de “justa indignación”. Con su acción pretenden matar dos pájaros de un tiro:

Por un lado, que lo sucedido a Rojas sirva de escarmiento para otros potenciales arrepentidos de su accionar pasado. O sea, “incentivarlos” a mantener la boca cerrada.

Y por el otro, que no se toque un asunto crucial: una discusión nacional acerca de la forma en que está diseñado el Museo de la Memoria. Es decir ¿su formato actual, es el más acertado para obtener el objetivo que se proclama, que es “estimular la reflexión y el debate sobre la importancia del respeto y la tolerancia, para que estos hechos nunca más se repitan”?

¿Por qué les inquieta exponer el proceso completo? ¿No será que detrás de tanta aparente indignación, se esconde el temor de que muchos “trapos sucios” salgan a la luz?

Por cierto, la ética señala que una verdad a medias, es la peor clase de mentira. Era la estrategia que los sofistas enseñaban con el fin de ganar cualquier disputa aunque la razón estuviera del otro lado.

¿Por qué es la más insidiosa de las mentiras? Porque lleva la controversia hacia un punto que nadie discute y además, no es el tema que se está debatiendo. Si el contrincante cae en esa trampa, entonces la polémica se tuerce hacia derroteros que nada tienen que ver con la cuestión que se pretende aclarar.

Vayamos por partes:

La prueba de que el “fusilamiento mediático” a Rojas pretende ser un escarmiento ejemplar y un “aviso” para otros potenciales disidentes, lo constituye el hecho  de que el “escándalo” fue prefabricado. Surgió casi enseguida de ser nombrado ministro de las Culturas pero hacía referencia a una palabra incluida en  Diálogo de conversos… ¡que fue escrito en 2015!

Uno se pregunta, los que saltaron con ese tema, ¿acababan de leer el libro? Y si no es así, ¿por qué salieron como escandalizados justo en ese momento? ¿Hay intereses particulares involucrados en dicho Museo que no quieren que se toquen y que Rojas podría haber detectado?

¿Será que se han centrado en la palabra “montaje”, para evitar que el gran público tome conocimiento de la denuncia realizada por Rojas y Ampuero?

Los detractores de Rojas, ¿no estarán ex profeso dirigiendo la mirada de los chilenos hacia el “árbol”, para que no puedan ver el “bosque”?

Con el fin de contribuir a la verdad y desenmascarar a tanto hipócrita, a continuación presentaremos algunos pasajes del libro del escándalo:

-“…había gente asustada al ver a miles de tipos con banderas, cañas y linchacos, gritando ‘¡Expropiar, expropiar, es mandato popular!’ o ‘¡Momios al paredón, momias al colchón!’…Eso éramos nosotros como país antes del golpe de Estado, y por eso ocurrió lo que pasó. Y con lo que digo, no justifico ni una sola violación de derechos humanos sobrevenida bajo la dictadura”.

-“Es una distorsión de la verdad histórica que para muchos se ha transformado en una capital político del que han vivido durante mucho tiempo. ¡Víctimas inocentes, blancas palomas de la paz, luchadores idealistas por la democracia, todo un cuento que debería dar vergüenza!”.

-“Nada justifica la violación de derechos humanos bajo la dictadura, pero el Museo de la Memoria no explica bajo qué circunstancias estalló el horror que condenamos”.

-“La verdad es que más que de un museo –que como tal debe buscar hacer comprensible las cosas y en el cual siempre debe imperar un sentido responsable y serio de la historia- se trata de un montaje cuyo propósito, que sin duda logra, es impactar al espectador, dejarlo atónito, impedirle razonar. Es una manipulación de la historia usada por quienes manejan el presente a fin de controlar el futuro tal como decía Orwell”.

-“El museo, que se financia con los recursos de todos nosotros, debe servir a la educación cívica de todos los chilenos, y eso exige contar la historia completa, donde unos fueron responsables por azuzar el odio y la división, y otros por reprimir, torturar y asesinar. Mientras no lo haga, para mí seguirá siendo el museo de la mala memoria”.

-“..(es) un reflejo defensivo, de quienes saben que si se conociese la verdad, la historia no los absolvería.”

Cosas como las mencionadas, son las que los verdugos de Rojas no quieren ver expuestas. Además, su actitud denota un desprecio absoluto para la libertad de opinión y expresión. Se definen por ser intolerantes en nombre de la tolerancia…

Por todas estas razones, lo sucedido debería servir para encarar con mayor energía el debate sobre el pasado reciente y especialmente, sobre la forma en que está diseñado el Museo de la Memoria.

Es una pena que Rojas haya sucumbido ante las infamias de esa patota autoritaria de sofistas. Hubiera sido muy sano que desde su cargo hubiera impulsado una revisión de la forma en que la historia se transmite a las jóvenes generaciones chilenas. No para silenciar ninguna voz –como han hecho con él- sino para brindar un panorama general, que incluya las diferentes miradas.

Sin embargo, ahora que está en el llano y por tanto libre de ataduras, podría impulsar iniciativas privadas que persigan la misma meta.



Fuente