“Cuando un país impone aranceles se está disparando en el pie, porque los más afectados son sus propios consumidores que tienen que pagar un precio más elevado por sus importanciones” (Wikimedia)

Tras la decisión del gobierno estadounidense de imponer un arancel de 10 y 25% a los productos de aluminio y acero provenientes de México, la administración de Enrique Peña Nieto decidió responder aplicando las mismas tarifas arancelarias a productos de acero y a algunos bienes agrícolas procedentes de Estados Unidos.

Según informó la Secretaría de Economía (SE) de México, el listado está compuesto por más de 50 productos que incluyen: aceros planos, carne de cerdo, embutidos, frutas, papas, varios tipos de quesos y el whisky bourbon (“Tennessee”).

México ha asegurado que la medida busca compensar las posibles consecuencias de los aranceles impuestos por Estados Unidos. Sin embargo, expertos coinciden en que la respuesta de México no hace más que crear incertidumbre y afectar a los consumidores que deberán pagar precios más elevados por los productos con nuevos porcentajes arancelarios.

“Cuando un país impone aranceles se está disparando en el pie, porque los más afectados son sus propios consumidores que tienen que pagar un precio más elevado por sus importanciones, bien sea para consumo o para producción; así personas y empresas ven afectado su bienestar, recortando su bolsillo y afectando su competitividad”, explicó a través de Twitter el experto en economía Guillermo Barba.

“El problema de la guerra arancelaria es que (…) pueda acabar beneficiando países de fuera de América del Norte”, opinó también José Luis de la Cruz, director general del mexicano Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC).

El Ministerio de Economía ha tratado de justificar sus acciones señalando que “México tiene derecho a imponer medidas que tengan efectos comerciales sustancialmente equivalentes a los de las medidas adoptadas por los EE.UU.”, pero la solución nunca debería ser afectar a los consumidores obligándolos a pagar un precio más alto por las importaciones de productos estadounidenses.

México había criticado en el pasado estas políticas proteccionistas que no traen nada positivo y ahora esta decisión de aplicar las mismas medidas, solo resulta perjudicial e implica un lamentable retroceso en la apertura comercial.

Para Barba, la respuesta de México ha debido ser la de mayor apertura, pero aclaró que con esto también sería necesario apoyar “de manera fiscal y económica” a las empresas que se pueden ver afectadas con las medidas de Trump, así como buscarles nuevos mercados.

“En el juego del proteccionismo todos pierden, juguemos mejor al juego de la apertura comercial donde todos salimos ganando”, agregó el experto.

 



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