
Hace unos días se efectuó, en La Habana, el encuentro anual del Foro de São Paulo, la internacional regional que reúne a los partidos latinoamericanos de izquierda, acompañados por una extensa corte de agrupaciones satelitales. Formado en 1990, bajo las figuras tutelares de Fidel Castro y Luiz Inácio Lula Da Silva, el Foro trató entonces de dar una respuesta al mundo post Caída del Muro de Berlín, y frente al veloz derrumbe de la Unión Soviética, que dejaba a la izquierda en orfandad.
Siguiendo la doctrina castrista, el Foro trató entonces de “multiplicar los ejes de confrontación” a fin de remodelar y disfrazar los evidentes fracasos de la revolución proletaria y del enfrentamiento del comunismo contra el capitalismo. Para ello incorporó al discurso de la izquierda temas de grupos sociales, sectoriales, funcionales y territoriales como el feminismo, el indigenismo, el ecologismo, el regionalismo, la defensa de género, de grupos estudiantiles y todos los temas posibles para enfrentar a la democracia que tildó como neoliberalismo.
Ahora, basta leer su Declaración de La Habana y constatar que, tras casi 30 años de elaborado, ese discurso continúa, pero que ha envejecido mal, revelando únicamente que ser de izquierda en América Latina, hoy, es adoptar un discurso dogmático, viejo, anacrónico, de frases rituales y acartonadas, de enemigos fantasmales, alejado de la realidad, sin respuestas frente a las perplejidades del mundo.
Pero al momento de su creación, junto con un nuevo discurso, el Foro también dio a la izquierda instrumentos para llegar y mantenerse en el poder. Así, surgió una explosiva mezcla de ideología y corrupción política, pero de manera acentuada a partir de 2002 con la elección presidencial de Lula Da Silva en Brasil: Lula (y después Dilma Rousseff) usó a la constructora Odebrecht como el principal brazo financiero del Foro, financiando la elección de políticos ligados al Foro, a fin de dar viabilidad a un proyecto de poder continental. A cambio, esa contratista (a la que se sumaría después otras pocas empresas) reinaría en la asignación de contratos gubernamentales en varios países, como reveló la Operación Lava Jato.
Lava Jato echó luz sobre las razones detrás del gran avance del Foro de São Paulo en el continente durante casi dos décadas, así como sobre el papel de Odebrecht como recaudadora, financista y distribuidora de dinero, la que ofrecía a los socios del Foro marketing político de alto nivel –inicialmente con Duda Mendonça y luego con João Santana, socio y ahijado profesional del primero–, planes de gobierno con obras caras y la asesoría para su financiamiento, muchas de las cuales recibieron recursos de BNDES, el banco estatal brasileño, y el lobby de alto nivel a cargo del propio Lula Da Silva en persona.
En La Habana quedó claro que esas prácticas son consustanciales al Foro de São Paulo, por lo que éste, sin vergüenza, defendió en su Declaración la corrupción en Brasil y en todo el subcontinente, la violación sistemática de DDHH en Nicaragua y Venezuela, las cruentas prácticas de regímenes que permanecen indefinidamente en el poder contra la voluntad de sus pueblos e ignorando el repudio internacional.
Así, la izquierda post moderna, la del Socialismo del Siglo XXI, en connivencia con la vieja, la de la dinastía de los Castro, hoy traduce la utopía socialista en un simple llamado al enriquecimiento de sus líderes, a la tortura de los pueblos en aras del poder sin límites, creyendo que la revolución termina por justificarlo todo.
Con Lula preso, Fidel muerto, Raúl retirado, Maduro martirizando a los venezolanos, Ortega siguiendo el mismo camino, con varios de sus socios Premium a un paso de la cárcel, con el régimen cubano abjurando del comunismo, el Foro se reveló en La Habana, descarnadamente, como lo que fue desde un inicio, sin cosméticos ni falsas ilusiones: el club de ladrones y dictadores de São Paulo.
Un club cuyos productos políticos prohijados en estos años han sido solo tres: Dictaduras sangrientas como las de Daniel Ortega y Nicolás Maduro, dictaduras plebiscitarias con reelecciones infinitas como las de Hugo Chávez y Evo Morales, y episodios de corrupción fabulosa como la exhibida por Lula, Cristina Kirchner o Rafael Correa. Esta herencia del Foro de São Paulo, quedará como ejemplo duradero de uno de los mayores engaños en la historia, perpetrado a nombre de los pobres, pagado por éstos mismos con su hambre y su sangre.
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