La clausura del museo de Pablo Escobar en la ciudad de Medellín representó un golpe a la narcocultura que encuentra en la ciudad paisa una oportunidad perfecta para evocar la vida del capo colombiano más allá de la ficción de novelas y series de televisión.
El secretario de Seguridad de Medellín, Andrés Tobón, explicó que la decisión se tomó porque el establecimiento no contaba con la normatividad respectiva para este tipo de lugares; además, por “promover la vida de uno de los bandidos más tristes, de los que más daño le ha hecho a Medellín”.
Asimismo, se impuso una multa cercana a los USD $12.000 (37 millones COP).
Clausurado museo en memoria del narcotraficante Pablo Escobar. Funcionaba de manera irregular para los llamados “narcotour”. La propiedad era administrada por Roberto Escobar, conocido como “el Osito”. https://t.co/IPk8rmyHQs
— Federico Gutiérrez (@FicoGutierrez) September 20, 2018
¿Cómo funcionaba el museo?
El museo de Escobar, que se encuentra ubicado en el exclusivo sector de Las Palmas, al oriente de la ciudad, ofrecía a sus visitantes los famosos ‘narcotours’, tanto en español e ingles, y revivían la vida del capo colombiano por un valor cercano a los USD $30 y USD $ 40. El tour incluía una visita guiada al edificio Mónaco y a Jardines Montesacro (donde reposa el cuerpo enterrado de Escobar).
Aunque en un principio los visitantes europeos y norteamericanos se veían atraídos por visitar el museo de Escobar, cada vez más se registraba la presencia de visitantes latinoamericanos que encontraban en el museo una parada obligatoria por su paso en la ciudad.
Sin embargo, el museo tenía acceso restringido para los colombianos, ya que en su mayoría rechazan la imagen del capo del narcotráfico. Por tal motivo, los requisitos para ingresar al sitio eran estrictos.
El museo, propiedad de Roberto Escobar, conocido con el alias de ‘Osito’, hermano mayor del difunto jefe del Cartel de Medellín, mostraba pertenencias del extinto narcotraficante, así como una colección de 90 fotografías históricas, objetos personales, la moto de James Bond y el escritorio del capo.
Este lugar, incluso, aparece en el portal turístico TripAdvisor con una valoración de 4.5 estrellas de 5 y tiene un “certificado de excelencia”. De acuerdo con los comentarios de los visitantes, hace poco se había incluido un actor/guía, quien hacia las veces de Escobar por la casa museo.
Por otro lado, los visitantes también podían encontrar en el museo los famosos letreros de “Se Busca” de principio de la década de los 90, cuando las autoridades colombianas ofrecían USD $10 millones por información del paradero del capo.
Igualmente, había carros clásicos con disparos, un poncho usado por Escobar, una galería de fotos con imágenes de la excéntrica Hacienda Nápoles, la famosa fotografía de Escobar y su hijo frente a la Casa Blanca en Washington, una colección de camisas y una despedida con un autógrafo del anfitrión, Roberto Escobar.
Escobar sigue estando presente dentro y fuera de Medellín
PanAm Post habló con el trabajador social Miroslav Pulgar sobre la problemática de promover este tipo de espacios en el comercio y las implicaciones que a nivel sociológico trae.
Para Pulgar, más allá de las sanciones monetarias que pueda tener Roberto Escobar con el museo entorno a la figura de su hermano, hay que atender las condiciones sociales del cuestionamiento y/o el apoyo que ha recibido este emprendimiento, el cual busca recuperar la vida del capo.
“Lo interesante está en la base que fundamenta el uso de la fuerza física del Estado en la fiscalización y control de este tipo de iniciativas, en el porqué de ser un asunto relevante de intervenir y publicitar en medios de comunicación. Una respuesta general se puede encontrar en los modos en que se evoca una ‘memoria’ vinculada con un trauma cultural que ha surgido de la experiencia de lo profano de la sociedad, de la perturbación del orden moral que la constituye”.
Añade que el museo representa la parte enemiga e impura del accionar del Cartel de Medellín, que provoca un gran malestar social a los colombianos. Razón por la cual a estos les está vedado el ingreso.
“Los traumas culturales son un tipo de trauma que padecen las sociedades y que involucran la construcción colectiva de una identidad en torno a una serie de eventos aterradores a los que fueron expuestos. En estas circunstancias, la manera de entenderse, de verse a sí mismos, implica una serie de cambios en los modos en que se representan los hechos sociales y afectan el modo de actuar e interactuar, sentir, y pensar de una sociedad. Es decir, no solo es experimentar dolor en grupo, sino que también es formar un sentido de disconformidad colectiva con una serie de eventos experimentados dolorosamente y que sirven de base para la articulación de la identidad”.
En ese sentido, explicó que los acontecimientos vividos por los colombianos con Pablo Escobar, que no solo causó miles de muertes, sino que además transformó la llamada “narcocultura” durante un amplio intervalo de años, hace parte de ese trauma cultural.
Escobar actúa como un elemento fáctico de responsabilidad del trauma cultural que fundamenta la manera en que los colombianos construyen una identidad que determina lo sagrado y lo profano, lo que se tiene que buscar y lo que se tiene que evitar.
Por último, resaltó que posiblemente el museo vuelva a abrir sus puertas, pero ese no es el meollo del asunto, sino el papel de la memoria en situaciones culturales de trauma donde no es posible utilizar un conjunto de experiencias colectivas pasadas para racionalizar un conjunto de acciones futuras.
“De alguna manera, se construye una memoria que evoca un trauma cultural y que despierta una serie de emociones fuertes de rechazo social. Por lo mismo, por muy insignificante que puedan parecer los hechos, este tipo de iniciativas siempre estarán expuestas a cuestionamientos y a críticas en la medida en que se intente revivir una experiencia colectiva de maldad”.
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