Tantas son las miserias de Venezuela que las hemos naturalizado. El régimen dictatorial de Nicolás Maduro es apenas condenado en las noticias – y mucho menos, en las calles – de cualquier otro país que no sea alguna nación vecina.

Muchos reporteros y periodistas callaron, y no por simpatía ideológica (aunque no se puede negar la existencia de obvios casos) sino porque el horror cala tan hondo que pareciera ya no haber nada para agregar. “¿Venezuela? Pues sí, es un desastre, y no tendrá buen fin” pareciéramos haber acordado todos, y procedemos luego a discutir otro tema más ágil, más novedoso.

El pueblo venezolano, estoico como es, no merece nuestro silencio. No podemos – columnistas, periodistas, activistas, ciudadanos – darnos el lujo de despreciar aquello que los venezolanos tanto ansían: la libertad.

El 29 de noviembre se presentó en Washington un informe de 73 páginas que evidencia la brutalidad, opresión y miseria a las que son sometidos los venezolanos. Ya en el tercer párrafo, el documento (realizado por Human Rights Watch – HRW) sentencia que “la magnitud y severidad de la represión en 2017 alcanzó niveles jamás vistos en la Venezuela reciente”

“Las fuerzas de seguridad y grupos armados pro-gobierno atacaron personas en las calles, usando fuerza extrema y de a momentos, letal, causando decenas de muertos y cientos de heridos”, continúa el informe de HRW, que denuncia también que “agentes de inteligencia del gobierno retiran a personas de sus hogares o realizan detenciones callejeras incluso donde no hay siquiera manifestaciones”.

El documento entra luego en detalles escalofriantes. “Una vez detenidos, los oponentes son sujeto de diversos abusos que van desde golpes severos a la tortura, incluyendo shocks eléctricos, asfixia y otras técnicas”.

El director para las Américas de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, agregó asimismo en entrevista con el diario argentino La Nación, que “no se trata de abusos aislados, sino de una práctica sistemática de las fuerzas de seguridad venezolanas”

Vivanco hizo hincapié en cuán inédita es la situación actual. “Nunca llegamos a documentar este tipo de prácticas tan crueles y deliberadas y que se reproducen a nivel nacional. Esto no es unas cuantas ciudades. La crueldad de las fuerzas de seguridad y de los servicios de inteligencia se replica, y son los mismos métodos”, explicó.

Este tipo de procedimientos no era común en el continente. Según Vivanco, “el único país que en este hemisferio ha tenido un récord de derechos humanos deplorable como una política oficial ha sido Cuba. Hasta ahora, era la única anomalía. Venezuela, hoy en día, es una dictadura. No hay una institución democrática en pie con capacidad para proteger, exigir rendición de cuentas a quienes cometen estos abusos. Las violaciones de derechos humanos se producen como resultado de una política de Estado”.

El documento no es revelador solamente a la hora de describir los hechos que sucumben al pueblo venezolano, sino que también deja al descubierto la inacción de empleados públicos. En esta línea de acción, el informe lee “a pesar de la abrumadora evidencia de violaciones a los derechos humanos, no encontramos evidencia de que funcionarios clave de alto nivel (incluso aquellos que deberían haber sabido de los abusos)  hayan tomado medidas para prevenir o castigar estas violaciones

A pesar de las atrocidades descritas, el continente parece haberse cansado de hablar de Venezuela. Sin embargo, es más que evidente que es justamente ahora, en este contexto y haciendo uso del mencionado reporte, que debemos exigir el inmediato y contundente repudio de todos los gobiernos latinoamericanos a la dictadura de Maduro.

El silencio no sólo es aprobación. El silencio es, sobre todas las cosas, complicidad.

PANAMPOST