El pasado viernes 16 de febrero, la editorial del diario uruguayo El País denunciaba una convocatoria artística por parte de la Intendencia Municipal de Canelones y la Dirección de Promoción Sociocultural del Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) por sus claros fines propagandísticos.
Ambos entes instan, conjuntamente, a la creación de obras que “nos llamen a la reflexión sobre la violencia de género, la diversidad sexual y la no discriminación, la privación de libertad, las infancias y adolescencias, las discapacidades y su impacto personal y social, el racismo, el vínculo entre las generaciones, la situación concreta de quienes viven en la pobreza, así como sobre el terrorismo de Estado desplegado por la última dictadura cívico-militar en nuestro país”.
“En todos los casos se priorizarán las propuestas que se centren en nuestra capacidad de resistencia y resiliencia. En nuestra humana capacidad de encontrar, pese a todo, espacios de rebeldía, aun cuando la vida se puebla de estructuras y mecanismos que intentan anular nuestro ineludible y soberano derecho a la libertad, la autonomía y la justicia”, continúa.
Una mención especial le cabe al rótulo “la situación concreta de quienes viven en la pobreza”, no por su solemnidad, sino por su ironía. Hace más de 15 años que el Frente Amplio (supuesto defensor de los pobres y único poseedor de la receta mágica para combatir la miseria) está en el Gobierno y, en un país de poco más de 3 millones de habitantes, no ha hecho mucho por sacar de forma definitiva a los pobres de donde están.La primera refiere a cómo el oficialismo no se cansa con dividir a la sociedad uruguaya con hechos acontecidos hace ya más de tres décadas. A la izquierda pareciera convenirle que los uruguayos estemos segmentados. Pretende, casi sin disimulo, convertir nuestra cotidianeidad en un “nosotros contra ellos”, en un patíbulo ideológico en el que quien no se alinea con la agenda del Frente Amplio, sentirá la cuerda caer alrededor de su cuello. Es como si necesitaran recordarles a los uruguayos que es justo que la izquierda esté en el poder; al fin y al cabo, esta no hace más que parir mártires.
Hablan, por un lado, de “herencias malditas”, como si nuestros gobernantes ocuparan sus sillones desde hace dos semanas; y por el otro, perpetúan la pobreza con planes sociales que han probado no ser funcionales a los intereses y deseos de toda la sociedad.
Quizás yo entendí mal y la izquierda no es la defensora de los pobres, sino, lisa y llanamente, la defensora de la pobreza.
La mayor observación, no obstante, recae en el dictado de temáticas en sí. Por repudiables que puedan ser la violencia (de género o simplemente violencia, al desnudo) y la discriminación de todo tipo, llama la atención lo limitantes que las futuras creaciones tienen permiso a ser. Si la privación de libertad es una problemática que estos organismos perciben como relevante, pues bien, que den libertad de creación.
Las preocupaciones reales de los uruguayos van en el sentido de la inseguridad, la crisis educativa, los notorios casos de nepotismo y su altísimo costo de vida. Si los artistas quisieran hacer una obra que denuncie los problemas reales con los que el uruguayo lidia hoy, bajo las condiciones de la convocatoria, no podría.
Todo esto se hace, como es costumbre con la izquierda, con dineros públicos. Extienden, exprimiendo al contribuyente, sus mentiras, su discurso cargado de odio, su sesgo, agenda y prejuicio.
El populismo actual y el modelo soviético de propaganda
Afirmó un teórico soviético en pleno auge de la propaganda comunista:
Debemos convertir a los jóvenes en una generación de comunistas. Los niños, como la cera blanda, son muy maleables y deben ser moldeados en buenos comunistas… Debemos rescatar a los niños de la influencia dañina de la familia. Debemos nacionalizarlos. Desde los primeros días de sus pequeñas vidas, deben encontrarse bajo la influencia benéfica de las escuelas comunistas… Obligar a la madre a dar a su hijo al Estado soviético, esa es nuestra tarea.
Desde la tranquilidad y seguridad que otorga el paso del tiempo es fácil que olvidemos el increíble alcance de la propaganda soviética. Desde la introducción del monopolio estatal de la comunicación en 1917, todo flujo de información pasaba por el Estado, ya fuera para rechazar, modificar o aprobar el contenido de un mensaje.
El dramaturgo Isaac Babel confiaría a un amigo que “solo habla libremente con su esposa, por la noche, con mantas sobre su cabeza”.
El modelo soviético de propaganda fue copiado por el nacional-socialismo desde los comienzos de la “Alemania nazi”, y es también emulado en Cuba, Corea del Norte y China, solo por citar los casos de mayor notoriedad.
Moldear al “hombre nuevo” no es tarea fácil. Se requiere insistencia, fuerza, crueldad. Con los niños, tal como ilustra la cita que abre estos párrafos, puede que sea un poco más simple, pero si la “revolución” te atrapó adulto, la historia cambia. Todas las instituciones del Estado, las que deberían garantizar la libertad y seguridad de sus ciudadanos, trabajarán de forma conjunta para que “el pueblo” (una masa anónima jamás especificada) piense de la manera “correcta”. Se regularán los periódicos, el lenguaje y hasta el arte para tan macabro fin.
Para menuda empresa son necesarios los recursos del Estado (es decir, el dinero de sus contribuyentes) que son ahora un medio para el objetivo final: un lavado de cerebros masivo que anule toda aspiración a la libertad, toda capacidad crítica, todo sentido del individuo y todo valor republicano. Una armada de aplaudidores, es, después de todo, mucho más fácil de gobernar (y de sacrificar).
Sin embargo, sería ingenuo concluir que el uso de la propaganda se limita a dictaduras comunistas o fascistas. El populismo, incluso cuando es democráticamente electo, no pierde tiempo en inspirarse en una de las páginas más negras de la historia mundial.
El teórico soviético de la cita inicial, al ver a Uruguay, sonreiría con orgullo.
Fuente: Panampost
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