Afirmaba yo en clase que lo que infla toda burbuja financiera es liquidez. Toda acumulación de errores de inversión exige exceso de liquidez. Un estudiante intentaba refutarme con la burbuja de los tulipanes. Cuando recordó que “hipotecaban sus casas para especular con tulipanes” le pregunté: ¿de dónde salía el dinero para esas hipotecas? De los banqueros holandeses del siglo XVII, me respondió. Pregunté: ¿hubo un enorme y repentino incremento del ahorro? No, me dijo. ¿Cómo podía los banqueros tener más dinero para esos créditos? ¿De dónde salía el dinero que se invertía en los bulbos? Admitía mi estudiante qué del crédito expandido. Y sí, comenzó a notar los rastros del exceso de crédito ampliado que intentaba poner en duda.
Tras una gran corrección a la baja del especulativo –a corto plazo– mercado de criptomonedas. Las bolsas caían –nuevamente– el viernes 9 de febrero (cuando escribí ésta columna). Toda corrección a la baja se inicia por una serie de complejos factores interrelacionados. Pero el motivo nunca es otro que un exceso de liquidez previo. Miles de millones de dólares de estímulos de los bancos centrales tenían que ocasionar –tarde o temprano– una caída generalizada de mercados bursátiles.

La política de los bancos centrales empujó a los inversores a tomar cada vez mayor riesgo por cada vez menos rentabilidad. Crecía la deuda porque los tipos seguían bajos y como siempre ocurre, crecía la legión de auto-convencidos del que los activos de riesgo únicamente podían subir. Porque estaban subiendo. Y cuando suben porque están subiendo, eventualmente bajaran porque no había otro motivo para que subieran.
¿Había señales de riesgo inaceptable en los mercados financieros?
- El bono a dos años de la Grecia de los recurrentes rescates por la UE cotizaba con riesgo implícito inferior al de EE.UU.
- La estatal petrolera venezolana PDVSA, al borde del colapso técnico y financiero –y a la espera de nuevas sanciones a la dictadura socialista en Venezuela– colocaba bonos de alto riesgo con descuentos relativamente bajos en mercados asiáticos.
- Argentina –con record de seis impagos de deuda soberna en un siglo– colocaba un bono a cien años ofreciendo apenas 8%.
- Países inestables –al borde de la quiebra un par de años atrás– colocaban bonos ofreciendo 4 o 5%.
De alguna parte salía el dinero para que se dispararan precios de ciertos activos que no podían –por su propia naturaleza– emitirse en mayores cantidades. Del mismo lugar salía mucho más dinero para más y más emisiones de activos de riesgo dudoso a rentabilidades deleznables. La deuda global creció hasta el 325% del producto global. Que la única posible burbuja que veían los medios fuera bitcoin, en medio de la gigantesca e insostenible burbuja de bonos ejemplifica como los errores de inversión que inevitablemente ocasiona el exceso de liquidez serán profecía auto-cumplida –donde y mientras– nadie los quiera ver. Hasta que todos los vean.
La burbuja y la correción que observamos
El economista y gestor de fondos de inversión Daniel Lacalle aplicaba perfectamente la teoría económica a las condiciones particulares del mercado reciente en su excelente libro La gran trampa para quien quisiera entender, cómo por qué, tenía que suceder lo que sucedió. Anticipó perfectamente lo que vemos porque partió de buena teoría económica aplicada a mercados en que tiene amplia experiencia. Razón más que suficiente para que la abrumadora mayoría de economistas –analistas, gestores y otros expertos que declaren en medios– miren a otro lado, en lugar de a su certera y completa explicación –por anticipado– de la burbuja y la corrección que observamos.
La búsqueda de rentabilidad a cualquier costo únicamente se puede saldar con enormes pérdidas. ¿Por qué? Porque el bono a 10 años de los EE.UU. cotizando a 2.86% de rentabilidad bastó y sobró para desplomar el castillo de naipes de dudosos bonos, al fortalecerse el de menor riesgo. Y sí, la advertencia del efecto del fortalecimiento de los bonos americanos fue más que suficiente para recordarnos que el dinero nunca es gratis. Y a toda borrachera de liquidez de los bancos centrales sigue la inevitable resaca. Resaca que no se cura –pero se disfraza– reiniciando la borrachera para una intoxicación cada vez peor.
La baja tambien trae oportunidades
Afortunadamente estamos lejos de desequilibrios como los de 2007 o 2011. Los bancos no tienen hoy riesgo sistémico de entonces. Las expectativas de crecimiento bursátil por los excesos de los bancos centrales eran globalmente insostenibles. Pero las de ganancias empresariales –no mucho menores– se sostienen razonablemente. Una reducción de impuestos y regulaciones en una economía del tamaño de los EE.UU. no es un estimulo ilusorio con los de los bancos centrales. Para quienes realizaron ganancias en mercados claramente recalentados hace meses, la corrección a la baja significa oportunidades de identificar rápidamente inversión en valor a bajo precio.
Me temo que la reducción de impuestos en los EE.UU. –oportunidad de oro para una competencia fiscal global a la baja para atraer o retener inversiones– carecerá de su correspondiente reducción del gasto. Un Partido Republicano con mayoría en ambas cámaras no logró una reducción real del gasto en una administración republicana. Medio partido ni lo intentó. La administración declara que lamenta el incremento del gasto en lo que no deseaba, a cambio del que sí deseaba. Los demócratas se anotan un éxito en minoría. Y aunque estemos lejos de los riesgos sistémicos del 2007 y 2011 hay otros que no se deben perder de vista. Las pérdidas reales que implica el desmoronamiento del castillo de naipes de los bonos –especialmente en los mercados asiáticos– Los desequilibrios y debilidades sistémicas mal maquilladas de la gigantesca economía China. Porque mientras no nos desintoxiquemos de la adicción a los excesos de liquidez de los bancos centrales, crisis cíclicas se extenderán de unas a otras economías.
Fuente: Panampost
No Comment