Frente a los recientes hechos de violencia frente a carabineros, teniendo uno de ellos como consecuencia, el asesinato de un uniformado en pleno cumplimiento del deber, muchos progresistas e izquierdistas sobretodo, han optado por colectivizar la culpa.
El asesino del carabinero Óscar Galindo, mártir 1208 de la institución policial, es un joven menor de edad con quienes muchos parecen simpatizar solo por el hecho de que su infancia fue carente de guía, recursos y oportunidades, como si fuera culpa del asesinado las condiciones en las que el asesino creció.
Hay una preocupante tendencia en el mundo progresista a transformar la delincuencia en una culpa colectiva que parece aminorar las sanciones tanto sociales como judiciales que estos individuos con plena capacidad de decisión puedan tener.
Da la impresión de que el poder judicial también es parte de este pensamiento colectivista con respecto a la delincuencia donde la culpa de la misma recae sobre la sociedad y no sobre el individuo infractor. Llenos están los anales de los tribunales con casos y casos donde pareciera que la justicia prefiere hacer la vista gorda por distintos motivos y esto nos hace necesario preguntarnos ¿por qué?
¿Cómo hemos llegado a un punto donde no solo se percibe sino que se recibe una justicia parcial?
2017 y Verónica Vera se entera de que el auto que compró en Valdivia, al sur de Chile, en una automotora dirigida por un hombre llamado Sebastián Flores Cañas, no solo está en estatus de intransferible sino que el dueño de la automotora se rehúsa a devolverle su dinero.
Tras investigaciones propias, se encuentra con una lista de personas estafadas de las más diversas maneras por este sujeto que opera en la más absoluta impunidad en la Región de los Ríos. Se entera también de que este personaje ya pagó y apenas recientemente, una sentencia irrisoria por el asesinato y violación de una joven en 1984 en el norte del país.
La mujer asesinada y violada por este hombre y sus camaradas, es Gloria Stockle y su caso solo llegó a esa mínima sentencia gracias a que la televisión realizó un reportaje pues de otra manera el crimen permanecería impune. Sin embargo, tras el cumplimiento de un tiempo mínimo en prisión y la paga de una cierta suma de dinero, el sujeto se encuentra libre y estafando con absoluta impunidad.
¿Podrán los progresistas decirle a la señora Verónica que la culpa de la estafa que ha sufrido a manos de este personaje es su culpa por las carencias que como sociedad, y ella siendo parte de la misma, le han producido?
Si nos vamos al caso OAS en Chile, ¿acaso la sociedad tiene la culpa de las motivaciones de Bachelet y sus secuaces para corromperse frente al poder?
Dos puntos importantes en la discusión sobre la justicia:
- La culpa es individual sin importar las circunstancias que llevan a una persona a cometer un ilícito. ¿por qué? Pues simplemente porque la decisión final siempre es personal. La única razón para implicar a terceros es cuando la vida se ve amenazada y la persona es obligada bajo promesa de muerte a cometer dicho ilícito, pero toda otra acción que involucre la libre decisión del ser humano, tal como estafar, asesinar, violar, o causar daño en cualquier esfera, es únicamente responsabilidad del individuo emisor. Ejemplo de esto es que el crimen no se da solo en estratos bajos sino que se han cometido atrocidades en estratos altos también, porque el ser humano es corruptible a todo nivel y esto no aminora su culpa en ningún caso.
- La justicia parece haber caído en esta trampa de colectivizar la culpa, pues el garantismo exagerado con el que ha operado desde hace mucho tiempo, pero aumentando significativamente desde la reforma procesal penal del 2005, es estridente.
Da la impresión de que los jueces se guían por parámetros absolutamente alejados del sentido común, propios del progresismo que aminora todo quebranto de la ley con una falsa compasión que solo invita a la delincuencia a ser más osada.
Dándole ese beneficio de la duda a la justicia, queremos creer que simplemente el progresismo está en su misma médula, porque si nos atrevemos a reconocer lo que a algunos les parece obvio, podríamos decir que más vale cerrar el país por fuera y venderlo al mejor postor. Nadie quiere conformarse con la idea de que en realidad la justicia no es ciega, no es imparcial y que los chilenos parecen estar destinados a vivir bajo la carga de su falta de influencias para obtener la tan básica y preciada justicia.
Entonces, ya no nos cuestionamos si la justicia es ciega o indiferente a algunos, sino que nos preguntamos por qué, ya que debe haber alguna razón por la cual la probabilidad de sobreseimiento del asesino del carabinero Óscar Galindo y la total impunidad de personajes como Sebastián Flores Cañas y aún más, Bachelet y su intocable equipo, sean la normalidad judicial.
Quizás la respuesta es que el poder corrompe y que la estructura del poder judicial tiende a empoderar y eternizar en cargos a personas tan falibles como todos y que viéndose con una cuota de poder, la mal utilizan.
Es posible que la tarea del gobierno no solo sea denunciar, reaccionar, defenderse y tratar de avanzar con su programa, sino que para cumplir con la tan alta expectativa nacional de obtener justica, comience a firmemente abogar por la libertad individual con las consecuencias que esta tiene para que cale en la cultura de las personas y no se conformen con simplistas explicaciones colectivistas sobre el mal.
También los poderes del Estado, si bien deben ser respetados y funcionar con independencia, deben ser cuestionados cuando hacen abandono de deberes o su labor es deplorable e ineficaz.
Esto no nos vuelve dictatoriales, sino que nos da una oportunidad para establecer cánones que le permitan al poder judicial ser aquello que la ciudadanía necesita que sea…JUSTO.
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