Luego de las jornadas heroicas de protestas en Venezuela que mantuvieron al mundo a la expectativa de finalmente presenciar un esperado cambio en nuestro país reprimido, golpeado, abusado; Venezuela ha pasado de moda –y es lógico. Para qué seguir a los acontecimientos de Venezuela si no hay esperanza. Es perder el tiempo.

¿Y por qué no hay esperanza?

Por años se ha inculcado la idea de que Venezuela es una democracia un tanto deteriorada, pero democracia al fin. Una democracia donde hay un gobierno que se excede y tiene aspiraciones dictatoriales y por otra parte una oposición democrática y moderada que busca salir del gobierno mediante elecciones. Y siempre ha estado tan cerca de lograrlo pero por X o por Y no ha podido: si tan sólo tuviera tanto % más de apoyo, o más testigos en los centros electorales, o líderes más carismáticos, o cualquier infinidad de racionalizaciones mediocres que buscan ocultar la realidad.

En Venezuela no hay gobierno y oposición. Hay un cartel narcoterrorista con una “oposición” conformada por socios y chantajeados.

Es un sanguinario grupo criminal que por 18 años ha engañado al mundo orquestando la ilusión de que ha sido triunfador de procesos democráticos cuando en realidad siempre ha tenido el control total del proceso “electoral” y de sus actores, incluyendo a los “opositores”.

Estos narcoterroristas han utilizado el manto de su “democracia” como sustento y escudo para cometer los peores crímenes de lesa humanidad que ha visto el continente americano: persecución política salvaje, más de trescientos mil homicidios por asesinos protegidos, 30 % de aumento en mortalidad infantil en tan sólo un año, hambruna deliberada con el venezolano promedio perdiendo más de 10 kilos en un año, y dolorosamente, tanto más.

Una y otra vez –y desde antes de la llegada del golpista y asesino Hugo Chávez a Miraflores– este cartel, ingeniado y organizado por el tirano Fidel Castro desde la Habana, ha utilizado las más meticulosas técnicas maquiavélico-leninistas de distracción y engaño. Con eficaz y tenaz maestría han sembrado y propiciado a actores políticos que dirijan a la masa opositora por caminos de ilusiones engañosas sin destino real, todo con el fin de facilitar su cómoda perpetuación en el poder.

La MUD ha sido el más reciente de estos caballos de troya

Esta coalición liderada fundamentalmente por títeres del cartel ha cumplido su rol con destacadísimo y macabro esplendor: mantener al régimen.

Son los responsables de entregar dos elecciones presidenciales ganadas, de apagar las protestas del movimiento La Salida de 2014, y de canalizar las frustraciones de la ciudadanía por vías inofensivas como la auto-castrada Asamblea Nacional. También son los responsables de matar a la última y heroica oleada de protestas ciudadanas a cambio de unas insignificantes gobernaciones simbólicas. Y esto es tan sólo un humilde resumen del amplio historial del sabotaje de la MUD hacia las vías reales para lograr la Libertad de Venezuela.

Ya está más que demostrado que los venezolanos no nos liberaremos ni solos ni desde adentro de Venezuela.

Los esfuerzos titánicos de toda la verdadera Resistencia en Venezuela deben, necesariamente, ir acompañados por una agenda firme y concreta en el escenario internacional. Esta debe ser una agenda política, social, cultural, logística y sobre todo: militar.

¿Por qué una agenda militar?

Venezuela no será libre sin la conformación de un poder armado capaz de enfrentarse a la mafia chavista. Incluso si por el milagro del milenio Maduro decidiera ceder el poder a quién sea de la oposición, el resto de su cartel tendría que levantarse en armas para defender sus propios intereses. De lo contrario se enfrentarían a las más altas condenas penitenciarias –a nivel nacional e internacional– como consecuencia de sus prolíficas carreras corruptas, criminales y asesinas. Y ellos lo saben.

La única manera de conseguir la libertad y evitar un enfrentamiento sería presentando una amenaza militar tan abrumadora que haría a los criminales del eje chavista temblar ante las inevitables consecuencias de no rendirse. Frente a este panorama, incluso 50 años de cárcel les sería más atractivo.

No hay salida democrática. No hay salida pacífica. No hay salida sin intervención militar desde el extranjero.

Por eso el principal objetivo de quienes deseen obrar por la libertad de Venezuela debe ser la conformación de una coalición militar internacional. No será fácil, pero tampoco es imposible.

Ahí es donde entra la enorme tarea de generación de matriz de opinión y de lobbying que deben realizar todos los venezolanos en el exterior con algún nivel de cercanía a los poderes de los países que los han acogido. Es fundamental reclutar el apoyo logístico y militar de los países amigos.

Pero, ¿cómo convencer a los demás países de apoyar militarmente a la causa de la Libertad de Venezuela?

No es tan complicado: se debe demostrar que está en su interés apoyarnos. Y escribo “demostrar” porque es exponer la realidad, no una táctica de manipulación.

Todos los países del continente americano –e incluso la gran mayoría de los países occidentales– sufren las nefastas consecuencias de haber tenido líderes dispuestos a ignorar e incluso colaborar con la instauración en Venezuela de la más importante guarida criminal de la historia moderna.

Terroristas de las FARC, Hezbolá, Al Qaeda, Etarras y un sinfín de carteles de narcotráfico y brutales organizaciones criminales han operado con impunidad total –y más bien bajo el auspicio del “gobierno”– en Venezuela. Este festín perverso de la maldad mundial ha hecho del terreno venezolano su campo de entrenamiento; de las instituciones venezolanas sus proveedores de legitimidad (pasaportes, documentación, empresas de lavado de dinero, etc); y del cartel venezolano su principal proveedor de recursos en armamentos, drogas, e incluso financiamiento para emprendimientos delictivos o “políticos” –como el caso de Podemos.

No sería exagerado afirmar que cualquier manifestación de crimen organizado a nivel mundial está íntimamente relacionada con el régimen comunista narcoterrorista que azota a Venezuela.

Está en el interés del mundo –y sobre todo del continente americano– acabar con este empuje y apoyo logístico, dirección, refugio, y proveeduría que el Cartel de Miraflores le ha otorgado a los criminales de sus respectivas tierras y en ellas mismas.

Está en su interés acabar con este peligroso cáncer que ha intentado, con gran éxito, hacer metástasis y ocasionar lamentables daños a sus países.

Cualquier salida va a tomar tiempo y va a requerir armas. Aún sin ninguna intervención armada, decenas –probablemente centenares– de miles de venezolanos perderán sus vidas a manos del régimen criminal que somete a la nación.

Aceptar la realidad de que la única vía para la Libertad es por la amenaza armada internacional y comenzar a obrar para posibilitar este escenario y asegurar su éxito es lo único que nos acercará al final de esta ensangrentada pesadilla y al comienzo de una nueva era llena de paz, prosperidad y un millón de posibilidades.

El escenario internacional finalmente nos presenta tierra fértil para esta idea. Han caído muchas máscaras, y los líderes internacionales han cambiado. Es el momento oportuno. Debemos tomar esta ventana de oportunidad antes de que se cierre.

Es hora de que los venezolanos recuperemos la Libertad por la única vía que nos queda.
Y es hora de que el mundo nos apoye. Contamos con que lo hará.

PANAMPOST