El 8 de septiembre de 1966 se estrenó en NBC una serie de ciencia ficción producida por Gene Roddenberry en Estudios Desilu: Star Trek. Estuvo al aire únicamente tres temporadas, pero inició una multimillonaria franquicia que tras medio siglo tiene “larga vida y prosperidad”. Entre las más retransmitidas del mundo, Star Trek llegó a mi infancia –más o menos al tiempo en que en los EE.UU. podía ver la serie animada– como Viaje a la Estrellas. Y en blanco y negro disfruté esa serie de TV como ninguna otra.
En ciencia ficción se imagina tanto tecnología mayormente plausible a la luz de la ciencia actual, como completamente absurda. Hay ciencia ficción para mero entretenimiento y hay sofisticada reflexión sobre problemas políticos y sociales. Roddenberry ideó en una serie de ciencia ficción que –hasta donde fuera posible– ofreciera ciencia y tecnología plausible mientras hacía crítica social al estilo de Jonathan Swift en los Viajes de Gulliver. Suspenso y aventuras, la fascinación de especies y culturas extraterrestres, ciencia, tecnología y estética futurista, como envoltura de fábulas morales orientadas por la contracultura de finales de los ’60.
La Federación, que Star Trek nos presentó, sería la perfecta utopía socialista democrática. Un Estado de Bienestar interplanetario sin dinero. Lo bueno: una tripulación multirracial –y multiespecie– del futuro que superó aquellos prejuicios. Lo malo: el nunca explicado socialismo ingenuo económicamente inviable. Roddenberry imaginó a tres siglos en el futuro –y tras una guerra nuclear– una avanzada economía sin dinero, prospera y libre extendiéndose por la galaxia. Imaginó una humanidad libre de pobreza por medios opuestos a los que lo lograrían.
Entre la serie original y las series que parten de La Nueva Generación, lo que en los ´60 era contracultura se estableció en el discurso mayoritario. La utopía se limitó a frases como “cuando el dinero se extinguió como los dinosaurios” o “ya no dedicamos nuestras vidas a la acumulación material”. ¿Cómo funcionaría la división del trabajo en esa avanzadísima sociedad sin dinero? El misterio jamás se explica. Se da por “obviamente” solucionado. Star Trek imagina tecnología plausible para rodear la imposibilidad del que la materia supere la velocidad de la luz. Sus naves doblan el espacio para desplazarse de un punto a otro como si viajaran más rápido que la luz sin hacerlo realmente. No chocan con la teoría de la relatividad y evaden la dilatación temporal a velocidades cercanas a la de la luz. Pero sus transportadores son imposibles por el principio de incertidumbre de la física cuántica.
He disfrutado de todo lo que he visto de la franquicia Star Trek, como una fantasía en que hay aspectos plausibles, y tecnologías que no solo llegaron a desarrollarse, sino que serían antiquísimas en el futuro en que la serie las ubicó, acompañadas de “unicornios” científicos inevitables en la ciencia ficción. Incluyó muy extendidas fantasías económicas de consecuencias trágicas en la realidad. Pero no es necesario compartir lo económicamente inviable que se empeñó en creer Roddemberry para disfrutar la hermosa ciencia ficción que concibió.
Nadie sabe cómo funciona el imaginario sistema político de la Federación Unida de Planetas. Y menos cómo funcionaría sin dinero una avanzada economía interplanetaria. Algo tan o más imposible que el “compensador” del transportador. Los reactores de antimateria fueron una gran solución imaginaría a la cantidad de energía que requeriría la tecnología de Star Trek. Pero como el transportador, la economía sin dinero se afirmó sin explicación plausible alguna. La idea subyacente es muy marxista. Sería “plausible” si la dialéctica material de la historia crease lo que luego todos consideran tan obvio que no se molestan en explicarlo. Pero no crea nada. Y sus creyentes no imponen paraísos de prosperidad, sino infiernos de miseria.
Lo realmente fantasioso de Star Trek es que en una avanzada y prospera economía sin dinero, y por consecuencia sin posibilidad de cálculo económico, las personas produzcan bienes y servicios sin contraprestación predeterminada y reciban lo que requieran sin pagarlo realmente. En Deep Space Nine, una de las mejores series derivada de La Nueva Generación, la realidad económica roza la utopía y el dinero aparece como un metal escaso que sirve de medio de intercambio indirecto ampliamente aceptado. Oficiales de La Federación negocian privadamente con ese dinero abiertamente en mercados negros, mientras repiten “mantras” sobre el dinero típicos de Star Trek.
No es raro en la cultura anglosajona que nos vendan socialismo Fabiano mediante ciencia ficción. Antes de la segunda guerra mundial la película Lo que Vendrá, con guión de H G Wells, fue una película preciosa con un mensaje nada sutil. Star Trek es sutil. Admite contradicciones y paradojas en su utopía. Sus guionistas probablemente entienden que la ciencia ficción es la mitología de nuestros tiempos.
Un ejercicio de imaginación como Star Trek especulando desde la ciencia económica, pudo anticipar en décadas el colapso del socialismo soviético e imaginar problemas económicos, políticos culturales e incluso biológicos del comercio interplanetario. Anticipar criptomonedas e imaginar implicaciones del reclamo de auto propiedad de inteligencias artificiales que llegasen a descubrir fines propios. Pudo especular con la inviabilidad del socialismo y sus trágicas consecuencias a escala planetaria. Pero eso no era lo que interesaba a su genial creador. En física y tecnología Star Trek ha sido todo lo fascinante y plausible que puede llegar ser un extraordinario ejercicio de ciencia ficción. En economía es un cuento de hadas en el espacio. Un cuento de hadas hermoso que pese a lo inviable de esa fantasiosa economía, insistió consistentemente en que racismo, intolerancia e imperialismos son males superables. Y aunque presentó la ridícula caricatura Ferengi del capitalismo, imaginó formas tan totalitarias, imperialistas y malignas de colectivismo como los Borg.
PANAMPOST
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