Lo que sigue para México después de las elecciones (Twitter)

Andrés Manuel se ha proclamado como absoluto ganador de las elecciones presidenciales en México y, si todo va conforme a lo establecido, será quien esté al frente del poder ejecutivo federal durante los próximos seis años.

La victoria de MORENA, si bien era previsible, fue tan aplastante que incluso los mismos simpatizantes de dicha organización política se mostraron sorprendidos con los resultados.

Queda demostrado así que la rumorología previa a las elecciones sobre la posibilidad de un fraude electoral o algún acuerdo cupular para evitar la llegada del AMLO a la presidencia no tenía ninguna clase de fundamento empírico y estaba cimentada más bien en la ilusa esperanza de sus detractores de no verlo ataviado con la banda presidencial el siguiente 1 de diciembre.

Los tiempos han cambiado, los tiempos del “priato” y los dedazos han quedado atrás, al menos por ahora.

La democracia en México: la gran ganadora de la jornada

A nivel institucional la gran ganadora de estas elecciones sin lugar a dudas ha sido la democracia; ese concepto tan idealizado por algunos y tan temido por aquellos que sostienen que no es más que la tiranía de las mayorías.

Es una realidad que diversos factores como la tranquilidad con la que se llevaron las elecciones, el alto índice de participación ciudadana en la emisión del voto (así como en la logística necesaria para su realización y el conteo posterior), la claridad de los resultados, el puntual reconocimiento de la derrota por parte de los otros candidatos, la alternancia lograda y las diversas muestras de civismo por parte de la sociedad civil han hecho que no quede duda alguna de que finalmente, después de doce años de campaña y varios intentos fallidos, AMLO será el próximo presidente legítimo de México.

La confianza ciudadana que en general se percibe hacia las autoridades electorales y la relativa transparencia con la que se manejaron las elecciones presentan una coyuntura sin precedentes que hace apenas veinte años atrás era impensable y que hoy, nos gusten los resultados de las elecciones o no, debemos reconocer y celebrar.

La temeraria apuesta democrática de México; un gobierno todopoderoso

Son clarísimas las razones para la victoria de AMLO; su discurso “antisistema” terminó por seducir a una mayoría cansada y asqueada de los políticos tradicionales. Su perseverancia terminó por instaurar entre el electorado la idea que ya “le tocaba” y ese solo era argumento suficiente para ni siquiera considerar otras opciones o propuestas.

Del nuevo presidente electo preocupan muchas cosas como el condicionamiento de su respeto a las instituciones solo cuando estas lo favorecen (como hoy es el caso), el radicalismo de su discurso nacionalista frente a un mundo cada vez más globalizado, su falta de mesura cuando de confrontar opositores ideológicos se trata y la monotonía de su discurso “anticorrupción” que lejos de ofrecer soluciones parece ser más bien un mero ejercicio propagandístico, por mencionar solo algunas.

Sin embargo, lo más preocupante es el poder absoluto con el que gozará durante los siguientes seis años. Sin entender lo que el diseño republicano y la división de poderes pretende, el mexicano promedio salió a votar con el hígado y no con la cabeza y decidió que la misma fuerza política del presidente será la que tendrá la mayoría absoluta también en las dos cámaras representativas del poder legislativo.

Voto masivo a MORENA” pregonaban algunos incautos activistas que en el discurso se dicen ser opositores del totalitarismo y a la represión estatal mientras promovían abiertamente concentrar todo el poder en el nuevo partido de izquierda.

No se equivocaba la banda de rock Molotov cuando en una de las canciones más emblemáticas de protesta política de la era moderna a nivel regional afirmaba que “si le das más poder al poder, más duro te van a venir a joder”. El panorama en este sentido luce gris y bastante escabroso para el futuro inmediato de nuestro país.

Lo que nos toca como ciudadanos

Llegó el momento de centrar la discusión política a nivel nacional también en lo que la sociedad civil haga y no solo en lo que los políticos y funcionarios propongan y emprendan. La gran misión de la sociedad civil organizada en un verdadero Estado de Derecho es formar un músculo ciudadano que funja como contrapeso al poder estatal y hoy más que nunca nos toca estar conscientes de ello.

La división y la polarización que naturalmente forman parte de un proceso democrático tienen que quedar atrás y, sin importar cual haya sido el sentido de nuestro voto, hoy toca exigir a los nuevos gobernantes que se conduzcan con honestidad y transparencia, pero, sobre todo, que coloquen como eje central de su agenda el respeto a las libertades individuales económicas y civiles de sus gobernados.

Nuestro presente y futuro están llenos de interrogantes y de problemas que resolver en el corto, el mediano y el largo plazo. La pobreza, la falta de oportunidades, la violencia en las calles y la lacerante corrupción de la que somos víctimas día a día en el país no deja espacio alguno para la indiferencia.

La política no lo es todo, pero confiarle tanto al Estado y sus representantes si puede terminar por arrebatárnoslo todo. No se equivocaba Thomas Jefferson cuando afirmaba que “el precio de la libertad es la eterna vigilancia”, haciendo una clara referencia al deber cívico más importante que un demócrata y republicano puede tener.

Es tiempo de dejar de querer que papá gobierno solucione nuestros problemas como sociedad y tomar las riendas de nuestro destino, siendo esta una labor que toca reconocer en todos por igual; la microempresaria que vende abarrotes en su colonia, el profesor que se prepara cada día por hacer mejor su trabajo, el estudiante que está descubriendo su vocación, el nuevo emprendedor que busca generar empleos y también, pero exactamente en la misma medida que al resto, en el nuevo presidente de la República.



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