De los pocos países de peso político -aliados de Maduro- que han reconocido las  ilegales y fraudulentas elecciones presidenciales del pasado 20 de mayo que le dan la reelección para el período 2019-2025, se cuentan Rusia, Irán, China, Turquía, Bielorrusia, Siria, Cuba, Nicaragua, Bolivia y El Salvador.  

Mientras, al menos 14 países latinoamericanos más Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea en su conjunto y otros del Grupo de los 77, lo desconocieron y se preparan para mayores sanciones unilaterales y acciones conjuntas.

Tras estas elecciones queda más en evidencia con quiénes cuenta el régimen dictatorial venezolano para su sobrevivencia en medio de una situación política y social explosiva, de bancarrota económica y duro aislamiento internacional, en que la lógica prevé un desenlace a mediano plazo porque es prácticamente imposible  que una sociedad se sostenga en condiciones tan precarias por mucho tiempo.

Ahora bien, ¿hasta qué punto esos países  aliados pueden salvar a Maduro?

De ellos, los más interesados  y con mayor poder de influencia son Rusia, China y Cuba. Los otros o están muy lejos y demasiado involucrados en sus propios y delicados asuntos  -como es el caso de los pertenecientes al Medio Oriente-, o se encuentran demasiado débiles para actuar, que es el caso de los izquierdistas radicales que gobiernas (o desgobiernan)  Nicaragua, Bolivia y El Salvador.

El gobierno de Daniel Ortega, quien optó por la represión desde el 18 de abril a las protestas en su contra  que en todo el país ya suma 76 muertos, está bregando por mantenerse en el poder ante la presión de militares y sanciones internacionales. El presidente Evo Morales  enfrenta desde el año pasado un clima de protestas contrarias a su gobierno que si bien han bajado de intensidad, se mantienen en varias regiones del país.

Y la dramática situación de violencia y de emigración que sufre El Salvador, la cual ha sido definida por  el exalcalde de Nuevo Cuscatlán y San Salvador Nayib Bukele “…como la que llevó al país a la guerra civil”, mantiene en jaque al mandatario Salvador Sánchez Cerén.

Pero los  aliados supuestamente más interesados e influyentes también atraviesan dificultades  internas y externas que los limita en su ayuda y sostenimiento al madurismo.

Empecemos con Cuba, el más interesado en América Latina porque  su destino político y económico está ligado al de Venezuela, y viceversa.

No por casualidad, según cientos de documentos de la petrolera estatal PDVSA examinados por la agencia  Reuters que detallan las importaciones y exportaciones de enero de 2017 a mayo de este año, muestran que la compañía ahora está comprando crudo a precios de mercado para entregarlo a los aliados, en envíos que nunca pasan por Venezuela. Solo a Cuba entregó cerca de 440 millones de dólares en crudo extranjero, bajo condiciones crediticias muy favorables.  

Sin embargo, es impagable  e insostenible en el tiempo toda la ayuda de militares, médicos y expertos de inteligencia que envía Cuba a Venezuela, menos ahora que crecen las sanciones extranjeras a los dos  regímenes.

Al monopolio estatal Cuba Petróleo (Cupet) no le ha quedado otra que buscar nueva vías para aumentar su producción y diversificar sus mercados. Los rusos han venido ayudando a los cubanos, pero con limites, no pueden subsidiarlos como antaño.  

La presión internacional sobre el nuevo títere cubano Miguel Díaz Canel y la  propia crisis interna en la isla, terminará obligando a los comunistas a abrirse y restringir su apoyo a Venezuela. Incluso,  aunque ahora se ve como imposible, el hartazgo generalizado de la ciudadanía cubana pudiera en cualquier momento incendiar la pradera al estilo nicaragüense. El cambio de moneda en la isla, podría ser esa chispa.

Rusia y China han acudido prestas al rescate de Nicolás Maduro cuando el agua económica le ha llegado por encima del cuello.  Pero cada vez están más cautelosos, en particular China que encabeza la lista de acreedores de Venezuela, con miles de millones de dólares por cobrar.

Aunque China ha prestado a Venezuela más de $ 60 mil millones, el año pasado suspendió más préstamos al gobierno venezolano. Sinopec, el conglomerado chino de petróleo y gas, demandó a la petrolera nacional venezolana PDVSA en diciembre pasado, debido a que no recibió pagos completos por sus pedidos. Algunos analistas aseguran que las empresas chinas perdieron interés en invertir en Venezuela debido a los altos niveles de corrupción.

Por su parte, Rusia ha incrementado en los últimos años su asistencia financiera a Venezuela, sobre todo mediante acuerdos petroleros que son doblemente ventajosos para Moscú: contribuyen a un mejor posicionamiento internacional de la industria energética rusa, y aumentan la dependencia de Venezuela hacia ese país.

Además, empresarios rusos han actuado de asesores de Maduro en el lanzamiento de Petro y el propio Putin  ha alabado la criptomoneda. Para muchos, el objetivo es debilitar la hegemonía del dólar para evitar las sanciones que restringen los movimientos financieros de compañías y bancos rusos. Rusia, cabe añadir, se ha convertido  en el principal proveedor con ventas basadas en crédito, ya sea de bancos rusos o del gobierno.

El apoyo político  de rusos y chinos se ha producido horas después de que el gobierno de Maduro se reeligiera bajo un evidente fraude electoral. Ambos gobiernos han expresado su deseo de seguir cooperando con Venezuela a pesar de que han recibido presiones por parte de EEUU para que dejen de hacerlo. Incluso el gobierno de Putin ha criticado que los países occidentales hubieran anunciado a prior y de forma abierta y oficial que no pensaban reconocer los resultados de las elecciones.

En efecto, esas dos potencias continuarán apoyando. Ya dijimos, les interesa y no solo por lo que han invertido en nuestro país y por los que les adeuda Maduro, sino por razones geopolíticas. Tener un pie en Venezuela  les sirve para en un momento dado mover sus piezas en el tablero de la política mundial y contra el gobierno estadounidense si es necesario.

Moscú, en particular, mantiene relaciones militares con Caracas principalmente por razones geopolíticas, propagandísticas y simbólicas. La prioridad no es tanto ayudar a Venezuela, sino contrarrestar la hegemonía estadounidense.

Sin embargo, ambos están limitados por los propios Estados Unidos y otros como Canadá y muchos de la Unión Europea. Saben que traspasar ese límite  seguramente generaría una unión continental en contra de ellos que pondría en jaque sus inversiones en todo el continente americano.

Bien sabe los riesgos que les acarrearía sobrepasarse en el área de influencia norteamericana, en especial durante la administración de Donald Trump.  De modo que van a tener cautela en cuanto a su apoyo al régimen madurista, a pesar de toda la retórica antiimperialista.

El reelegido dictador Nicolás Maduro, pues, está más solo de lo que se piensa.

Fuente: Panama Post