Llegó al poder prometiendo empleo y reducción de la pobreza. Ahora tienen que cambiar el enfoque para vender otro producto antes de las elecciones. EFE/David Fernández

Las últimas cifras de desempleo en Argentina ponen en un aprieto a Mauricio Macri. En la jornada de ayer se confirmó que el porcentual alcanzó la cifra de 9,6 %, lo que significa que afecta a casi dos millones de personas. Cambiemos ya no puede responsabilizar exclusivamente al Gobierno anterior: en un año se perdieron 250.000 fuentes laborales y se incrementaron los puestos “precarizados”. Según las cifras reveladas por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, el trabajo “en negro”, es decir, en el sector informal no registrado, supera el 33 %.

Esta situación es, sin dudas, un problema para el Gobierno, que aspira en 2019 a llegar a la reelección, aprovechando la atomización del peronismo y la presencia del kirchnerismo que sigue dividiendo a la oposición. Resulta que en medio del optimismo desmedido de diciembre de 2015 (que el mismo Macri reconoció) se hicieron propuestas muy concretas.

Por esos días, el actual presidente argentino repitió una y otra vez las siguientes consignas: que venía a crear empleo de calidad para los argentinos, que la inflación en su Gobierno “no sería un problema” y que dejaría un país con “pobreza cero”. Es más, pidió enfáticamente que midan el éxito de su gestión con base en la reducción de pobres y desempleados en el país.

Cuando las cosas se empezaron a complicar, y los objetivos parecían irrealizables en el marco de un solo período, se cambió el discurso oficial. La promesa de una Argentina sin inflación se modificó al logro de una inflación “que viene bajando” y la propuesta de “pobreza 0” se dijo que era un eslogan, un objetivo, un horizonte. Lo importante era la tendencia hacia donde se iba. Los números, hasta hace poco, le daban la oportunidad a Macri de hablar de “mejoras”.

Aunque durante los dos primeros años de Cambiemos la promesa inicial no se cumplía, la tendencia permitía “vender” una gestión que iba a buen puerto. Hoy, el Gobierno necesita reinventarse luego de una crisis económica que ya arroja números que lo complican, en comparación a los primeros años de su propia gestión.

“El mejor equipo de los últimos 50 años”, como se vendió al macrismo, vino a solucionar los problemas económicos, pero ante la falta de resultados (e incluso el empeoramiento de algunas variables) el equipo comunicacional del Gobierno cambió la estrategia. Lo que la comunicación oficial buscará hacer carne en la sociedad es que la gestión 2015-2019 limpió al país de corrupción. Reconociendo las problemáticas económicas, ya se sugiere que eso quedaría para un segundo mandato, sin la amenaza populista, en un país que pudo superar la corrupción galopante del kirchnerismo.

Pero para esto Macri necesita un símbolo. ¡El símbolo! Estamos hablando de Cristina Fernández de Kirchner (CKF) en prisión. La imagen que representaría el cambio de época y el fin de la impunidad en Argentina. Si el Gobierno llega a las elecciones con la expresidente ocupando su banca en el Senado, a pesar de los procesos en su contra, la guerra contra la corrupción daría la impresión de inconclusa.

Es curioso… Macri, que necesitó siempre de Cristina procesada, pero en libertad para dividir a la oposición, ahora, con la economía en dificultades, la prefiere tras las rejas. La foto de la detención sería “el” logro de su gestión a mostrar, ante el déficit en el ámbito en el que se lo sospechaba más solvente.

Aunque en teoría la justicia es independiente del Poder Ejecutivo, el oficialismo insiste con el discurso que la “ley del arrepentido” fue impulsada por ellos, lo que permite hacer una asociación entre un mérito del macrismo y una detención de CFK.

Ahora la llave para el desafuero y detención de la expresidente está en manos de un peronismo dividido. Algunos ya dijeron que no deberían existir los fueros, y otros que no lo aprobarán hasta que no haya condena firme. Mientras tanto, el Gobierno opera para conseguir el trofeo que necesita antes de las elecciones, luego de haber fracasado en el ámbito de la economía, al que ellos mismos le habían puesto todas las fichas.

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