Una de las palabras más frecuentes en el vocablo de la Nueva Mayoría ha sido “legado”. En su momento, hablaron del legado de Allende y ahora, el de la presidenta Michelle Bachelet. Sin embargo, a solo unos pocos días de la entrega de cargo, ¿cuál es el legado que le deja al país?

Una de las primeras respuestas está relacionada con el tema económico. En el 2014, cuando Bachelet asume la presidencia, el favorable comportamiento macroeconómico del país era motivo de estudio de muchos y tales resultados no estaban ligados a un aumento en los costos del cobre u otros insumos (también conocido como “commodities”) sino a las buenas políticas fiscales y monetarias.

Probablemente, una de las cifras que más llama la atención es la del empleo pleno, que se logró en materia de trabajo bajo la dirección de Evelyn Mathei. Con ese entorno favorable, sería fácil predecir que el siguiente gobierno debía continuar esa misma línea, especialmente con el precio del cobre en constante crecimiento. No obstante, el 28 de febrero el INE publicó que la tasa de ocupación informal en el país se situó en un 29.5% y el desempleo creció y se ubicó en un 7.6%.

¿Qué significa eso para la sociedad chilena? Que casi 1/3 de nuestros habitantes trabajan en la informalidad, con condiciones menos que idóneas y que eso, muy probablemente se verá reflejado en grandes lagunas pensionales y por ende, en pensiones paupérrimas pero “justas”.

Otro de los legados de la magnífica presidenta está asociado a la creación desmedida e innecesaria de puestos de trabajo en el sector público, como mecanismo para frenar las estadísticas de desempleo. Una de las cifras más dicientes es que después de las elecciones de noviembre del año pasado, hubo 144.343 funcionarios más, que en el mismo periodo un año atrás.

A su vez, la polémica Reforma Tributaria que en teoría estaba destinada a financiar una serie de reformas sociales que mejoraran la calidad de vida de los chilenos; entre ellos, una inyección al sistema público de Salud, contrastó con sus resultados: el 55% de la recaudación tributaria estuvo destinada a gastos en personal, lo que significa US$ 3.520 millones. Adicionalmente, y para compensar el incremento en el número de empleados públicos, la adquisición de bienes de consumo, aguinaldos y bonificaciones aumentaron igualmente en un 8,2%. ¿Balance? Todos, individuos y empresas, de todos los tamaños, estamos pagando más impuesto para premiar la eficiencia y buen trabajo de los amigos de Bachelet, que coincidencialmente son los de su alianza partidista.

Otra de las herencias de nuestra humanitaria y social presidenta es la tasa de migración más alta al país. Para evitar confusiones y malos entendidos, no nos referimos aquí a los que vienen a estudiar o que han hecho todos los trámites desde sus países para venir con un fin específico a Chile, sino a esa migración desordenada e ilegal que ha llegado y que además, ahora exige derechos como la educación, salud y vivienda gratis; esa que nos ha recordado la ley de las cavernas y que justifica la delincuencia como método para subsistir ante la “ausencia de intervención y de ayuda del Estado”.

En los últimos días, ha circulado en las redes un video de un vuelo chárter sin ningún logo, que trae a media noche a Pudahuel a 300 haitianos, todos con un mismo sobre y sin saber español. Sumado a esto, la cifra de la PDI acerca del incremento en un 138%  de haitianos en el país, respecto al año anterior (2016), plantea serios interrogantes, ¿de las visas disponibles, cuál es el formulario diligenciado para ingresar y cuáles son los soportes para acreditar la información, o acaso cree el Ministerio de Relaciones Exterior, que cada día son cientos de haitianos (por solo mencionar una nacionalidad) que llegan porque quieren ser “turistas” de nuestro país?. Curiosamente, la última semana, la página oficial de extranjería ha sufrido un “colapso” y no puede ser consultada, pareciera que la página solo es testigo del colapso interno que su gobierno.

Para sumar al listado de “bienes heredados”, una profunda crisis en nuestro sistema judicial, que se extiende desde la impunidad y lentitud de los jueces hasta una pugna entre la Fiscalía y los Carabineros, pasando por un incremento en los delitos y la percepción de inseguridad en las diferentes regiones del país. Esta es probablemente una de las peores herencias al pueblo chileno, ya que cuando se desconfía de las instituciones y sus representantes, la justicia empieza a ser tomada por las manos ciudadanas y es ahí cuando el caos emerge. No es de sorprender, que a 8 años del 27F (terremoto y tsunami en Chile), no ha existido ninguna condena máxima cuando 525 personas murieron por una acción deliberada de omisión de la entonces presidenta (y que así lo ratifican los videos), luego de que Solange Huerta la exonerara y en señal de agradecimiento, fuera nombrada como Directora del SENAME.

Finalmente, la Real Academia Española define legado como “aquello que se deja o transmite a los sucesores, sea cosa material o inmaterial”, siguiendo sus propias palabras, Michelle Bachelet, la primera mujer presidenta nos ha dejado una herencia: crisis económica, desconfianza institucional y política, y caos social. En pocas palabras, ha echado tierra a la consolidación de Chile como una verdadera república y nos ha alejado de la idea del desarrollo integral.

Fuente: es.panampost.com