Una vez más la ministra de Asuntos Penitenciarios, Iris Varela, se ganó el rechazo y el repudio de miles de venezolanos luego de que calificara a los emigrantes de ese país como “frustrados”.

En una entrevista para el canal estatal VTV, Varela dijo que quienes dejaron Venezuela son unos “frustrados de las guarimbas”; en referencia a las recientes protestas contra el régimen de Nicolás Maduro.

“Que no regresen nunca”, dijo la ministra en relación con los millones de venezolanos que se han visto obligados a dejar su país para huir de la crisis. Además, Varela se refirió al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, como “monigote de los gringos”, y dijo que en ese país “legalizaron el contrabando”.

“Allá hay negocios de productos que roban de aquí de Venezuela. Como se sienten apoyados por el imperio, entonces dan rienda suelta a todo el veneno que sienten contra nuestra patria”, señaló.

Pero las declaraciones de Varela dieron pie a que el abogado chavista Jesús Silva afirmara en su cuenta de Twitter que “todo venezolano que deje a su patria (…) no puede regresar más nunca” y agregó que “hay que expropiar todo lo que tenga en nuestro país”.

Los que los chavistas quieren ocutar, pero no pueden

Pareciera que tanto Varela como Silva ignoran que por primera vez en la historia Venezuela enfrenta una crisis humanitaria, económica y política que ha obligado a sus ciudadanos a abandonar su tierra tras no existir calidad de vida.

Del país suramericano han emigrado más de tres millones de venezolanos buscando emprender, trabajar y vivir en otras tierras.

Y es que aunque con Hugo Chávez  y el “socialismo” empezó la ruina de Venezuela, es Nicolás Maduro quien se ha encargado de materializar la destrucción a la perfección: logró la inflación más alta del mundo, los salarios más bajos de la región, una escasez de alimentos y medicamentos que supera el 90 %; logró que los servicios públicos no funcionen y que el poder adquisitivo de los venezolanos simplemente no exista.

Los venezolanos no abandonan su tierra porque quieren, sino porque son expulsados por una crisis sin precedentes, sin saber cuándo volverán a ver a sus familiares.

En el país suramericano un joven de 25 años no puede soñar con comprarse un apartamento porque cuesta alrededor de unos 20.000 dólares, con un  salario base de USD $2. Lo que significa que un venezolano tendría que trabajar 833 años para poder adquirir un inmueble.

Alquilar un apartamento en Venezuela es imposible. La oferta de inmuebles en alquiler es prácticamente nula tras las leyes y controles impuestos por Hugo Chávez.

Iniciar una familia también es una “hazaña”, las mujeres pasan los 9 meses de gestación haciendo largas filas para comprar pañales, pues no se consiguen todas las tallas ni tampoco todas las marcas.

Las fórmulas lácteas no existen y las vacunas tampoco son fáciles de adquirir; de hecho, la dictadura venezolana exige el chavista Carnet de la Patria como requisito para suministrarlas y por esa razón hay madres dispuestas a cruzar las fronteras para vacunar a sus hijos.

Los precios de los alimentos aumentan todos los días con una inflación galopante. Hay que preguntarse cómo hace un padre de familia para mantener a sus hijos bien alimentados, cómo les paga los estudios y además los gastos en salud, pues los cálculos indican que solo para comer, los venezolanos necesitan 20 salarios mínimos al mes.

A todo esto se suma que la calidad de los servicios públicos es paupérrima; por ejemplo, en la región Central del país la electricidad falla al menos cinco veces a la semana y el agua llega a las viviendas solo dos veces por semana.

Al transporte público se le puede calificar de tristemente deficiente; los autobuses, cuando hay, no cumplen las rutas establecidas y como no hay repuestos para dichos vehículos simplemente los gobiernos regionales utilizan camiones de ganado para trasladar a los transeúntes.

Los funcionarios policiales han sido señalados por muchas de las víctimas en ser los primeros en ejercer fechorías, y los delincuentes no son capturados por “miedo” a represalias. Desde las cárceles del país se manejan los crímenes, y el régimen premia a los detenidos con salarios mínimos y hasta con discotecas y sembradíos de marihuana dentro de los centros de reclusión.

Pero esto no es todo, en los últimos años el impulso que tienen los venezolanos para salir de su país son sus propios padres y abuelos que no pueden mantenerse con una pensión de miseria; por esta razón quienes trabajan en el exilio envían dinero a sus seres queridos para ayudarlos a mantenerse.

A toda esto hay que sumarle la escasez intencional de pasaportes que tiene a los venezolanos atrapadosen su país.

Hay que recordar, además, la delincuencia, las miles de familias separadas, la escasez de medicinas y de alimentos, la desnutrición, el desabastecimiento, el cierre de medios de comunicación, la persecución a la disidencia, los presos políticos y el fraude electoral.

En resumidas cuentas, mientras Iris Varela aspira a que los emigrantes venezolanos no regresen a su tierra, son millones los que desean que sea ella, y todo el régimen de Nicolás Maduro, los que abandonen el poder para podr regresar.

 Fuente: Panampost