Durante una entrevista, el diputado opositor José Guerra trató de condonar al régimen chavista. (Archivo)

Destaco la palabra «opositor» entre comillas. Porque quien insinúe que el régimen más letal que se ha erigido en Venezuela, al menos en su historia contemporánea, culpable de la devastación de una nación, obra de buena fe, no puede llamarse opositor. Desvarío nauseabundo que debería despertar la indignación de todos los sensatos.

Lo dijo el economista, profesor y diputado, presuntamente opositor, José Guerra. Miembro del partido Primero Justicia, ilegalizado por la dictadura.

Durante una entrevista en el programa del periodista César Miguel Rondón, Guerra trató de analizar las últimas medidas políticas de Maduro, esbozadas para terminar de destruir por completo la iniciativa privada, el emprendimiento y el poder adquisitivo en Venezuela. Habló de los anuncios como si realmente fueran medidas económicas —y no exclusivamente políticas—. Absurdo, ciertamente.

No obstante, el delirio se exhibió luego de que el curador y expresidente del Museo de Ciencias de Caracas, Sergio Antillano, participara en el programa con un comentario: “[La devastación es] inducida. Nada es casual ni a lo loco. Todo es adrede y pensado para el mismo fin. La construcción de un Estado totalitario y hegemónico de ciudadanos en miseria desprovistos de derechos y una casta que monopolice el poder y las riquezas”.

Palabras acertadas y pertinentes; pero que contrastan groseramente con la candidez —imbecilidad o complicidad— del diputado José Guerra, quien en su respuesta a Sergio Antillano trató de condonar a los criminales rojos.

“A mí me cuesta pensar que la gente actúe de mala fe. Como yo no lo hago, a mí me cuesta pensar eso. Yo no creo que un tipo quiera hacerle daño a otro”, dijo Guerra. Ahí, el periodista César Miguel Rondón lo interrumpió y recordó las honestas palabras de la vicepresidenta Delcy Rodríguez: “Alguien confesó que la Revolución era una venganza personal”.

Guerra, sin prestar atención, continuó: “Yo creo que los hombres no podemos actuar por venganza o retaliaciones. Yo creo que es impericia. La economía está manejada por unos amateurs. No creo. No es la mala intención la guía que los orienta a ellos”.

“Hay Gobiernos de izquierda en el mundo que son muy capaces”, dijo Guerra, en un intento de disociar las ideas del chavismo de sus frutos. “Este no es el caso venezolano”.

Las palabras de José Guerra deberían escandalizar a toda la sociedad. Cómo, entre el bando opositor, se cuela un individuo dispuesto a sugerir que, detrás de las más letales ofensivas del régimen en contra de toda una ciudadanía, ya suprimida, existe la sana voluntad, legítima; pero subordinada a una presunta ineficiencia.

El destierro, la tortura, el asesinato, todas políticas de Estado, entonces no serían prácticas malintencionadas. Resultados, en cambio, de una buena fe mal encaminada.

Resulta inaceptable que, luego de casi veinte años de chavismo, haya el que insinúe que no todo se debe a la criminal voluntad de someter todo, como bien dijo Sergio Antillano, a un completo Estado totalitario comunista, dependiente de gentes necesitadas, supeditadas a las dádivas del Estado. Y ello solo se logra devastando la economía.

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