La importancia de una ética del liberalismo y el libre mercado se han estudiado mucho. La mayoría de los que lo han hecho tienden a coincidir en que la fundamentación moral de la libertad en el utilitarismo económico es insuficiente. Y debe serlo porque la moral es un resultado evolutivo de la acción humana a muy largo plazo. Toda ética necesariamente parte de intuiciones morales que dependen, para bien y para mal, de sentimientos e instintos.

De poco sirve mostrar la realidad ineludible de la escasez; la abrumadora evidencia teórica y empírica de la superioridad de una sociedad libre para sostener la vida de millones de seres humanos en mejores condiciones que cualquier otro orden social; y la imposibilidad de los procesos intersubjetivos de la economía libre en ausencia de plena propiedad privada, ante individuos convencidos de la supuesta maldad moral de todo aquello, y la supuesta bondad moral de una utopía que únicamente produce miseria y muerte. Pero no es el estudio de causas y consecuencias de la riqueza que causa la economía de mercado; la pobreza que extienden las economías intervenidas; o la miseria que ocasionan las centralmente planificadas, lo que evita o estorba la fundamentación ética de la libertad.

La ética socialista ha encontrado asidero en occidente, tanto en doctrinas teológicas filo marxistas surgidas y extendidas entre ordenes y jerarquías de la iglesia católica –y en iglesias protestantes– como en la interpretación literal de la Biblia; la extra bíblica proclamada revelación del espíritu santo; textos sagrados de religiones orientales; sincretismos neopaganos; iluminismos hermético-gnósticos; racionalismos iluministas; y materialismos proféticos rigurosamente ateos. Las fuentes no pueden ser más diversas, pero todas las variantes de socialismo comparten la misma primitiva moral tribal. Y todas proclaman una ética impracticable. Requiere ideología dogmática primitiva de naturaleza religiosa afirmar como verdad última incontestable la superioridad “moral” de un orden social sin asidero alguno en la experiencia milenaria de la evolución social. Un orden cuyo repetido fracaso y criminales consecuencias se han comprobado en cada intento. Y cuya inviabilidad teórica se ha establecido claramente.

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