Históricamente, Colombia ha sido un país de emigrantes y no de inmigrantes, eso puede explicar, en parte, el rechazo de algunos colombianos hacia los venezolanos que llegan al país huyendo del socialismo.

Esta semana los medios de comunicación colombianos hablaban de una supuesta ola de suicidios en Arauca, que tendría como causa la creciente entrada al país de ciudadanos venezolanos. En diferentes reportajes, comerciantes de esta ciudad afirman que sus negocios están quebrando por cuenta de los venezolanos que venden en las calles productos a precios con los que no se puede competir.

Cada vez es más común escuchar colombianos quejándose porque el éxodo de venezolanos representa una amenaza para su estabilidad laboral, o porque las calles y parques públicos están llenos de venezolanos que no tienen dónde vivir. También se han presentado casos de delincuencia, incluso de terrorismo, donde se han visto involucrados venezolanos, lo que aumenta el rechazo que algunos sienten hacia esta población migrante.

Esta semana, cuando Juan Manuel Santos visitó la zona fronteriza para anunciar que los venezolanos ahora solo podrán pasar a Colombia si tienen pasaporte o Tarjeta de Movilidad Fronteriza, y que el proceso de tramitación de esta última será suspendido, muchos aplaudieron, lo cual significa, en términos prácticos, celebrar una masacre.

Según Migración Colombia, en la frontera con Venezuela se registra en promedio un tránsito diario de 35.000 personas. Cada día miles de venezolanos llegan a Colombia para conseguir alimentos y medicinas que de otro modo no podrían obtener. ¿No le importa a Santos y a quienes aplauden sus medidas, qué harán ahora estas personas?

Es un descaro del presidente salir a decir que lo que busca es una migración controlada y más ordenada. Tal vez muchos colombianos no están enterados de lo que ocurre en Venezuela con respecto a los pasaportes, pero el presidente de Colombia seguro sí lo sabe.

Venezuela hace mucho que no se están expidiendo pasaportes, principalmente porque el Gobierno no cuenta con los materiales para hacerlo. Es posible conseguir uno en el mercado negro, pero puede llegar a costar USD $4.000, cifra imposible de pagar para un venezolano normal.

Exigir pasaporte en estas condiciones, o una Tarjeta de Movilidad cuya tramitación fue frenada, es levantar un muro y condenar a muerte a miles. Los venezolanos ya tienen suficientes problemas para quedarse en el país. Si en algo coinciden los extranjeros en Colombia es que las trabas impuestas por Migración son agobiantes, pero ahora la situación empeora, ni siquiera podrán pasar a comprar alimentos o medicinas.

Es cierto que el éxodo de venezolanos hacia Colombia es cada vez mayor, según Daniel Pages, presidente de la Asociación de Venezolanos en Colombia, se estima que entre legales e ilegales hay más de 1.200.000 de ellos que residen en el país. También es evidente que ha ocasionado situaciones indeseadas, como mendicidad, cargas enormes para el sistema de salud estatal y delincuencia. Pero ¿debería el Gobierno frenar su entrada al país?

Absolutamente no. Mucho menos podemos permitir que los colombianos aumenten su nivel de xenofobia y desprecien a los venezolanos amparándose en pensamientos absurdos como el de que nos quitan los trabajos y hacen quebrar nuestros negocios.

Quienes piensan así tienen una idea equivocada de la riqueza, la ven como algo que está dado y que hay que repartir. Si efectivamente fuera así, tendrían razón, al llegar nuevas personas nos tocaría un pedazo más pequeño de la torta. Pero la riqueza se crea cada día y los inmigrantes son capital humano que, en las condiciones adecuadas, lo que hace es aumentar la prosperidad.

Hay que dejar de ver a los inmigrantes como mendigos que se llevarán nuestro dinero y entender que son generadores de riqueza en potencia. Una migración masiva, de personas que comparten nuestros valores occidentales, como es el caso de los venezolanos, enmarcada en el contexto adecuado, no es más que una extraordinaria oportunidad para generar prosperidad.

Santos, en vez de construir un muro en la frontera y dejar morir a los venezolanos que intentan llegar a Colombia, debería estar creando el marco legal adecuado para aprovechar este estupendo “boom poblacional”. El modelo a seguir es el de la Argentina de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. La idea sería: bienvenidos inmigrantes, no les daremos nada gratis, pero podrán trabajar y crear su propia riqueza.

Como primera medida, Colombia debe validar los títulos profesionales de los venezolanos. ¿Por qué razón tenemos a médicos venezolanos vendiendo arepas en las esquinas, cuando podrían estar aportando su capital humano calificado? Respecto a esto, en Argentina ya están avanzando. Además, hay que hacer toda una reforma laboral, hay que liberalizar el mercado.

Para la época de la migración europea hacia Argentina la regulación laboral era mínima. Un empleador podía realizar despidos sin tener que argumentar causa alguna o pagar al empleado por sacarlo. No había salario mínimo. Los empleados pactaban con sus empleadores todo lo concerniente al trabajo, vacaciones, reglas, seguridad y lo que se necesitara. Ese es el camino que debemos seguir, que, contrario a lo que cree la izquierda nacionalista y xenófoba, trae consigo riqueza y crecimiento.

Entre 1860 y 1930 Argentina, sin programas sociales, sin leyes laborales y con una abundante inmigración, logró setenta años de desempleo cero. La creación de riqueza era tal que los salarios reales eran mayores que los de muchas ciudades europeas. Pero en Colombia parece que muchos no entienden el beneficio que una migración masiva, de personas que comparten nuestros valores, puede traer a una sociedad.

Finalmente, hay que recalcar que Santos no solo está desaprovechando una oportunidad de crecimiento sin igual, sino que está siendo cómplice de una masacre. Los venezolanos que están en la frontera pidiendo que los dejen pasar no tienen otra alternativa para conseguir alimentos y medicinas.

Colombia debe liberar el mercado laboral, eliminar programas sociales que aumenten la mendicidad y permitir el desarrollo pleno de la función empresarial. Y los colombianos debemos decir: ¡bienvenidos venezolanos!

Fuente: Panampost