Petrocaribe, acuerdo energético creado el 29 de junio de 2005, mediante el cual los países miembros importaban crudo venezolano en condiciones y precios preferenciales, y que nació como un intento para ayudar a la región del Caribe, especialmente a Cuba, no ha muerto formalmente. Pero viene boqueando desde que, al menos, Nicolás Maduro asumió el poder chavista en 2013, aunque fue en 2015 que el estado terminal de la iniciativa se empezó a hacer visible.
En efecto, fue en 2015 cuando Jaime Reusche, analista de la firma Moody’s alertó que “Vemos un futuro bastante complicado para Petrocaribe”, ya que “en los últimos dos años se ha venido registrando una reducción de los envíos de crudo que se hacen bajo el esquema de Petrocaribe”. Así, Cuba, por ejemplo, de recibir 100.000 barriles de crudo a finales del 2013 bajo esa iniciativa, en 2015 pasó a recibir apenas unos 35.000. Según un reciente reporte de Petrologistics, una de las fuentes más confiables en materia petrolera, el suministro de petróleo a través de Petrocaribe se ha reducido a la mitad respecto a 2012.
Los problemas que Petróleos de Venezuela (PDVSA) ha tenido en los últimos dos años no solo han afectado gravemente el suministro constante de sus productos a los miembros del convenio Petrocaribe, sino que ha suscitado suspensión de acuerdos. Es el caso del convenio de larga data que mantenía la empresa Alba PetroCaribe Belize Energy Limited (Apbel) con PDVSA, el cual fue suspendido a principios de este pasado septiembre.
Es obvio que para que la industria venezolana pudiera mantener la asistencia financiera que otorgó en un principio y durante años a sus socios caribeños, los precios del crudo tendrían que estar al doble de los niveles que están en la actualidad. Aunque, a decir verdad, el problema no solo se debe a la progresiva caída de los precios internacionales del petróleo, también al precario estado económico venezolano y de su industria petrolera.
Tal es la crisis financiera que vive Venezuela, que numerosos gobiernos extranjeros —incluido el de China— han reducido los préstamos a la dictadura de Maduro, mientras que muchas empresas multinacionales han anulado sus operaciones en el país. La excepción ha sido Rusia, quien viene aprovechando la crisis generalizada para comprar activos petroleros nacionales, de alto valor a largo plazo, a cambio de dinero y créditos que el régimen madurista necesita para sobrevivir.
Ahora bien, ¿por qué Maduro se empeña en no terminar de darle la extremaunción a un acuerdo de cooperación energético que se halla en inminente estado de extinción? Por el contrario, el dictador castrochavista lo sigue defendiendo a ultranza, negando su creciente debilidad. En marzo de este 2017 Maduro afirmó que “Petrocaribe ha sido y es el proyecto que en la historia del Caribe ha provocado mayores transformaciones positivas para nuestros pueblos, desde una visión integradora, humanitaria y profundamente humanista”.
También en el marco de la I Conferencia de Cooperación de la Asociación de Estados del Caribe (AEC), que se desarrolló en el Hotel Habana Libre, en Cuba, Alexander Yáñez, Secretario Ejecutivo de Petrocaribe, aseguró que a pesar de las bajas de los precios del hidrocarburo y “la campaña internacional de catastrofismo”, Petrocaribe “ha seguido funcionando y lo continuará haciendo”.
PANAMPOST
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