Cuenta la leyenda que hace muchos años vivía un rey muy vanidoso, constantemente preocupado por su vestuario. Cuando oyó que ciertos diseñadores le podían fabricar un vestido con la tela más fina del mundo, no dudó en contactarlos.
La prenda en cuestión, además, tenía una característica que la hacía única en el mundo: era invisible para todo aquel que fuera estúpido o incapaz para su cargo. Está de más aclarar que todo era un engaño orquestado por parte de los supuestos diseñadores para poder cobrar altas cantidades de oro al rey y después huir con el botín.
Ni sus más fieles colaboradores, ni él mismo, se atrevieron a aceptar que no veían el famoso traje cuando el monarca se probó la prenda, ya que tenían miedo a ser evidenciados como personas ineptas a los ojos de los demás.
Comenzado el desfile, toda la gente alababa la exquisitez y la alta costura del supuesto vestido hasta que un niño, totalmente inocente y sin ninguna pretensión más allá de la búsqueda de la verdad, se atrevió a decir lo que era una realidad evidente y gritó a todo pulmón “¡pero si va desnudo!”.
A partir de ese momento, todos, incluido el rey, se dieron cuenta del engaño y comenzaron a burlarse estrepitosamente de la desnudez del gobernante.
Todo esto viene a colación hoy más que nunca porque el Domingo pasado, durante el primer debate presidencial, el supuesto rey de la lucha anticorrupción y antisistema en México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), nos demostró, durante más de una hora y en cadena nacional, que camina desnudo cuando se trata de generar propuestas serias, actuar con coherencia, tener capacidad de dialogar y defender su proyecto de nación con argumentos y datos válidos a la luz de la razón.
Andrés Manuel se limitó durante todo el debate, abierta y descaradamente, a evadir los cuestionamientos que tanto moderadores como los otros candidatos le hacían. No entendió que a la ciudadanía no nos interesaba saber si él iba arriba en las encuestas o no (como si no lo supiéramos) ni escuchar las frases-slogan que hemos escuchado mil veces en sus spots publicitarios desde hace 12 años.
De Andrés Manuel esperábamos que nos explicara cómo eliminaría el cáncer de la corrupción y se limitó a decir que con su ejemplo, el resto del país dejaría de ser corrupto.
Cuando esperábamos que explicara porque en su gabinete y en su lista de más cercanos allegados podemos encontrar a nombres que históricamente han formado parte de lo que él denomina “la mafia del poder”, se limitó a responder que estaba siendo objeto de un ataque orquestado por esta misma en vez de dar alguna respuesta que tuviera algo de sentido.
Y finalmente, cuando queríamos que nos explicará a que se refería con el concepto de “amnistía”, y a quienes aplicaría dicha propuesta, se limitó a decir que era la pobreza la que generaba la delincuencia organizada, como si los mexicanos fuéramos exclusivamente víctimas de nuestras circunstancias sociales y no tuviéramos ninguna clase de poder de decisión sobre las elecciones que tomamos a diario.
El candidato de izquierda no hizo más que esconderse de los ataques y a pretender que la ciudadanía no nos daríamos cuenta de su inconsistente estrategia simulando que la elección ya está ganada, aun cuando falta aún un largo trecho de campaña por recorrer.
El eterno candidato tiene que entender que somos muchos mexicanos los que seguimos esperando respuestas más allá de discursos triunfalistas y encuestas prematuras. ¿Realmente AMLO cree que torturar, asesinar y disolver en ácido a tres estudiantes es consecuencia de una vida de pobreza y falta de oportunidades, y no una decisión consiente por parte del criminal que lleva a cabo tan atroces crímenes? ¿realmente cree que con una pensión de 3,000 pesos a “ninis” este tipo de situaciones se van a erradicar? ¿realmente que un huachicholero va a dejar de robar petrolero porque el presidente se desplaza en vuelos comerciales en vez de en un avión oficial?
Se perdió una oportunidad grandísima para AMLO de explicar a todos los indecisos el alcance de su proyecto y sus propuestas, y él mismo se limitó a jugar un papel de ganador que aún no le corresponde y, siendo totalmente francos, tampoco le checa.
La soberbia de no admitir que no traía un traje puesto a tiempo y antes del inicio de campañas le comienza a pasar factura a aquél que dice que lo podemos llamar “peje” pero jamás “lagarto”.
La realidad es que la otrora “abrumante” ventaja de MORENA en las encuestas comienza a ponerse en entredicho mientras sus voceros están tratando desesperadamente de salir a explicar lo que AMLO realmente quiso (o no) decir, y eso desde el punto de vista de la democracia es algo que celebrar porque quiere decir que “hay juego”.
A Andrés Manuel, a sus más fieles seguidores y a sus asesores les han vendido el vestido de la victoria electoral muy caro, pero su falta de civilidad para con sus contrincantes, sus recientes llamados a defender su causa a través de la generación de “memes”, su discurso victimista y populista, sus negativas a debatir con los otros candidatos y su cada vez más forzado discurso de “amor y paz” solo parecen indicar lo que a todas luces es una realidad indiscutible: Andrés Manuel siempre ha ido desnudo y quizá sea muy tarde ya para intentar vestirlo porque el desfile tiene rato de haber comenzado.
Fuente: Panampost
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