Todos lo sabíamos. Que de un tiempo hacia acá en la Corte Constitucional, seleccionar una tutela valía una plata. Que en el Consejo de la Judicatura a muchos magistrados se los postulaba bajo el principio de la reciprocidad y que tenían montado un cartel de pensiones. Se conocían las grabaciones de la Sección Quinta del Consejo de Estado arreglando procesos electorales. De los tribunales contaban que había magistrados cuya coima incluía plata y mujeres. De la Fiscalía se conocía su voraz apetito de contratos y puestos. Pero nadie decía ni hacía nada. Hasta ahora.

Especial responsabilidad tenemos los medios de comunicación, severamente señalados durante las audiencias a los magistrados del cartel de la toga. Se nos acusa con razón de que nos dejamos utilizar para que nos filtraran chivas sobre la inminente captura de alguien, para que este, aterrado, aceptara despojarse de sumas millonarias dirigidas a comprar su libertad y engavetar sus procesos.

Es la punta del iceberg de un proyecto en construcción: el partido de los Jueces. El puñado de magistrados que lo promueve planeaba inhibir el poder civil y apropiarse de la política. Sus cabezas más visibles eran los magistrados Ricaurte, Bustos y el exfiscal Montealegre. Este dio una clara muestra de sus planes cuando una vez, desde Cartagena, conminó a los jueces a salir a la calle a manifestarse contra el proyecto del tribunal de aforados. Otro militante, el frustrado embajador y expresidente del Consejo de Estado, Gustavo Gómez, de gafa negra, se paró frente al Palacio de Justicia a gritar que a la justicia en Colombia no la iba a controlar nadie, nunca.

Todo comenzó a desarrollarse desde que la Constitución del 91 metió a los magistrados en los yates con los políticos, al transferirles el poder político a las cortes. Y miren dónde vamos: en el cartel de las togas, fundado para dominar y sacarles plata a los hilos del poder.

Ni el gobierno Santos ni la Fiscalía de Montealegre pueden pasar de agache. Ricaurte y Bustos eran los consentidos de la patota. Incluso, en alguna oportunidad, Bustos, como presidente de la Corte, le regaló a Santos durante una fiesta de esas de la justicia en Cartagena la escultura de una paloma y le dijo: “Presidente, la paz está por encima del Derecho”. Todo ocurría entre cocteles, comidas en apartamentos, encuentros en Palacio, favores políticos y nombramientos.

Pero mientras este drama se desenvuelve ante nuestros incrédulos ojos, el Presidente se desentiende. Se va a las Naciones Unidas, en donde, poniendo ojos de Nobel, anuncia: “Deploramos y condenamos enérgicamente el lanzamiento de misiles balísticos y ensayos nucleares por parte de la República de Corea”. (Después de eso, pasó un milagro: el presidente Kim Jong-un anunció que, por causa del regaño de Santos, dejará definitivamente de lanzar cohetes al Pacífico.)

Y la verdad es que a Santos le conviene por estos días dedicarse más a Corea que a Colombia. Porque mientras él habló en la ONU, aquí hablaba al mismo tiempo otro de los testigos del caso Odebrecht, reiterando lo que ya han dicho varios: que las dos campañas Santos-Presidente recibieron millones de la brasileña.

Y es que en la imbricación del escándalo del cartel de la toga y los dineros de Odebrecht que circularon para comprar campañas, políticos y magistrados ha ocurrido un fenómeno curioso: todo el que habla dice que le entregó plata a Roberto Prieto, coordinador y gerente de las campañas Santos-Presidente.

Otto Bula: un millón de dólares en el café de un hotel, en una maleta, a través de su mejor amigo, Andrés Giraldo. Odebrecht desde Brasil: un millón de dólares para el pago de una encuesta. El ‘Ñoño’ Elías: millones de Odebrecht entraron a la campaña. El propio Roberto Prieto: 400.000 dólares de Odebrecht para cubrir la factura vencida de unos afiches. Gabriel Dumar: hasta 14.000 millones entregados en varios contados a Roberto Prieto, quien niega esto y todo lo anterior.

Suena raro que tantos se equivoquen tanto con tanta plata que les dieron a tan pocos. Por eso, y mientras la justicia se encarga del cartel de la toga, es un deber preguntarnos: ¿y de Roberto Prieto, qué?

Entre tanto… “Acudo a la buena fe del senador Elías, a quien tuve el honor de conocer como el senador de la República, a que diga la verdad y solo la verdad”: Roberto Prieto.

 

Fuente: www.eltiempo.com