Por estos días que se andan conociendo en el país los sobornos de políticos corruptos, incluso a magistrados de las altas cortes para que los saquen en limpio tras serias denuncias y pruebas de los delitos cometidos, se están preguntando miles de colombianos por qué cientos escandalos «menores» también han ido desapareciendo con el pasar de los años sin dejar rastro.
La respuesta es bastante sencilla. Si la compra de procesos judiciales llegó a empantanar a los más altos magistrados del país, imaginen cómo terminarían los casos que se llevaban a cabo en pequeños municipios donde un simple juez es el «encargado» de condenar a los «mandamás» de los pueblos, muchos de ellos apoyados por poderosos comerciantes, ganaderos y hasta delincuentes.
Entre esos múltiples casos en el país hay uno muy recordado; es el de Gilberto Moreno, ex-alcalde del municipio Mesitas del Colegio (Cundinamarca), quien en el 2015 siendo aún el burgomaestre del pueblo, le propinó con ayuda de sus escoltas una dura golpiza a un humilde campesino y a su hijo por que estos hicieron un comentario en privado con el que ponían en duda el manejo de los recursos públicos del pueblo, y el cual llegó a oídos del entonces Alcalde por medio de una de sus parejas sentimentales.


La agresión por parte de Moreno fue tal, que tanto el campesino como su hijo estuvieron hospitalizados por varios días. El asunto llegó hasta las instancias judiciales donde como cosa rara, se estancó y por esas cosas que solo suceden en Colombia, terminó muriendo en el olvido.
Los colombianos esperamos que así como hoy se están dando a conocer las decenas de hechos de corrupción entorno a las altas cortes, esos cientos de casos de corrupción, agresiones y abusos de autoridad en los pequeños municipios del país como el de Gilberto Moreno contra humilde hombre de campo, no queden impunes, sean investigados y terminen con las reales condenas respectivas.