Recientemente la calificadora Fitch Ratings amenazó con rebajarle la calificación a Colombia de no reducir el gasto, a lo que José Antonio Ocampo (economista y político colombiano) respondió que exageraba la calificadora al alertar sobre la economía Colombia. Estas afirmaciones no se pueden tomar a la ligera. Colombia lleva varios años reportando déficit comercial y fiscal. Si bien tener déficit no es malo per se, hay que analizar cómo éste se está financiando, y a juzgar por algunos indicadores macroeconómicos, hay motivos para preocuparse.

Una forma de financiar el déficit comercial es mediante inversión extranjera. De 2014 a 2015 la inversión extranjera directa en Colombia se redujo en 27 %, si bien durante el 2016 este dato mejoró un poco, el nivel de inversión no ha vuelto al registrado durante el 2014. Por el contrario, el primer trimestre de 2017 registró una caída de 47 % con respecto al mismo periodo del año anterior.

La inversión en portafolio en el país también se redujo entre 2014 y 2015, pero en 64 %. Se recuperó en 2016, pero tampoco se acerca a los niveles de 2014. Además, la inversión de portafolio en el segundo trimestre de 2017 es 31 % menor al mismo periodo del año anterior.

La disminución de la inversión extranjera neta en el país no es equiparada al déficit comercial que apenas se redujo en 27 % entre 2015 y 2016. Para el 2016 este déficit fue casi el doble al reportado durante 2014. Esto nos lleva a analizar la deuda pública colombiana, otro mecanismo para financiar el déficit.

La deuda pública colombiana ha crecido constantemente y hoy rodea el 50 % del PIB. Financiar los déficits con deuda puede exponer al país a un cese de flujos de capitales repentino o a enfrentar mayores tasas de interés. Ante este escenario, es de esperarse que las calificadoras de riesgo, que miden la estabilidad del país para pagar sus acreencias, le hagan un llamado de atención al gobierno.

Las proyecciones sobre la economía colombiana en el corto plazo no son favorables. Bajo un escenario de bajo crecimiento, donde el pesimismo de los empresarios crece, la capacidad de financiamiento del Estado disminuye. Ya el gobierno ha anunciado ajustes en el presupuesto para el próximo año. Esta decisión va en la dirección correcta, pues es importante cumplir con la meta de déficit fiscal de 3,1 % para el 2018, y no seguir alterando esta política, que en un principio había definido que el déficit fiscal para el 2018 fuese de 2,7 %.

A futuro hay que reflexionar sobre las políticas que han enfriado la entrada de capitales al país. Las constantes reformas tributarias, casi una por año, son una amenaza a la estabilidad jurídica. Las empresas lo piensan dos veces antes de invertir en un país donde las reglas del juego cambian cada año.

La inversión extranjera es indispensable cuando se tiene un déficit en cuenta corriente como el colombiano. El escenario mundial ha cambiado, las economías avanzadas están retornando a su normalidad. Los flujos de capitales extranjeros cada vez buscan menos refugios en países en vía de desarrollo. Es por ello que mantener la estabilidad y generar credibilidad, como por ejemplo cumplir con la regla fiscal sin alterarla, es cada vez más importante para atraer inversión.

Si no logramos corregir el panorama económico, existe el riego de seguir acumulando deuda y ser frágiles ante una eventual diminución o encarecimiento del acceso al crédito.

FUENTE: PAN AM