Su renuncia se produjo, sin embargo, después de que un juez precluyó un proceso penal en su contra por injuria.
Bayona, en declaraciones a la emisora ‘La W’, dijo que defendió a Samper y la implicación que eso tenía para la libertad de prensa durante el proceso judicial.
«Después de la preclusión volvimos a hablar y le dije: Ahora que ganamos, ahora que ya estamos libres y precluidos, que se ha demostrado todo, llegó el momento de la grandeza, hay que hacerse a un lado. Y él lo entiende, pero le duele, por supuesto», dijo Bayona.
En su carta de renuncia, Samper explica que se retira con dolor, pero que acata la sugerencia de retirarse para aliviar las presiones de un sector de la comunidad colegial sobre las directivas para que se marche.
Bayona recordó que hace dos años Samper presentó su carta, la cual fue negada por el consejo directivo y por él mismo, porque «había que dar una serie de luchas por la libertad de expresión».
«La presentó entonces porque se daba cuenta de que su acción profesional perfectamente legítima traía unas consecuencias para la vida del colegio, que maneja niños», explicó.
Recordó que publicó una columna de opinión en agosto de 2005 en Portafolio, en respaldo a Samper.
Precisó que con la renuncia de Samper «no está en juego ni la liberalidad del colegio ni la figura de Daniel. Le ofrecí una cátedra para que maneje el tema del periodismo alternativo, pero él declinó».
«Lo liberal justamente está en entender que hay personas que no piensan como uno, a quienes se les respeta», explicó.
Puso como ejemplo que una de las incompatibilidades es que no puede poner la revista que dirige Samper en la hemeroteca del Colegio.
Según Bayona, la revista Soho maneja un lenguaje semipornográfico propio de una revista para adultos. «Ningún miembro de la junta puede hacer de su opción profesional una de las banderas del cuerpo directivo», señaló.
En protesta, directivos de la revista ‘El Aguilucho’ estudian no publicarla
Federico Rodríguez, director de esa publicación estudiantil, anunció que el comité directivo está estudiando la posibilidad de no publicar esta revista estudiantil en protesta por lo sucedido.
«Se nos hace una posición no muy válida. Desde siempre, ‘El Aguilucho’ ha tenido la total libertad de publicar lo que quiera. Las directivas en ningún momento mandan a editar ‘El Aguilucho’ y ellos siempre han tenido esa confianza con los estudiantes, entonces no entiendo por qué no van a tener la misma confianza con Daniel», dijo Rodríguez.
‘El Aguilucho’, fundada en 1927 por Eduardo Caballero Calderón, es considerada la revista colegial más antigua en el país. Ha sido editada por más de 69 años sin interrupción.
Por sus páginas han pasado importantes plumas del país como Daniel Samper Pizano, Daniel Samper Ospina, Roberto Posada García-Peña (D’Artagnan), Antonio Caballero, Enrique Caballero Escovar, Rafael Baena, Rodrigo Pardo García-Peña y Ricardo Silva, entre otros.
«Estamos pensando seriamente en dejar de publicarla por este año», puntualizó Rodríguez.
Renuncia de Daniel Samper Ospina
El siguiente es el texto de la carta de renuncia de Daniel Samper al Consejo Directivo del Gimnasio Moderno
DOCTOR
JUAN CARLOS BAYONA
RECTOR
GIMNASIO MODERNO
CIUDAD.
Querido y respetado Señor Rector:
De la charla que sostuvimos en días pasados se desprendió una verdad de a puño: que, ante las presiones de un sector que pide mi salida del Consejo Superior, y para evitar mayores desgastes, debo acatar su sugerencia de que dé un paso al lado y renuncie a ese organismo.
Lo doy. Creo que es lo que me corresponde hacer. Dimito a mi silla en el Consejo, porque si usted considera que ya no es mi presencia sino mi ausencia la que necesita para desarrollar su proyecto pedagógico, no hay nada más que pensar: ni siquiera su generosa oferta de no retirarme de inmediato o de dictarles a los alumnos algunas cátedras para seguir vinculado al Gimnasio.
Pero no niego que tomar esta decisión me descorazona por varios motivos. Primero, porque en adelante me perderé el permanente aprendizaje que significa reunirse con los demás consejeros, a quienes admiro y respeto por sus altos valores, sus sabias consideraciones y su simpatía refrescante. A ello se agrega, asimismo, la tristeza de no continuar escuchando las atinadas recomendaciones del señor Procurador, asistente a esas reuniones y por quien profeso amistad profunda y admiración sincera.
Pero también me descorazona tomar esta decisión por las razones de fondo que la precipitan. Pues, como usted mismo me lo certificó, mis funciones como Consejero no despertaron ninguna queja. Aun más: creo que para ser consejero del Gimnasio Moderno yo estaba preparado como pocos, dado que fui profesor del colegio durante bastante tiempo y pude conocer su vida diaria desde adentro.
Me he preguntado qué acto tan lamentable pude haber cometido para que un sector pidiera mi salida, actitud de la que a lo mejor no existen precedentes en el Consejo. Qué pude haber hecho de malo para que, además, usted cediera ante esas presiones y sugiriera mi retiro: ¿Cometí algún crimen? ¿Incurrí en algún desfalco financiero? ¿Tengo en mi conducta alguna tacha ética?
No. No salgo del Consejo por ningún comportamiento vil ni por haber incumplido mis deberes de consejero: salgo por una publicación, en la revista que dirijo, que pudo haber molestado las creencias religiosas de algunas personas, en un país donde las leyes garantizan por igual la libertad de conciencia y la libertad de expresión.
Suena así de extraño, pero es la realidad: han presionado mi salida a causa de mis labores ajenas al Consejo: labores perfectamente lícitas, defendidas por todo el estamento intelectual del país y juzgadas por la justicia colombiana con resultados a mi favor.
En otras palabras: se pide mi dimisión por mi vida laboral como director de SoHo, una revista cuya compra no es obligatoria, y cuyo objetivo no son propiamente los escolares. Allí es posible hallar una oferta literaria y periodística de primerísimo nivel, nutrida por brillantes escritores –no pocos de ellos gimnasianos¿ y, así mismo, algunas fotografías artísticas de modelos que, dependiendo del gusto de cada quien, pueden sacudir algunos escrúpulos delicados que respeto pero que en ningún caso representan los del colombiano de hoy.
Quizás he debido medir mejor si resultaba compatible mi trabajo de periodista con el honorífico asiento en el Consejo Superior del Gimnasio. Y lo habría medido si correspondiera a un colegio confesional, propiedad de una comunidad religiosa o consagrado al servicio de una fe apostólica. Pero no se me ocurrió que debería hacerlo, querido rector, cuando mi asiento corresponde a la junta de un colegio pluralista, amante del progreso, defensor de la libertad, curado de espantos, que mira la vida con serena responsabilidad y con un toque de buen humor, como es el Gimnasio Moderno. Supuse que tanto el colegio como yo carecíamos de ese tipo de puritanismos. Y me duele que tales cosas sucedan en el instituto donde me enseñaron a valorar la diversidad, porque, como lo aprendí en nuestro claustro, sólo de la diversidad puede nacer la tolerancia: tolerar lo que es idéntico a uno no constituye un acto de generosidad sino de egolatría.
No sé si me haya equivocado, pero siempre sentí que el Consejo superior era una prueba viviente de esa doctrina de exaltación de las diferencias: cada mes nos sentábamos unos adultos maravillosamente dispares y extraordinariamente diferentes, con el único fin de pensar en el colegio. Procedíamos de oficios diferentes, profesábamos diversas posturas y teníamos distintas edades. Pero esas diferencias, sumadas a nuestro indeclinable cariño por el Gimnasio, eran justamente lo que nos unía.
Creía entonces que este tenaz ejercicio de la tolerancia es lo que pone de relieve al Gimnasio Moderno frente al resto de colegios: en su junta directiva pueden convivir un monseñor al lado del director de una revista literaria que incluye fotos de mujeres en paños menores, del mismo modo como de sus aulas egresan cada año escritores y científicos, pintores y militares, intelectuales y banqueros: la diversidad siempre enriquece.
Yo pensé que, salvo los que tuvieran actividades al margen de la ley, todos cabíamos en el universo gimnasiano. Y que mientras más disímiles, mejor. Eso fue lo que me enseñaron el colegio.
Pero veo que no. Y eso me descorazona. Me informó usted en esa charla que algunos sectores rechazaban mi presencia en el Consejo aduciendo quejas adicionales tan impertinentes como la de que me hubiese casado por lo civil y con mi esposa en estado de embarazo. Es triste que semejantes reproches se formulen como cabeza de proceso contra un gimnasiano que no tiene nada que ocultar, y, más triste aún, que presiones de tan insólita naturaleza en pro de mi salida hayan surtido efecto.
Es como si, al menos por una vez, el artículo 16 de la Constitución Nacional, que reconoce el derecho al libre desarrollo de la personalidad, se suspendiera en las cuatro manzanas que abarca el Gimnasio.
El colegio promueve y profesa la libertad. En el colegio ninguna autoridad revisa ni censura las ediciones de El Aguilucho antes de que salgan. En el colegio cada año aparece una nueva publicación, así sea efímera. En el colegio valoran la disidencia intelectual. En el colegio valoran al pez que fluye aguas arriba, aunque el mar lo convoque aguas abajo, como decía en un verso el profesor Pompilio Iriarte, mi principal maestro, a quien recuerdo intensamente mientras escribo esta carta, lo mismo que a don Guillermo Quiroga, otro de mis guías, a quien siempre agradeceré su promoción de la filosofía liberal y progresista que inspiró la fundación del Gimnasio.
Yo soy el privilegiado resultado de lo que hicieron de mí en el colegio. Gracias a él, para decirlo en sus palabras, señor Rector, alcancé mi propia estatura. Que no me culpen ahora de desviarme de las enseñanzas de la institución, porque lo único que he hecho desde mi trabajo ha sido protegerlas y luchar por ellas. Es fácil proclamar la libertad en abstracto, y difícil defenderla en la práctica. Yo lo hice en la práctica, siguiendo lo que aprendí en estas aulas.
En la lucha que di en beneficio de la libertad de expresión me acompañaron personas de todos los estamentos de la sociedad, pero en particular muchos intelectuales y juristas. Y en la medida en que conseguía la solidaridad de personajes tan valiosos e importantes del país como los que me apoyaron, me sentía rindiéndole un homenaje al colegio que me enseñó que sus alumnos deben, antes que nada, ejercer la libertad que profesan.
Parece tonto reteñir estos valores delante de usted, querido Rector, que los promueve desde su gestión. Pero vale la pena que queden consignados. Como también es vital que conste el agradecimiento que debo a usted por el apoyo público que me dio en los momentos en que mi trabajo como director de la revista lo requería. Reconozco con gratitud la firmeza con que en su momento rechazó usted la oferta que le hice de retirarme del Consejo si acaso usted consideraba que el juicio que comenzaba a plantearse por aquella publicación le traía complicaciones a la junta.
No alcanzo a entender por qué me solicita ahora, con el fallo a mi favor, la dimisión que rechazó entonces. Solo espero que sea menos grave mi salida que el precedente que se puede crear con ella. Podría parecer que la presión de un puñado de personas es capaz de causar un espasmo retardatario a un colegio creado precisamente para luchar contra las sombras retrógradas y los confesionalismos. He sido exonerado por la justicia, pero no por un sector al que usted, con pleno derecho, le otorga la importancia que considera necesaria.
Aspiro a que el adjetivo de Moderno que ostenta nuestro Gimnasio nunca sea mera decoración. Con tristeza, pero con la frente en alto, me margino del Consejo Superior de este querido colegio donde mis antepasados fueron educadores, donde se formaron mi padre, mis tíos y mis primos y donde espero que algún día se eduquen también mis hijos.
Ante el dolor que me puede causar el que usted me retire su apoyo en estos momentos, antepongo el hecho de haber contado con él alguna vez. Con eso me es suficiente.
Del Señor Rector,
Daniel Samper Ospina.
P. D: Ruego el favor de incluir esta carta en las actas del Consejo.
C. C. Consejo Superior; Miembros de la Sala Plena del Gimnasio Moderno.
FUENTE EL TIEMPO
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