En la provincia de Córdoba el presidente argentino, Mauricio Macri, brindó una conferencia de prensa junto a dos de sus más importantes ministros: Patricia Bullrich de Seguridad y Dante Sica de Producción y Trabajo. Sin duda que esta sana costumbre, normal en cualquier parte del mundo, es un avance para la poca institucionalidad argentina. Los intercambios de la expresidente Cristina Kirchner con los medios eran escasos y los encuentros con periodistas eran exclusivamente con los que ella elegía. En este sentido, hay que reconocer que la gestión de Macri, que suele brindar conferencias, con ingresos generales y por sorteo y sin listas negras, ha sido un avance. Lamentablemente, en lo que se relaciona con la política económica las mejoras no han sido tan notorias.
En una de las preguntas, un periodista local le consultó al presidente por la presión impositiva que vive Argentina:
“Remarcó ayer en Trenque Lauquen y ahora en la charla que la presión tributaria en el país es muy elevada. Usted le pidió el esfuerzo a intendentes y gobernadores. Sin embargo, la realidad muestra otra cosa, que la presión tributaria crece y el presupuesto del año que viene muestra que la presión tributaria crece. ¿Cómo se entiende esto? ¿El diagnóstico y lo que se hace y se dice?”
La pregunta es clara. ¿Cómo se entiende que el Gobierno argentino dice una cosa y hace todo lo contrario? Bueno, la inquietud no tuvo respuesta, pero al menos Macri ratificó las dos cosas (aunque se contradigan): los impuestos son altos, pero seguirán subiendo.
“Lamentablemente una parte de llegar al déficit cero tiene que ver con la suba de impuestos”, manifestó. Pero en la misma oración dijo que este nivel de impuestos “es perjudicial para el desarrollo del país”. Pero para Macri, todo cambiará cuando pase la tormenta. ¿Es creíble?
Los recortes del gasto moderados y los impuestazos concretos
Para Macri, el esfuerzo “lo tenemos que hacer entre todos”. Pero lo cierto es que el del sector público es mas leve que el del sector privado. Mientras el Estado atraviesa por reducciones cosméticas para evitar cuestionamientos políticos, el combustible sube de la mano del dólar, el campo vuelve a tener retenciones, se incrementan los impuestos a los bienes personales y la inflación llevó a muchos argentinos a pagar altos impuestos a las ganancias por salarios módicos.
El problema del Estado argentino a la hora de pedir un “esfuerzo excepcional”, hasta que las cuentas se acomoden, tiene un problema: no resulta creíble. El impuesto a las ganancias que se implementó en 1932 era supuestamente “temporal”. No lo fue. En los noventa, el ministro Domingo Cavallo subió el iva del 18 al 21%, pero dijo que era solamente por ocho meses. Pasaron ocho meses… pasaron ocho años y sigue todo igual. Durante la crisis de 2001 se estableció el impuesto al cheque, en una circunstancia parecida a la actual, donde Macri dice que es hasta que las cosas se pongan en orden. Seguimos esperando que lo quiten. Lo cierto es que en estos momentos, sube la presión impositiva, pero luego queda ahí y no vuelve a bajar.
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