El control cambiario es odiado ferozmente por la mayoría de venezolanos (M)

Es difícil para quien no estudió –o vivió– un totalitarismo socialista entender que en Venezuela, la Asamblea Nacional –poder legislativo– que debería, legislar, nombrar Poder Electoral y Tribunal Supremo, y controlar al ejecutivo, desde que el socialismo en el poder debió reconocer al socialismo opositor una victoria en la última elección parlamentaria. Ni legisla, ni nombra, ni controla.

El revolucionario máximo tribunal anuló la Asamblea. Una elección inconstitucional, groseramente manipulada estableció la revolucionaria constituyente que se auto atribuyó sus funciones. Y auto designó poder “supra-constitucional” omnipotente a tiempo indefinido. La Asamblea Nacional quedó  desposeída. Y anulada su mayoría socialista opositora. Oposición sojuzgada por el palo y la zanahoria, persecución y soborno, carcelazo y  privilegio. A unos u otros, rotando al azar. Infiltrada y dividida. Buena parte de la cual, cuando gobernó, abrió camino a ésta miseria.

Todo lo que haga esa débil Asamblea Nacional. De nombrar un Tribunal Supremo que va al exilio, para no ir a prisión. O discutir y decretar leyes invalidadas de hecho. A reclamar ilegalidad del presupuesto “sometido” a la constituyente –aprobado y jamás publicado– es simbólico. Sin efectos internos sobre un poder de hecho. Busca efectos externos presentes. Espera efectos internos futuros.

Ahí se discute una reforma –simbólica– de la Ley del Banco Central de Venezuela BCV. Incluso así es importante. Venezuela sufre la mayor hiperinflación del mundo actual. Una de las mayores –y más prolongadas– de la historia.  Tal reforma reclama re-establecer la autonomía del BCV. Y prohibiéndole conocidos errores de política monetaria, hacerla efectiva ante las presiones políticas por las que la perdió –de hecho– antes que fuera borrada en la revolucionaria legislación.

Invitaron un distinguido –y diverso– grupo de economistas a consulta. Y la nota de prensa ocasionó una avalancha de enfurecidas respuestas en redes sociales. No de esbirros chavistas. Todo lo contrario. Venezuela padece más de una década de control de cambio. La peor hiperinflación del planeta. Vimos diferencias de hasta 10 mil veces entre el menor –de varios– tipos de cambio oficiales y el mercado. Y diferencias de sesenta veces, entre uno y otro de varios tipos oficiales simultáneos. El tipo de cambio real varió cerca de 100% en la primera quincena de octubre. Y sigue  retrasado ante casi cualquier otro precio. Pero titularon la nota de prensa: “economistas proponen control cambiario con reglas”. Lo que causó furia en redes sociales.

Aprendieron la mayoría de venezolanos que control cambiario es miseria. Buen aprendizaje. Pero viendo yo –para ejemplo– dos de los economistas consultados. Supuse que la nota no reflejaba lo que opinaron:

  • Pedro Palma. Con quien tengo profundas diferencias teóricas. Es uno de los mejores economistas de Venezuela. Académico e investigador de bien ganado prestigio e indiscutible honestidad intelectual. Economista al que –discrepando o coincidiendo con él– siempre hay que estudiar seriamente.
  • Oscar Torrealba. Con quien comparto teoría, metodología y amistad. Es uno de los mejores economistas de su generación. Notable exponente de la Escuela Austríaca en Venezuela. Investigador de honestidad intelectual indiscutible. Amigo del diálogo entre paradigmas teóricos distantes.

Lo sometido a consulta era que, para establecer un control cambiario, el BCV debería justificarlo. Tener aprobación por mayoría calificada de dos tercios de La Asamblea. Y limitarse al máximo de un año para aplicarlo. No hay límite alguno en la ley vigente. Me dicen que Palma expuso una observación pertinente. El BCV debe ser autónomo en su política monetaria. En libre convertibilidad, un BCV independiente pudiera en algún momento enfrentar una masiva fuga de capitales, con un eventual –y temporal– control cambiario. Y lo propuesto impediría esa acción rápida del BCV.

Razonable y pertinente, aunque discrepo. Coincido con el Profesor Hanke en que los bancos centrales han fracasado en la mayor parte del mundo. Y no estamos entre las escasas excepciones. Tendríamos que empezar por una dolarización oficial abierta, para incentivar condiciones en que un Banco Central independiente emitiera un bolívar anclado al oro. Sin privilegio de curso legal. Quizás así pudiéramos emitir seriamente. Pero, un control cambiario es técnicamente ineficaz –y ridículamente costoso– ante cualquier tipo de shock externo.

¿Qué puede hacer un Banco Central que emite dinero fiduciario exclusivamente local con reservas en divisa fiduciaria de internacional aceptación, ante una  rápida fuga de capitales? Ante todo no ocasionarla. Si la ocasionó, lo que haga la empeorará. Si no la ocasionó. No diferir ni ocultar efectos del shock real. No quemar reservas inútilmente. No expropiar ahorro privado con un control cambiario. La posición de Torrealba es similar. La de Palma diferente. Pero coincidiríamos en que un control cambiario nunca sería una política monetaria viable a largo plazo. Ningún economista serio sostendría lo contrario.

Dejemos fuera al que opina desde fuera. Consideremos un compromiso razonable entre lo que recomendarían Palma y Torrealba. Pudiera ser que el BCV, únicamente en limitados casos previstos por ley, estableciera un control de cambio de emergencia por pocos días –digamos siete– Y para prorrogarlo por períodos sucesivos de pocos días –digamos 15– requiera aprobación de dos tercios de la Asamblea Nacional. Sin más prorrogas tras sumarse 90 días. Seamos francos.

Si en 90 días no desalentó una fuga de capitales en el rango del tipo de cambio que aspiraba mantener el banco central. No hay emergencia. Es un problema estructural. No cesará la fuga de capitales con el racionamiento de divisas. A lo que se reduce el control cambiario. Sino al admitir el nuevo tipo de cambio de mercado. Y atender todas las causas estructurales. Como compromiso viable, ahí pudiéramos coincidir  muchos.

Y deberíamos saludar las airadas reacciones de rechazo a cualquier versión del control cambiario en la población como saludables. Injustificable insultar primero y averiguar después. Para luego “sostenella y no enmendalla”. Pese a esos excesos, únicamente esa indignación pudiera ser un primer paso al que rechacen controles de precios. Subsidios y falsas gratuidades. Racionamientos y regulaciones. Para que reclamen mañana libertad económica integral con la vehemencia con que reclaman hoy libertad cambiara.

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