Los mostradores de la estatal Aerolíneas Argentinas y una imagen tradicional en el Aeroparque de la Ciudad de Buenos Aires. (Twitter)

Los argentinos sufren diferentes problemáticas que a simple vista parecen conflictos aislados. Lamentablemente no hay mucha conciencia sobre los incentivos que generan estas situaciones y su común lugar de origen.

Cuando el kirchnerismo estaba en su apogeo, pero ya se vislumbraban los escandalosos hechos de corrupción y las dificultades económicas futuras, una mayoría focalizó el desencanto con las personas que “administraban” el Estado. El rechazo a Cristina Fernández de Kirchner le imposibilitó reformar la Constitución a la expresidente para quedarse y llevó a Mauricio Macri al Poder Ejecutivo. Unos pocos advertimos sobre el problema de fondo y el inadecuado rol del Estado en Argentina, incompatible con el crecimiento y económico y las mínimas normas de convivencia pacífica.

Lamentablemente, el odio que generó la exmandataria y la esperanza que simbolizó la llegada de Mauricio Macri hizo que los planteos más complejos no tengan espacio en el debate. Hoy, a tres años de enterrado el kirchnerismo y de gestión de Cambiemos, muchos comienzan a preguntarse por qué estamos como antes. En algunas cosas incluso estamos peor.

La inflación, la pérdida de salario real, las dificultades para conseguir trabajo y los preocupantes índices argentinos hoy nos obligan a insistir con las cuestiones de fondo. Grave error sería, otra vez, depositar el repudio en la persona del actual presidente y esperar soluciones mágicas con otros sujetos. Ni hablar de considerar un retroceso a lo que nos trajo hasta aquí, algo que sería simplemente catastrófico.

Estado y transporte: día negro

Las dos noticias del día, aunque parezcan disociadas, tienen mucho que ver. La aprobación bochornosa de una nueva legislación en la Ciudad de Buenos Aires que persigue a los conductores de Uber y la huelga de los aeronáuticos que le complicó la vida a 18 mil pasajeros, tienen más en común de lo que simplemente aparentan.

Por acción, por omisión, por comodidad, por evitar problemas políticos o por complicidad, los funcionarios de todos los niveles de Gobierno, tanto de los Poderes Ejecutivos de los tres niveles como Legislativos terminan siendo cómplices de los grupos de presión que empobrecen y violentan a los ciudadanos pacíficos. No es posible que, dada la terrible crisis económica, una persona decida ponerse a manejar con la aplicación de Uber y que a partir de mañana deba enfrentar el temor de una multa millonaria y la pérdida de su licencia. Tampoco es viable un país donde, no sólo no existe la seguridad jurídica, sino que no hay ni la más mínima previsibilidad de poder abordar un vuelo, porque los sindicatos quieren seguir con sus extorsiones. Ni hablar del detalle no menor de que todos los contribuyentes, incluso los que no viajan en avión, financian el pasivo de Aerolíneas Argentinas.

El panorama oscuro

Lamentablemente en la oferta política no hay ningún espacio que proponga un Estado enemigo de los privilegios, pagable y razonable. Incluso, con todo lo que se le puede achacar al Gobierno actual, uno debe reconocer que las variantes opositoras pueden ser incluso mucho peores. Ni hablar de la variante kirchnerista.

Mientras tanto, la vida política electoral seguirá su curso y solo queda esperar un escenario donde alguien incumpla para bien sus promesas electorales y decida sacar al país del pozo en el que está metido, aunque no haya demanda de estas cuestiones y solo reclamos superficiales. Mientras tanto, comunicadores y organizaciones de la sociedad civil debemos seguir alarmando sobre los motivos de fondo, detrás de una situación que parece ser cada vez más grave.

Terminar con los privilegios, cambiar prebendas por libertad de comercio y no castigar a los contribuyentes con un Estado imposible, es lo único que puede cambiar el panorama para bien. Ojalá crezca la demanda de esta agenda.



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