
El Foro de Sao Paulo la Alianza de partidos y gobiernos socialistas dirigidos desde la Habana. Financiado del saqueo de países que logró gobernar. Con la mayor red continental de corrupción del hemisferio. Junto a nexos políticos y financieros al crimen organizado y narcoterrorismo.
Club de explotadores extensivos de recursos naturales –ineficiente y depredadora economía socialista– empobrecieron países otrora prósperos. Como Venezuela. Para sobre su miseria imponer el totalitarismo. Compensando efectos sobre ellos –sobre la población no les importan– con vínculos de negocios al crimen organizado. Y la corrupción continental.
El totalitarismo socialista se establecería –sin revolución armada– desde el poder alcanzado en elecciones. Desarticulando la República. Destruyéndola desde adentro. Expoliando la economía privada. Anulando cualquier alternativa de cambio pacífico. Asegurando la dependencia del Estado de una población empobrecida. Intentado en Chile bajo Allende. Repensarlo fue su única alternativa tras el colapso soviético y continental fracaso de guerrillas filo castristas.
Un totalitarismo con vínculos criminales. Consciente de la destrucción material y moral que causará su economía socialista. Acepta combinar totalitarismo y Estado fallido. Algo que asomó en el prologado caos que la mayor parte del desarticulado imperio ruso vivió durante la lenta consolidación territorial del poder soviético.
Les sirve ser la mayor y más poderosa entre las mafias. La única con control directo de poderes, recursos y privilegios del Estado soberano. No por sobornos o extorsiones. Sino gobernándolo. Totalitarismo criminal que por izquierdista y revolucionario. Sin importar cuánto saquee, empobrezca, destruya, torture y asesine inocentes. Abundará en propagandistas en intelectualidad, política, prensa y espectáculo del mundo desarrollado.
Dictadura de hecho únicamente alcanzaron en Venezuela y Nicaragua. Por verse Bolivia. Perdieron el poder en la mayor parte del continente. Incluyendo Brasil. Centro de la corrupción continental que los mantenía. En Venezuela, destruyeron hasta la capacidad de producción del monopolio petrolero Estatal. Dependen únicamente del crimen organizado, reducidos a pocos y débiles países. Con empresas y políticos sancionados por EEUU, UE y Suiza. Atados a costosos acuerdos chinos y costoso apoyo ruso, turco e iraní. Sin redes de corrupción continental. Y pruebas de más de una década de negocios turbios al alcance de sus enemigos. Nada halagüeño.
Sus esperanzas están en México. No la Habana, Caracas o Managua. López Obrador todavía no asume la presidencia. Y ya su caprichoso autoritarismo bananero ocasionó pérdidas mil millonarias. Logró la reducción de la calificación crediticia de México. Destruyendo la difícilmente ganada confianza de los inversionistas.
Y poniendo en duda que lo peor a esperar de él, fuera un retroceso al autoritarismo estatista de Echeverría. Puede ser peor. La extendida corrupción debilita la frágil institucionalidad. Hay mayores amenazas criminales que nunca antes. Pese al tamaño de su economía y de algunas de sus transnacionales, México está al borde del Estado fallido en parte del territorio. No sabemos si con su megalomanía, López Obrador limitaría corruptas redes clientelares a México –como el viejo PRI– o llenará el vacío de Lula. Extendiéndose por Iberoamérica.
El Tabasqueño es una incógnita. Sabemos que su caprichoso autoritarismo personalista apoyado en una mayoría parlamentaria empobrecerá México. Lo que haga o deje de hacer en el resto del continente está por verse. Invitar a Maduro a su toma de posesión fue mala señal. Pero la diplomacia del viejo PRI abundó de señales simbólicas de solidaridad socialista revolucionaria. Esquivando amenazar efectivamente intereses de Washington.
Otra incógnita es Bolsonaro. Por ahora todo señala que se comprometerá en un giro moderado hacia la economía de libre mercado. Privatizaciones, recortes de impuestos, desregulaciones. Y un feroz ataque a la corrupción. Ahí coincide su interés político personal, con el interés general de los brasileños. Pero nada es seguro. Excepto lo ya ocurrido.
Bolsonaro ofreció al Juez Sergio Moro el Ministerio de Justicia para adelantar una agenda anticorrupción. Moro aceptó por lo que hace cierto tiempo dejó claro en uno de sus libros. Acciones judiciales como Manos Limpias en Italia, o Lava Jato en Brasil, no detendrán la corrupción posterior a menos que profundos cambios institucionales las sigan. No ocurrió en Italia. Y ve la oportunidad en Brasil. Eso requiere al Ejecutivo, y al Legislativo. Lo primero está. Lo segundo es dudoso, cuando menos.
Cuando Moro encarcelaba algunos de los más influyentes empresarios y políticos corruptos de Brasil, y condenaba a Lula Da Silva, Bolsonaro era anecdótico. El candidato presidencial fuerte en la derecha era otro. Todo cambió muy rápido, y Bolsonaro es presidente electo por amplia diferencia. Su pequeño partido de segunda fuerza parlamentaria –a pocos diputados de la primera que retiene un debilitado PT– en un legislativo fragmentado en muchos y muy diversos partidos.
Más o menos involucrados en la corrupción endémica de Lula y Dilma. Armar una mayoría parlamentaria para su agenda de cambio sin comprarla al corrupto estilo de la derrotada izquierda es el mayor desafío de Bolsonaro. Quizás logre forzarla con un acuerdo de reconstrucción nacional apoyado en instituciones respetadas y sociedad civil.
Entre Brasil y México se decidirá el futuro de Iberoamérica. Todo depende de sus nuevos presidentes. ¿Hasta qué punto llevarán sus declaradas agendas? ¿Qué tan comprometidos están con ellas? Está por verse. Y la única posibilidad para una Iberoamérica más libre y prospera –nos guste o no– hoy está en Brasilia. Ante un escenario parlamentario infernal. Enfrentando muchos y muy influyentes enemigos. Apoyados en diversidad de tontos útiles. En todo el mundo.
El resentimiento revanchista del tabasqueño sería la posibilidad del totalitarismo ultraizquierdista iberoamericano. Tiene una mayoría parlamentaria. Y la pueda ampliar fácilmente, corrupción mediante. Pero no le sería fácil transformar la estatista tradición unipartidista del peor PRI. En un mucho más socialista caudillismo personalista a largo plazo. Ni asumir un arriesgado y costoso eje continental con La Habana, Caracas y Managua. Dando un segundo aliento al Foro de Sao Paulo. Tal vez ni lo intente; es astuto. O tal vez sí; es caprichoso e irresponsable.
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