Aunque el registro oficial arrojó un número de 6.348, contradecir la cifra de 30 mil desaparecidos es hasta ilegal en distritos argentinos. (Twitter)

La izquierda logró imponer durante muchos años la consigna de los 30 mil desaparecidos como un dogma. Cuestionar la cifra de personas de las que se perdió el paradero desde el último gobierno militar (1976-1983) se convirtió en sinónimo de apoyar la represión ilegal. El hecho de que los únicos que ponían usualmente en duda la cifra eran, en hecho, los defensores de los militares, aportaba a la situación y la confusión.

Pero con el correr de los años y la oficialización de las listas, el número bajó a la no menor grave cifra de 6.348. Pero en lugar de ajustarla a los hechos, el kirchnerismo y la izquierda mantuvieron dogmáticamente la cifra de 30 mil como una consigna. Claro que abrir el debate sobre los setenta representaría un peligro para el relato de estos sectores, porque atado a la cifra que impusieron está la teoría de los jóvenes idealistas. Para ellos no existieron las guerrillas ni las intenciones de ocupar el Estado para establecer una dictadura comunista. Sólo una dictadura “neoliberal” que masacró a una generación de inocentes que luchaban por la justicia, la igualdad y la democracia. Más allá de las atrocidades de los militares, lo cierto es que grupos como ERP y Montonteros no tenían otra intención que no sea instaurar otra dictadura, incluso peor: la de ellos.

Declaraciones como la de Graciela Fernández Meijide son un dolor de cabeza para la izquierda dura y los restos del kirchnerismo. No se la puede acusar de colaboracionista de Jorge Rafael Videla, ni mucho menos. Ella misma tiene un hijo desaparecido. Pero su visión histórica y honesta de los hechos representa un golpe fatal para el relato progresista.

En una jornada con estudiantes de periodismo, la referente de la lucha por los Derechos Humanos en Argentina manifestó que es “muy ligero hablar de 30 mil desaparecidos”. Para ella, la cifra arbitraria es una forma de contribuir al alejamiento de la memoria:

“Ya habíamos empezado a investigar durante la dictadura en los propios organismos, desde la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Cuando se instaló la democracia y se hizo la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, por un tema de infraestructura, casi todos los organismos trasladaban su parte documental, a este organismo. En ese momento no se llegaba a 5.000 nombres registrados con documentos. Desde la historia y desde el periodismo de investigación, se puede extremar la búsqueda de recursos para lograr el máximo reconocimiento que te acerque a la verdad. Si ustedes van a al monumento de la Memoria en la Costanera y cuentan las placas que tienen nombres, van a tener ese número y va a variar si lo toman desde el ’69 o desde otro período. Cada víctima tiene derecho a que su nombre y datos figuren individualizados, y no en esa generalización de 30.000, que a mi criterio es muy irrespetuosa”.

Dada su visión crítica de la revisión parcial de los setenta, Meijide siempre estuvo alejada del kirchnerismo y de sectores como los que representan Hebe de Bonafini y Estela de Carlotto. Aunque siempre participó en la lucha por la verdad y justicia por las desapariciones, Meijide reconoce las actividades y las intenciones de las organizaciones armadas: “Los grupos guerrilleros naturalmente fueron terroristas”, manifestó.

“Yo inventé el número de los 30 mil desaparecidos”

Luis Labraña, exmontorero y sobreviviente de los setenta, manifestó en televisión que él es el creador de la cifra simbólica. Según sus dichos, se encontraba con un grupo de exiliados en Europa buscando fondos para difundir la situación argentina y la violación de los Derechos Humanos cuando el número se echó a rodar. Con relación a aquellos años, Labraña recordó que el número real no permitía acceso a los fondos que le podrían otorgar fundaciones holandesas, por lo que se comenzó a hablar de 30 mil desaparecidos. El exguerrillero se manifestó arrepentido de la lucha armada y la causa socialista y es otro de los que cada vez que habla, pone en jaque al relato de la izquierda.



Fuente