Franklin D. Roosevelt admiró a Mussolini y copió todo lo que pudo del fascismo (G)

En su extraordinario libro de 2006, Three New Deals: Reflections on Roosevelt’s America, Mussolini’s Italy, and Hitler’s Germany, 1933-1939, Wolfgang Schivelbusch examina las similitudes del New Deal de Franklin D. Roosevelt –planificación central y estatización indirecta de la economía–, al Fascismo Italiano de Mussolini, y el Nacionalsocialismo Alemán de Hitler.

Similitudes admitidas por todos en la pre-guerra: en economía intervenida, discurso anticapitalista, y liderazgo caudillista. Quienes hoy idolatran a Roosevelt como cumbre del progresismo estadounidense con su socialismo blando, descartan la comparación con el fascismo por reaccionaria. Calificativo por el que se sienten eximidos de examinar los hechos.

Vemos la historia al revés. Del pasado al presente. Así es fácil proyectar odios y propagada de la Segunda Guerra mundial a la pre-guerra. Pero es falso. Como Schivelbusch nos recuerda, las similitudes –y mutuas simpatías de preguerra– entre el fascismo de Mussolini y el New Deal de Roosevelt eran conocidas –y reconocidas–  por partidarios y oponentes al New Deal. Y del fascismo.

Cuando Roosevelt asumió en 1933 obtuvo fácilmente del Congreso una delegación extraordinaria de poderes. El legislativo se auto-anuló temporalmente. Únicamente el Tribunal Supremo estaba en pié ante el Ejecutivo. En la Alemania del temprano nacionalsocialismo únicamente el atentado incendiario al Reichstag –seguido de la confiscación del armamento y explosivos de las milicias comunistas, en cantidades que lógicamente alarmaron a Hindemburg– permitió a Hitler algo similar.

También se suele olvidar que el primero y original fue Mussolini. Hitler y Roosevelt llegan al poder tras Il Duce, único modelo anticapitalista de socialismo no bolchevique. La prensa nacionalsocialista alemana alabo al New Deal. El infame Völkischer Beobachter, resaltó la adopción por Roosevelt de aspectos claves del pensamiento nacionalsocialista en sus políticas económicas y sociales. Calificando al New Deal de Roosevelt de “compatible con el propio Führerprinzip”.

Hitler, señala Schivelbusch, “manifestó al embajador estadounidense W. Dodd su acuerdo con el presidente en la visión de que la virtud del deber, la disposición para el sacrificio y la disciplina debe dominar a todo el pueblo (…) demandas morales que el presidente coloca ante cada ciudadano EE.UU. son la quintaesencia de la filosofía nacionalsocialista alemana”. Pero el Roosevelt de pre-guerra vio en Hitler un imitador menor de Mussolini. No podía adivinar que el imitador sería su mayor desafío político y militar.

Con Mussolini es lo opuesto. Explica Schivelbusch que Roosevelt comentó a un corresponsal de la Casa Blanca como mantenía “un contacto bastante cercano con ese admirable caballero italiano”. Admiración que compartía Rexford Tugwell, asesor cercano de Roosevelt que describía al fascismo como: “la pieza de maquinaria social más limpia (…) más eficientemente que he visto. Me produce envidia”.

Y Mussolini, quien siguió su prolífico trabajo periodístico en el poder, escribió una laudatoria reseña temprana del gobierno de Roosevelt. Posteriormente en New Frontiers de Henry Wallace, Mussolini encontró al programa del Secretario de Agricultura de Roosevelt muy similar al corporativismo fascista. Como ciertamente era.

¿Por qué sus contemporáneos –partidarios y opositores– notaban la afinidad entre Roosevelt y Mussolini –y la semejanza de sus políticas–, pero hoy asombra y escandaliza la mención de esos  hechos? Está la intensa propaganda de la izquierda estadounidense –y británica– ocultando sus tempranas simpatías con fascismo y nacionalsocialismo. También que el común de las personas “lee” la historia al revés. Del presente al pasado. Proyectando odios de la II Guerra Mundial –y mitos de post-guerra– a la pre-guerra.

Aunque a sus contemporáneos les impresionaron más las similitudes que las diferencias. En el democrático ascenso casi simultáneo de Roosevelt y Hitler importan las diferencias. Roosevelt carecía del partido totalitario y militarizado que Hitler copió –superando al original– del fascismo italiano. La entonces numerosa militancia del KKK –en aquél momento rama armada del partido demócrata en el Sur– no seguía órdenes de Roosevelt. Ni del partido. Era una corriente con intereses, candidatos, organización, ideología y agenda propios. Dentro del partido demócrata.

Además de la planificación central y el dirigismo económico, Mussolini, Roosevelt y Hitler tenían la misma habilidad para comunicarse con multitudes de forma nueva. Se dirigían a masivas audiencias dando a cada individuo la impresión de dirigirse a él, casi íntimamente. Era novedoso. Relacionado con novedosos medios de comunicación. Radio y cine sonoro.

Schivelbusch no niega las diferencias entre Roosevelt y los dictadores de Italia y Alemania. Pero explica acertadamente al New Deal como un fascismo blando. En un país en que no podía llegar poder un fascismo duro. Blando, pero compulsivo. En la campaña Blue Eagle de la NRA, quienes cumplían estándares “voluntarios” recibieron un cartel para exhibir en sus negocios. El director del programa, General H. Johnson, organizó boicots ilegales masivos contra quienes no tuvieran tal “Blue Eagle”. “El público” afirmaba el General “no puede tolerar el incumplimiento de su plan”. Para Jhonson, la voluntad de Roosevelt era la del pueblo. Y obedecerla “voluntariamente” era forzoso. Manipulación de masas –y extorsión política– comunes al New Deal, el fascismo y nacionalsocialismo.

Otro elemento común es lo colosal como símbolo del poder central –compartido por el socialismo soviético– que en el New Deal elevó la Tennessee Valley Authority TVA, de agencia de electrificación rural a símbolo supremo del New Deal. Explica Schivelbusch como “Las represas masivas en el Valle de Tennessee eran monumentos al New Deal (…) como las Nuevas Ciudades en los Pantanos Pontinos eran monumentos al Fascismo (…) la propaganda de TVA también estaba dirigida contra un enemigo interno: los excesos capitalistas”. Concluye citando a John T. Flynn, en As We Go Marching de 1944 señalando que el New Deal  “Nace en crisis, vive en crisis y no puede sobrevivir a la era de la crisis”. Y que “La historia de Hitler es la misma”.

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