
“Que el mundo fue y será siempre una porquería” y el siglo XX “un despliegue de maldad insolente” afirmaba en un tango de 1935 Enrique Santos Discépolo. Era sobre moral. Del “atropello a la razón” cuando “cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón”.Del que cuando “no hay aplazados, ni escalafón, los inmorales nos han igualado”.
Y resultó profético en ese y otros sentidos. El siglo XX vio gran prosperidad con el capitalismo. Pero también los horrores del socialismo. Los mayores genocidios de la historia. Exterminó el socialismo soviético con hambrunas y Gulags. Exterminio industrializado bajo el nacionalsocialismo alemán. Genocidas hambrunas del camarada Mao. Y el inolvidable camarada Pol Pot. Entre otros.
En lo que llamamos pobreza extrema vivió toda la humanidad antes de las primeras civilizaciones. En similar miseria el 90% de la humanidad casi toda la historia. El lento progreso alcanzó a pocos. Las recaídas en la miseria a muchos. Colapsaban civilizaciones enteras, por hambrunas, epidemias y otros desastres naturales. Grandes empobrecimientos sostenidos por varias generaciones eran comunes.
Ya no. El capitalismo que emergió a principios del siglo XIX cambió todo. Johan Norberg, en su libro Progreso explica porque en los últimos 200 años se creó más riqueza que en toda la historia. Y como la actual riqueza “se explica porque millones de personas tienen hoy más libertad que nunca para mejorar sus vidas”. El progreso material y moral, dependen de libertad y propiedad. Libre pensamiento y libre mercado, son capitalismo. Lo contrario es lo de siempre, pobreza e ignorancia. O peor, totalitarismo y miseria.
Steven Pinker en su libro En Defensa de la Ilustración explica que hace dos siglos 90% de la población global vivía en pobreza extrema. Hoy solo 10%. Y que, hay menos homicidios sobre población que hace treinta años, cuando había menos que hace cincuenta, y entonces menos que hace cien. El porcentaje de adultos con educación básica subió de menos del 20% a inicios del siglo XIX, al 80% a principios del XXI.
Lo atribuye a la razón, ciencia y humanismo. Valores de la Ilustración. Pinker señala cómo se está negando la realidad del progreso. Y advierte que si abandonamos los valores que lo causaron, nos hundiremos en el atraso. Matt Ridley en El optimista racional, y The Evolution of Everything, destaca que el progreso humano no lo lograron los Estados. Ni algún plan científico o técnico. Lo iniciaron y siguen causándolo millones de decisiones individuales libres.
Los valores de la ilustración sin propiedad privada y mercados libres son inimaginables. La propiedad permite pensar en el futuro. Ahorro e inversión hacen capital. Mercados crecientes. Y ciencia que avanza con libertad de pensamiento. Tras la prosperidad que la hizo posible. Ciencia de juguetes o armas, transformada en ciencia de tecnologías de producción masiva. Círculo virtuoso de capital y conocimiento. Científico y técnico, práctico y comercial. Imposibles sin capital.
El capitalismo no nace como planta silvestre. Emerge de valores institucionalizados, que no se limitan a los de la ilustración. Pero hoy, entre intelectualidad y prensa es moda negar la realidad del progreso. Atribuir al capitalismo lo peor. Y al socialismo –que únicamente materializa infiernos– todo lo que nunca logró.
Ni logrará. Pretender que el progreso en todos los campos es inevitable. Que seguirá aunque desaparezcan sus causas. Que “siempre fue así”. Mienten. Pobreza es el único estado natural del hombre. Pero apoyada en envidia, su mentira convence. Cuando vea que algunos malvados convencen a muchísimos idiotas, su sociedad –le diría Cipolla– está condenada.
El mundo es cada vez más libre y próspero porque es relativamente más capitalista. La mayoría de intelectuales y políticos buscan que de una u otra forma sea relativamente más socialista. Quienes tomaron el camino contrario al promedio de la humanidad, como Venezuela, nos demuestran lo rápido que se puede caer del desarrollo a la miseria.
Venezuela –para asombro actual de propios y extraños– era una economía desarrollada –y una de las más ricas del mundo– en 1950. No por petróleo –igualmente presente en auge y caída– sino por medio siglo de paz interna. Libre mercado. Estado de legalidad próximo al de Derecho. Y moneda dura. Así creció aceleradamente cinco décadas, promediando ahorro interno e inversión en capital entre las mayores del mundo. En dictadura y democracia. Hasta que el socialismo moderado inició el lento y sostenido empobrecimiento. Y forzó la creciente dependencia del petróleo. Abriendo camino al socialismo revolucionario. Y la miseria.
Por paridad del poder adquisitivo PPP, el Producto per cápita de la economía global es hoy más del doble que a mediados del siglo pasado. Por PPP, el Producto per cápita de Venezuela en 2017 eran 13 mil 179 USD$. El de EE.UU. 58 mil 041 USD$. Y el de Corea del Sur 38 mil 346 USD$.
En esos dólares, el PIB per cápita de Venezuela en 1950 fueron 14 mil 286 USD$. El de EE.UU. 14 mil 880 US$. Y el de Corea del sur apenas mil 222 USD$. Venezuela exhibía en 1950 el segundo PIB per cápita de las Américas. Más que Argentina, 9 mil 181 USD$. Y Canadá, 12 mil 930. Superando al milagro alemán, 8 mil 283 USD$.
A Francia, 9 mil 317. Y a cualquier gran economía europea. Excepto Suiza, 20 mil 657 USD$. Socialismo revolucionario mediante, lo que exhibía Venezuela cerrando 2017 era 87% de pobreza total, con 61% de pobreza crítica. Cerrando 2018 será peor.
Cuando el capitalismo que condujo al mundo de la miseria a la prosperidad es odiado y vilipendiado por el grueso de la intelectualidad y la prensa, los escenarios y los púlpitos. Y el socialismo que condujo a Venezuela de la prosperidad a la miseria es elevado a los altares por intelectuales, sacerdotes, políticos, actores y periodistas. Y en consecuencia, las peores ideas las asumen como “sentido común” las masas de un mundo tan libre y prospero. ¿Qué podría salir mal?
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