No, Hitler nunca ganó una elección libre (Archivo)

En un intento de desprestigiar la victoria de Jair Bolsonaro el pasado domingo, varias son las personalidades públicas y usuarios de redes sociales que han afirmado, a modo de “argumento” contra la elección del pueblo brasileño, que “Hitler también ganó las elecciones”, haciendo un inmenso despliegue de totalitarismo e ignorancia histórica.

En primera instancia, conviene acordar que si lo que se pretende demostrar es que los pueblos pueden tomar malas – pésimas – decisiones, sobran los ejemplos (pasados y contemporáneos), por lo que aludir a Bolsonaro suena a provocación infantil. En segundo lugar, bien viene conocer la historia antes de escudarse en ella.

Paul von Hindenburg nació el 2 de octubre de 1847 en Posen, Prusia (actual Polonia). Hijo de terratenientes acomodados, participó en la guerra austro-prusiana (conocida como la “guerra de las Siete Semanas”) y en la guerra franco-prusiana de 1870 – 1871.  Su carrera militar fue exitosa, alcanzando el grado de capitán 1878 y siendo ascendido, en 1881, a comandante. En 1903 obtuvo un rango equivalente a capitán general (Kommandierender General).

Hindenburg se retiró del Ejército en 1911, a los 63 años de edad, pero con el estallido de la Primera Guerra Mundial se reincorporó como comandante en jefe del VIII Ejército.

El sistema electoral de la República de Weimar comprendía la elección directa del presidente (sufragio directo) por un mandato de siete años. El presidente nombraba al canciller, encargado del poder ejecutivo.

Hindenburg, convencido monárquico, era reticente a la república que le tocó ver nacer. No obstante, y no sin presiones, fue candidato a la presidencia de la República de Weimar y resultó victorioso de la contienda electoral de 1925.

En 1932, Hindenburg, octogenario y con la salud deteriorada, se presentó a la reelección apoyado por distintas figuras de renombre del espectro político alemán que entendían que era el único candidato que podía vencer a Adolf Hitler. Hindenburg no se hizo del poder en primera vuelta (marzo de 1932) porque no alcanzó la mayoría absoluta por apenas un 0.4%. En segunda vuelta (abril de 1932)  la victoria de Hindenburg sobre Hitler fue aplastante. Estas serían las últimas elecciones presidenciales que se celebrarían en Alemania.     

A pesar de la derrota presidencial, el nacionalsocialismo ya era la primera fuerza política del Reichstag. Entre 1932 y 1933, la República de Weimar fue testigo de una seguidilla de cancilleres, fruto de las incontables maniobras políticas que se realizaron para que Hitler no se hiciese de la cancillería.

Hindenburg, que no era simpatizante de la ideología nazi y que se presentaba particularmente manipulable en sus últimos años, terminó nombrando a Hitler como canciller el 30 de enero de 1933 para poder, después de varios intentos, finalmente formar gobierno.

Una serie de incidentes (muchos de ellos de dudosa autoría, como el incendio del Reichstag) provocó la supresión de derechos fundamentales y la adquisición por parte del Ejecutivo de poderes especiales. En las elecciones parlamentarias 5 de marzo de 1933, bajo un ambiente de represión y terror, el partido Nazi liderado por Hitler logra el 43% de los votos y busca una coalición con el partido socialdemócrata para alcanzar la mayoría para gobernar. Hindenburg, aquejado por la demencia senil y el cáncer de pulmón, muere en 1934. Un día antes de su muerte, Hitler unifica los cargos de presidente y canciller, y se hace llamar Führer (líder, jefe).

El mito del ascenso al poder de Hitler por vías democráticas debe ser, en consecuencia, relativizado. Violó deliberada y sistemáticamente las instituciones, y siempre – como todo totalitario – en nombre del bienestar del pueblo.

Cualquier comparación con la victoria de Bolsonaro es un disparate. Al momento, el presidente electo brasileño ha sido más respetuoso de las instituciones que sus predecesores.

El enojo (o “dolor”) que muchos sienten hoy por el pronunciamiento del pueblo brasileño es injustificado. Despotricar contra un pueblo porque no nos gusta su decisión es probablemente una de las posturas más tercas, fanáticas, peligrosas y antidemocráticas que podemos tomar.

Es aún muy temprano para analizar la administración Bolsonaro, que es muy deseable sea exitosa. Empero, no faltan los que se imaginan al presidente electo escuchando a Wagner, mientras confía a su ovejero alemán sus planes de invadir Paraguay.

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