En la reveladora entrevista que concedió hace pocos días al periodista Néstor Morales y a su equipo, en Blu Radio, ese “prócer benemérito” del altiplano llamado Roberto Prieto, por poco se “descose” y confiesa todas sus fechorías, en medio de un copioso llanto. La presión a la que ha estado sometido el personaje de marras, acostumbrado a los cocteles capitalinos y a hacer lo que le viene en gana y quedar impune, pasando por encima de todo, incluyendo la ley, no es asunto de poca monta: hasta los más guapos caen presa de sus miedos en circunstancias similares. ¿Cómo será entonces el padecimiento de este “señorito” bogotano, miembro “ilustre” de esa élite intocable de Colombia? Calculen.

Mis fuentes –que son muy serias– me cuentan que, en más de una ocasión, Roberto Prieto hizo de tripas corazón, para contener las lágrimas y las frases incriminatorias. Una reunión previa en el palacio presidencial evitó que la mentada entrevista fuera el escenario para el reconocimiento de toda suerte de crímenes. En la Casa de Nariño, Prieto no se encontró directamente con el presidente, pero sí con alguien muy, pero muy cercano a este, que lo convenció de mantenerse firme en medio de la tempestad. De no ser por esa “charla desinteresada”, Roberto Prieto habría incriminado a Santos de manera expresa, tal cual lo hizo en su momento Santiago Medina con Samper: frente a un medio de comunicación.

Al final de la entrevista, Prieto recibió en su celular un mensaje de voz a través de una app especial (que él cree que es segura porque los audios se borran), en el que una voz femenina le agradecía con encomio su valioso silencio. Al colgar, Prieto no pudo aguantar más y rompió en llanto, cual niño desconsolado. Si Roberto Prieto dijo lo que dijo, tratando de proteger al presidente, y aún así dejó perfectamente evidenciado que Santos sabía todo, imagínense ustedes, queridos lectores, lo que pasaría si contara la verdad real acerca de los hechos oscuros que rodearon la financiación de las campañas del primer mandatario.

Ya conocemos el modus operandi de Prieto: desde los tiempos de Samper, en cuya campaña también participó, manejó recursos para publicidad de forma ‘poco convencional’, tal cual lo hizo en las campañas de Santos. En realidad, la publicidad ha sido siempre una mampara para comprar apoyos y votos, pues esas platas, en los últimos debates electorales, en su gran mayoría, fueron a parar en efectivo al bolsillo de muchos congresistas de La U, así como también las coimas de innumerables contratos estatales direccionados por Prieto. Ese es el otro escándalo que se avecina, sobre el cual me detendré en su momento.

Roberto Prieto es toda una ‘joyita’, pues recibe plata de quien sea, maquilla cuentas y facturas, intriga por contratos, mueve millones en efectivo y no aparece en sus sociedades, para vivir plácidamente del fruto del tráfico de influencias; y para completar, al igual que Santos, cree que todos los demás somos tontos y que pueden engañarnos.

Mi consejo, Robert, es que cuentes todo, porque después de que te utilicen serás desechado, como la basura. El desastre que se viene no lo ataja nadie. Así que ponte pilas. ¡Marica el último!

La ñapa: mientras Santos no para de hablar paja, tropas venezolanas hacen lo que les da la gana en territorio colombiano. ¡Qué aberrante es que el Gobierno no haga nada al respecto!