La doble moral de Claudia López parece no tener límites. La congresista por el Partido Verde que se ha autoproclamado la adalid de la lucha contra la corrupción, parece olvidar que muchas de las personas más allegadas a ella son protagonistas de varios de los peores escándalos del país.
Para la senadora, los únicos corruptos que hay que perseguir son los que tienen algún tipo de relación con Álvaro Uribe, y que el resto de las tendencias políticas (con las cuales ella se acomoda siempre según mejor le convenga), no tienen nada que ver con este tipo de hechos.
Pues se equivoca la doctora López si cree que los colombianos vamos a seguir su juego de pretender quemar en la hoguera a unos corruptos y a otros no.
El silencio cómplice de la senadora «gritona» ante escándalos como el de la izquierda en Bogotá a manos de Samuel Moreno y su hermano, o el de Santos con la repartición a manos llenas de mermelada por todo el país, y más recientemente el de la firma Odebrecht, en el que también aparece involucrada la exnovia de la doctora López, Gina Parody, por beneficiar a su familia de forma directa por medio de contratos con esta misma compañía, no es más que una pequeña muestra de la doble moral de esta señora que se cree con el derecho divino de señalar y juzgar a quien le da la gana solo porque no piensa como ella.
Es necesario y urgente para el país iniciar campañas de sensibilización y protestas ante los enormes índices de corrupción que nos azotan, pero también es claro que dichas campañas deben ser lideradas por personas honestas, ajenas a temas políticos, y sin la intención y desvergüenza de señalar a unos porque son enemigos, y encubrir a otros porque son cercanos.
Claudia López no representa la lucha contra la corrupción en Colombia, por el contrario, representa la lucha por encubrir a algunos y condenar a otros.
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