De nuevo se hace presente la doble moral de los colombianos; ahora por el caso del vicepresidente Germán Vargas Lleras y el escolta que fue agredido en un momento de confusión.
Es paradójico que en un país donde más del 50% de las personas votan para que siga la guerra, donde millones aplauden con euforia un audio del ex presidente Uribe en el que se oye cuando amenaza a otra persona de “darle en la cara, marica”, o donde tanto líderes de izquierda como de derecha han sostenido gran afinidad política y hasta han militado en grupos guerrilleros y paramilitares que han desangrado el país durante décadas, se crean con el derecho a juzgar al vicepresidente porque en un momento de agobio, confusión y desespero por la torrencial lluvia que caía en ese momento, reaccionó contra uno de sus escoltas dándole un coscorrón en la cabeza por una distracción suya.
Si bien es verdad que la reacción de Vargas Lleras no es justificable, también es cierto que se está juzgando con demasiada severidad a una persona que ha entregado su vida al servicio público y a prepararse para aportarle al país desde la política. Creo que fue valiente por parte del experimentado funcionario haber salido a pedirle perdón públicamente al escolta y reconocer que se había equivocado. Es de humanos equivocarse y de valientes reconocer su error y saber ofrecer excusas en el momento indicado.
Me cuesta creer que si miles de personas víctimas de la más cruda violencia que ha azotado este país durante más de medio siglo han aceptado perdonar a los asesinos de sus familiares más cercanos, nosotros como sociedad nos neguemos a disculpar a un funcionario con una hoja de vida sin tacha, por una reacción inapropiada.
Creo que en vez de acabar públicamente con el vicepresidente Vargas Lleras, quien lleva décadas de carrera pública transparente y que se ha preparado de forma disciplinada para estar donde está, deberíamos perseguir y cuestionar a quienes se alían con delincuentes para desangrar las arcas del Estado y que siempre están metidos en escándalos de corrupción y demás. Ellos no cometen sus delitos por un error de momento, lo hacen de forma premeditada sabiendo siempre el daño que le causan a la salud, la educación y el progreso del país. Esos son nuestros verdaderos enemigos.
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