Olvide que las protestas en la Santamaría son a favor de los toros. Son apenas otro pretexto para ejercer la violencia social, tan irrelevantes como el florero de Llorente, el Sí y el No o Yuliana Samboní; una fachada para justificar que aquí se matan a insultos o a machete quienes tienen dinero, poder y privilegios con los que no.
¿Qué nos molesta de las corridas? ¿Que torturen a un toro y luego lo maten? Si los humanos nos vivimos aprovechando de la naturaleza. Sobran las etnias desplazadas, los animales extinguidos, los bosques arrasados y las personas esclavizadas para que podamos tener ropa y celulares y joyas y carros y comida en la mesa, y mucho dolor no es que haya.
Con la tauromaquia no sé dónde ubicarme, soy pro o contra según como me haya levantado. No me suena que la gente se regocije mientras se mata a un animal, pero quién soy para decidirlo si tengo gustos que para otros pueden resultar censurables. Lo que sí creo es que las protestas en la plaza de toros de Bogotá son más sociales que animalistas, un capítulo más de la eterna lucha entre derecha e izquierda.
Y las entiendo, a mí tampoco me agrada ninguno de los bandos. La derecha nos ha gobernado a su antojo. No me importa que tenga un orgasmo cuando matan al toro y diga que es arte, me arde es que las corridas en la Santamaría sean la reafirmación de sus privilegios y que para justificarse se ampare en las leyes, como siempre lo ha hecho. Claro, le resulta conveniente porque es quien las dicta. Arropada por la fuerza armada, que fue creada para protegerla, hace y deshace a placer. ¿Defendiendo la democracia, maestro?
Y cuando no está en toros está en Cartagena, o posando para las sociales con sus sacos sobre los hombros. Supieran lo idiotas que se ven así. Y sus hombres de la mano de mujeres espectaculares, en ocasiones de adorno, pero siempre impecables. La apariencia física de las mujeres de la derecha es lo que ha hecho que el mundo sea más de esta que de izquierda. Y todo aquel que no pertenezca a ese club, que se rebele, es un mechudo, un mamerto, un guiso. Que no pierdan una, eso es lo que me conflictúa de los ricos de este país.
Aunque no son peores que Gustavo Petro y Hollman Morris. Ahí se exhibieron en la protesta mientras hacían campaña, es decir, mientras hacían negocio. Les importa un carajo el pueblo, no son de izquierda ni progresistas, son buitres. ¿Saben qué quieren? Poder y dinero, acceder como sea a lo que no obtuvieron de cuna, como los ricos de toda la vida. Elegirlos sería reemplazar un verdugo por otro.
Para esa gracia, mejor la derecha, que se ha robado este país pero tiene buen gusto. Petro estaba en la plaza con su lenguaje incluyente y una gorra de los Phillies de visera recta como si fuera un reguetonero, mientras que Morris fue con su copetico, su camiseta desjetada y su collar artesanal. Además de lo falsos y oportunistas, se les notaba el mal gusto. No defendían a los toros, estaban odiando al rico, otro de nuestros deportes nacionales. Y están en su derecho, pero yo sí prefiero ser mal gobernado por alguien con clase y que huela a rico. Si Petro y Morris llegan al poder, lograrán en cuatro años lo que la oligarquía no ha conseguido en 200: acabar con esto.
Igual, no son los únicos protagonistas. He visto a amigos cercanos sacarse de redes sociales por no estar de acuerdo. Hemos logrado que el circo no esté en el ruedo, sino afuera de él. Para devolverle el protagonismo propongo armar a taurinos y antitaurinos y encerrarlos en la Santamaría hasta que se acaben, todo con transmisión en vivo de RCN. He ahí un verdadero espectáculo y una nueva modalidad de la limpieza social que tanto les gusta a los extremistas.
Adolfo Zableh Durán
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