Han pasado 74 días desde que el presidente Nicolás Maduro Moros anunció en cadena nacional lo siguiente:

“He decidido activar, a partir de la próxima semana, un nuevo Dicom que permita perfeccionar… un sistema de acceso a las divisas de todos los sectores productivos y de todos los venezolanos… que nos permita estabilizar el precio de la moneda… No está de más pedir la mayor unión nacional para combatir el sistema de distorsión y daño nacional que se ha creado con el dólar criminal de Miami…”

Bueno hubiera sido, además, que reconociera su grado de responsabilidad —si se quiere criminal— al contribuir a la persistente existencia de esa tasa de cambio libre, única a la que acceden los meros mortales que no forman parte de la cúpula que todavía disfruta de dólares a la ridículísima tasa de cambio denominada como “protegida” de Bs. 10 por dólar.

Por supuesto que a la velocidad que trabaja este gobierno “la próxima semana” se convirtió en dos meses. Pero es interesante notar que, para la fecha de la cadena nacional, el “dólar criminal”, como ellos lo denominan, estaba por los alrededores de Bs. $2.900 por dólar, y que, para el cierre de esta semana, luego de dos adjudicaciones por la vía del nuevo mecanismo de supuesta “subasta”, a niveles de alrededor de los Bs. $2.100, se encuentra por encima de Bs. $7.100. Es decir, a más del triple del nuevo Dicom. Además de que no deja de ser interesante apreciar que esa es la misma proporción de 3 a 1 que había once semanas atrás con el “viejo Dicom” de Bs. $727 por dólar.

Pero ¿por qué sucede este fenómeno de vuelo imparable del dólar paralelo, al que nunca logran alcanzar con los nuevos esquemas tipo parche que se van implementando? Más allá de las razones obvias, como la estructural de intrínseca inviabilidad de un sistema de cambios múltiples, y la persistente tentación de mantener el cambio oficial sobrevaluado en vano intento por transmitir una sensación de bienestar a la población, hay una razón de fondo que se agudiza cada día. Esa no es otra que el grado de descontrol cada vez mayor, en lo que se refiere a impresión de dinero sin respaldo.

Ese es un fenómeno propio de las hiperinflaciones, como en la que nos encontramos, pero cuya existencia pocos economistas aún se atreven a admitir. No es que la liquidez monetaria esté aumentando. No. Es que ¡la velocidad con la que está aumentando, es cada vez mayor! Hace un año demoraba doce meses para que se duplicara el circulante. Hoy la mitad del este se produjo durante los últimos seis meses, y un 20 % de él se hizo presente en el último mes.

os efectos, amigo lector, usted los está sufriendo de varias maneras. ¿Por qué cree que los bancos le limitan a cifras ridículas la cantidad de efectivo que puede retirar de su cuenta por taquilla o por cajero? Porque el total de billetes que hace un año era el 10 % de la liquidez, ahora ha bajado al 7 %. ¿No le pasa la tarjeta de débito? Tranquilo. No es que no tenga saldo. Es que el volumen de transacciones está rebasando la capacidad de los bancos y de las plataformas de Credicard y de Interbank, porque a ese ritmo de aumento del aumento no hay cómo adecuar los puntos de venta.

Todo esto, por supuesto, termina reflejándose en el comportamiento del llamado cambio paralelo. Porque la gente intuye lo que está sucediendo, sin saber los detalles. A quienes califican de gurús, estiman que el paralelo pudiera estar por el orden de los $8.000 bolívares a finales de año. Sin embargo, los consumidores, que no son tontos, saben que cruzará esa barrera mucho antes, a no ser que alguien pare el desenfreno de la maquinita, cosa que, a todas luces es imposible, cuando ni siquiera se están considerando los cambios básicos que harían falta.

En las democracias esos síntomas de hiperinflaciones entrando en fase terminal, por lo general, producen cambios anticipados en los gobiernos de turno. Pero en regímenes autoritarios, como el de Zimbawe, a veces el autócrata da el gran paso, él mismo logra implementar el giro de 180 grados que se requiere, pero para que eso suceda el desorden monetario y fiscal tiene que pasar a ser disciplina pura.

FUENTE: PAN AM