Hoy, en la mañana, me enteré de la devastadora y dolorosa noticia: la dictadura de Nicolás Maduro secuestró al histórico dirigente venezolano, Enrique Aristeguieta Gramcko.
Tengo el enorme privilegio de tratarlo, y además compartir una valiosa amistad. Lo conocí hace más de un año, y desde entonces he podido confirmar quién es Enrique Aristeguieta. Un hombre bastante sabio. Lúcido y tajante. Cada conversación con él era, al mismo tiempo, una experiencia didáctica y esencial.
Se estrenó en la política como miembro de la Junta Patriótica que derrocó al dictador Marcos Pérez Jiménez en enero de 1958. Con su primer arrojo, casi romántico, demostró su valentía y compromiso con los principios democráticos. Con solo 24 años dejó claro cuál iba a ser el curso de su vida: la contienda interminable por las libertades y los valores.
Luego desempeñó diferentes cargos. Fue diputado, embajador, gobernador encargado, viceministro y presidente del Consejo Supremo Electoral. Abogado e historiador. Profesor y miembro de la Academia de la Historia del estado Carabobo. Ha publicado varias obras, sobre todo enfocadas en Puerto Cabello, tierra donde creció y a la que le tiene un gran aprecio.
Militó en el partido Copei hasta 1999; pero jamás se sometió al ostracismo. A pesar de lo que la edad sugería, se mantuvo siempre aportando al debate nacional. Y siempre, desde 1999, firme en contra de un proceso cuyo olfato político ya lo obligaba a rechazar.
Es incisivo, siempre en contra de la mezquindad. Su verbo, contundente, sin intenciones de satisfacer. En 2017, en medio de una de las coyunturas políticas más dramáticas de la historia de Venezuela, fundó el movimiento político Gran Alianza Nacional (GANA), que se erige como una alternativa a la Mesa de la Unidad Democrática. Unos meses después, se unió a otros destacados dirigentes para construir la importante y pertinente alianza, Soy Venezuela.
Hoy la dictadura lo secuestró, por el simple delito de disentir. Pero además, Enrique Aristeguieta Gramcko ha demostrado ser un hombre indoblegable. Que también es la última representación viva de que las dictaduras caen en Venezuela y que la libertad siempre se impone. Verdadero roble impenetrable, que en su momento colaboró con la edificación de un país democrático.
Un enemigo claro del régimen, porque es valiente, firme y está comprometido con una causa que no necesariamente debe corresponderle. El régimen atenta contra Aristeguieta porque representa lo que odian los criminales: el temple y la sabiduría.
Su preparación, descollante experiencia, ilustración, lucidez y bagaje histórico; su voluntad de lucha y la firmeza de sus principios, lo perfilan como uno de los venezolanos más valiosos para formar parte de una eventual transición. Aquello representa una amenaza para una tiranía cada vez más desesperada y exánime.
Hoy, dos de febrero, Enrique Aristeguieta Gramcko pudiese estar con su familia, que se encuentra en el exterior. Pudiese andar acompañado, disfrutando a sus nietos, de quienes siempre habla y a quienes aprecia bastante. Pero en cambio, ha decidido mantener una lucha que inició en la década de los cincuenta. Una contienda que jamás abandonó y que hoy más que nunca se vuelve indispensable.
A sus ochenta y cinco años, Aristeguieta se ha mantenido impávido en contra de cualquier tipo de tiranía. Y hoy se mantiene firme en contra de este régimen. Pero eso no lo perdonan los criminales, quienes rechazan cualquier vestigio de cordura e ilustración.
Los venezolanos racionales y el mundo democrático deben alzarse en contra de este criminal asedio. La dictadura no solo ha vulnerado los fundamentales derechos de Enrique Aristeguieta Gramcko; con su secuestro nos ha agredido a todos. A Venezuela y al mundo.
Fuente: es.panampost.com
No Comment