Al igual que hace poco más de 10 años, su captura lo volvió famoso. Al igual que hace poco más de 10 años, su captura tocó el corazón de las Farc. Pero, a diferencia de hace poco más de 10 años, ya no le dicen Mateo ni tiene escandalizada a la sociedad paisa por haber logrado infiltrarse como miembro de la junta de las Empresas Públicas de Medellín.

Hasta el domingo pasado, el nombre de Jimmy Ríos no le decía mucho a nadie en el país. Ni siquiera a algunos de los periodistas que más han cubierto estos casi cinco años de proceso de paz con esa guerrilla.

A las 12:54 p.m. de ese día, Rodrigo Londoño Echeverri, ‘Timoleón Jiménez’ o ‘Timochenko’, el máximo jefe de las Farc, puso en twitter el trino de la tensión:

“Ante la captura de Yimmi Ríos (cada quien escribe el alias como mejor le parece), quien está en tareas relacionadas con la implementación estoy considerando ordenar el aplazamiento dejación armas”.

La esperada dejación de las armas, apenas días antes oficialmente prorrogada por el presidente Juan Manuel Santos hasta el próximo 20 de junio, de nuevo al punto de la duda, esta vez, por un señor Ríos. ¿Quién será el señor Ríos?

La situación duró poco. El Presidente la calificó como “un problema de identidades” por el cual Jimmy no tenía sus órdenes de captura suspendidas, fue detenido a las 7 a.m. del domingo en Bogotá, en donde se encuentra desde abril en labores del posconflicto con autorización del Estado, y posteriormente dejado en libertad a la 1 a.m. de ayer lunes.

Una incertidumbre de 18 horas.

Después, también por twitter, Timochenko dejó claro que el impasse había sido superado: celebró la liberación. Recordó, eso sí, que aún esperan los indultos y amnistías acordados. Y publicó fotos de una reunión con el Alto Comisionado Sergio Jaramillo y el exministro del Interior Juan Fernando Cristo, para asegurar el cumplimiento de las nuevas fechas pactadas el pasado 29 de mayo que sinceraron la penúltima etapa de los acuerdos. La del desarme.

Aunque todo quedó como venía, el mini apuro evidenció dos asuntos: uno, si el Gobierno incumple, o si sienten que el Gobierno incumple, con algo tan grande como su seguridad jurídica, las Farc estarían dispuestas a aplazar aún más la entrega de sus armas.

Dos, en la guerrilla hay un señor importante llamado Jimmy Ríos. O como lo quieran escribir.

El 4 de agosto de 2006, después de un bombardeo a un campamento del frente 47 de la guerrilla, fue capturado en Aguadas (Caldas) el profesor Fredy Escobar Moncada. Llevaba caminando herido 11 días. Cuando lo mostraron a medios, dijeron que se trataba de alias Mateo. El general Mario Montoya, entonces comandante del Ejército, lo presentó: “Esta es la persona con mayor formación que le hemos capturado a las Farc”.

Un importante ideólogo del frente Jacobo Arenas, aunque ese cargo no existe formalmente en la guerrilla. Faltaban tres días para la segunda posesión de Álvaro Uribe en la Presidencia.

La captura de Mateo sacudió a la sociedad paisa. Mateo era Fredy. Y Fredy era hasta entonces un respetado y conocido profesor e investigador de la Universidad de Antioquia, que hacía siete meses había llegado a ser miembro vocal de la junta de las Empresas Públicas de Medellín, seleccionado por el propio alcalde de entonces, Sergio Fajardo.

Se había graduado de Trabajo Social y tenía una maestría en Ciencia Política, también de ahí de la de Antioquia.

Sus investigaciones, desde o fuera del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad, eran reconocidas al punto que incluso participó en una para Ecopetrol llamada ‘Diagnóstico de la zona de influencia del poliducto Medellín-Cartago’.

Ese camino académico lo recorrió paralelo a un amplio trabajo social en las organizaciones comunitarias de la zona nororiental de Medellín, en donde se dedicó a promover la planeación zonal y las protestas por las desconexiones a quienes no tenían para pagar sus servicios públicos.

Por esa vía, dentro de esas organizaciones sociales en donde todo el mundo, al menos públicamente, dijo desconocer su condición de fariano cuando lo capturaron, llegó a hacer política con el movimiento Compromiso Ciudadano de Sergio Fajardo.

Apoyó tanto la primera y fallida campaña de Fajardo a la Alcaldía (2000) como la segunda en la que resultó ganador (2003).

El reconocimiento en los barrios y en el fajardismo le alcanzó para ser incluido como parte de la lista al Concejo que apoyó a Fajardo esa segunda vez por el partido ASI.

Y para ayudar a liderar unas bases que fueron clave para la innovación que hizo ese Alcalde con los presupuestos participativos, a través de los cuales permitió a muchas comunas decidir la inversión de una pequeña parte de la plata pública de Medellín.

Miembro del Partido Comunista Clandestino desde el 91, cuando entró a estudiar a la de Antioquia, este hombre de hoy 48 años era parte de una célula que tenía como tarea el llamado trabajo de masas, la lucha social. El reclutamiento. La movilización. La agitación.

La agitación a favor de los “desconectados” de los servicios públicos se tomó medios de comunicación locales, hizo marchas y armó un pequeño carnaval en las comunas, en los que salían disfraces hechos con facturas sin pagar que bailaban al ritmo de las quejas comunes.

En ese contexto, y con el apoyo de otros líderes del movimiento comunitario que incluso tenían puestos en la Alcaldía, Fajardo lo selecciona para la junta de las EPM. Allí llegó a compartir silla con el exministro Juan Camilo Restrepo.

La sorpresa que todos sus conocidos públicos manifestaron ante la captura en Aguadas (Fajardo dijo que se sentía traicionado. El director del Instituto de Estudios Políticos de la de Antioquia, Manuel Alonso, se preguntó “¿cómo carajos nos ha hecho esto todo este tiempo”? Líderes comunitarios aseguraron estar “aterrados”), se vio tan grande como el convencimiento revolucionario que demostró Fredy, Mateo, tras su arresto:

En la rueda de prensa con el Ejército en Manizales un periodista le preguntó que cuántos estudiantes había reclutado: “Ojalá fueran los 20 mil”, respondió.

A la jueza a la que le aceptó los cargos que por rebelión lo tuvieron año y medio preso en la cárcel de Ibagué le dijo ante la pregunta de cómo se declaraba: “Haga lo que se le de la gana que la pelea de nosotros es contra todo lo que usted representa y en un país lleno de pobreza es un honor ser juzgado por rebelde”.

Jimmy Ríos llegó a la región donde ahora está la zona veredal transitoria ‘Simón Trinidad’ de la Serranía del Perijá, en donde se concentran los frentes 41 y 19 del Bloque Martín Caballero de las Farc, poco después de salir de la cárcel en 2008.

Ya no era ni el reconocido profesor Fredy. Ni Mateo. Era Jimmy, en honor a Jimmy Karateca, comandante del frente urbano Jacobo Arenas, muerto en combate; y Ríos, en honor a Iván Ríos, el jefe del Bloque Central, asesinado por el guerrillero Rojas, que le cortó la mano para cobrar la recompensa.

Aunque en la captura del domingo y en la captura de hace poco más de 10 años en varios medios se hayan referido a él como comandante, la verdad es que Jimmy no es un comandante. No es un militar. Es un tipo en cuyas órdenes de captura se leen los delitos de homicidio agravado, rebelión, terrorismo, lesiones personales, y que, no obstante, en las Farc es reconocido es por su trabajo doctrinario.

Hace artículos, panfletos, trabajo de formación, charlas, informes internos. Dicen que cuando estaban sentados en la mesa de La Habana, en donde nunca estuvo, impulsó desde el terreno todo el aspecto de la planeación participativa que ya había trabajado en Medellín.

En el Martín Caballero montó un plan llamado ‘Cátedra Colombia’ para explicarles a los guerrilleros las tesis de los acuerdos.

Últimamente ha sido clave para el trabajo político que viene haciendo la guerrilla en el Perijá desde que se instaló allí la zona veredal.

Incluso desde la preconcentración, que arrancó más o menos en octubre del año pasado, los guerrilleros apostados en el corregimiento San José de Oriente de La Paz (Cesar) vienen haciendo lo que cualquier buen político soñaría hacer siempre: atender gente.

Hace dos meses, en todo ese tiempo ya completaban dos mil asistentes al campamento, de 18 de los 25 municipios del departamento, para pedagogía de los acuerdos y para debatir y exponer proyectos de desarrollo rural.

“El Sí (en el plebiscito que debía avalar lo acordado) perdió porque no nos dejaron participar, porque dizque proselitismo armado, pero supongamos que ellos (los del No) se quedan con sus seis millones de votos. Nosotros vamos por los 22 millones que no votaron.

En igualdad de condiciones democráticas, van a perder. Si no nos matan, van a perder”.

Le dijo en diciembre a La Silla Caribe.

FUENTE: LA SILLA VACIA