Si la corrupción se ha vuelto, como a veces parece, la nueva preocupación nacional lo primero que hay que hacer es reconocer que de una u otra manera hasta hoy la hemos fomentado todos y cada uno de los colombianos. Por acción, por omisión, por desidia, por subestimación del fenómeno, por creerse el cuento de que sólo nos untamos o se untan un dedo los funcionarios de nuestros afectos, en fin, porque hemos sido cómplices por hacernos los de las gafas, por no decidirnos a husmear un poco más allá de lo que intuimos, porque hemos cohonestado cuando se trata de un amigo o un familiar el que puede estar cayendo en la trampa de confundir el interés público con el privado. O incluso  porque creemos que sí nos alejamos de la vida pública no somos responsables del destino de nuestro país. O porque hasta hoy nos ha importado un pepino lo que hagan los políticos creyendo que eso no nos afecta.

Claro que habrá personas que dirán pero yo siempre he denunciado, yo he sido intachable, yo nunca he aceptado un dádiva. “A mí que me esculquen” como decía un libro de Daniel Samper Pizano, el otrora periodista adalid de la moral pública. Pero ahí justamente está el problema. Sí la sal se corrompe…como dirían las mamás. Porque por ejemplo Daniel Samper tuvo que terminar como aliado de su hermano Ernesto Samper, cuando fue elegido presidente con los dineros del Cartel de Cali y salió con el chiste de que fue a sus espaldas. Ese fue, donde lo pongan, un acto de corrupción y el periodista investigativo de marras fue cómplice, así les duela a los aristócratas y así no le guste mucho que se lo refrieguen a la gente bien de Bogotá. Hasta ahí llegó la capacidad de denuncia de quien fuera incluso acusado de sicario moral por Gustavo Vasco, el entonces famoso alter ego del presidente Virgilio Barco.

Sí los periodistas en algún momento fueron quienes pusieron el dedo en la llaga en temas de corrupción, algo habrá pasado para que hayan terminado haciendo una especie de denuncia selectiva, o para que defiendan a unos corruptos y sólo ataquen a otros, ya sea por solidaridad de clase, por amiguismo o porque de una u otra manera han sido directa o indirectamente sus accionistas, sobre todo de los nuevos medios. O alguien se ha preguntado por ejemplo por qué otro Daniel más travieso nunca atacó, o denunció o investigó a César Villegas, “El Bandi”, cuando todo el mundo sabía que se había enriquecido ilícitamente en la Aerocivil y que les lavaba dinero a los Rodríguez Orejuela. Y al contrario lo convirtió en su socio para montar NTC, aunque después haya terminado por tumbar al bandido, seguramente con la idea de que ladrón que roba ladrón tiene cien años de perdón. O por qué el nuevo adalid de la moral nunca denunció a Pastor Perafán el narcotraficante caucano que más bien resultó clave para montar su noticiero.

Y fue que de esta manera el Daniel más travieso se le adelantó a Daniel Samper quien quería al “Bandi” como accionista de Cambio 16 Colombia y como principal financista de la campaña de su hermano. O por qué hasta el propio Antonio Navarro cuando se le puso de presente la denuncia sobre lo que pretendía Daniel Coronel con un tribunal de arbitramento armado a la altura de sus necesidades con el comisionado de TV Javier Ayala, su antiguo jefe, y con Darío Montenegro, el otro comisionado de TV, socio suyo en otras empresas, para esquilmarle al Estado cerca de 20 mil millones de pesos, simplemente el exjefe del M-19 se limitó a decir que él no se metía a pelear con Coronel porque en ese momento era un aliado en la lucha antiuribista. Y aquí y donde lo pongan esa capacidad de denuncia selectiva hace parte de la corrupción que decimos atacar.

Y qué decir de los políticos que aparentemente luchan contra la corrupción como los hijos de los mártires de la lucha contra las mafias y las corruptelas políticas que hoy luchan  es por engrosar las filas de Cambio Radical con cuanto pícaro regional se les suma, al mejor estilo de lo que hacía Alberto Santofimio y Jairo Ortega cuando recibieron en sus filas al mismísimo Pablo Escobar, el asesino de sus padres. No es sino leer el artículo de la Silla Vacía Los “buenos muchachos” de Vargas Lleras, para observar la doble moral de los hijos de quienes aún con sus vidas enfrentaron realmente la corrupción. Después de ver este informe periodístico existirá alguien que pueda pensar que Germán Vargas Lleras o sus capitanes Rodrigo Lara Restrepo y Carlos Fernando Galán están comprometidos con una auténtica lucha contra la corrupción. O de veras hay alguien que piense que se puede luchar por acabar la corrupción mientras el gobierno de Juan Manuel Santos reparte mermelada a diestra y siniestra para sacar adelante sus iniciativas en el parlamento.

Es que la corrupción es la fase superior de la politiquería y de la lambonería. Y ni qué hablar de los medios de comunicación que encontraron la forma de ganarse los favores del gobierno haciendo eco a sus políticas y más bien comprometidos con golpear la oposición o mejor si pueden parecer que hacen profundas denuncias cuando se trata de temas vinculados al uribismo. O acaso piensan que la corrupción sólo se presentó en los dos gobiernos anteriores y que en el actual gobierno por haberse metido a buscar la paz a toda costa desapareció esa clase política corrupta. No eran los mismos Roy Barreras los politiqueros uribistas que ahora por ser antiuribistas quedaron con cierta patente corso en los medios enmermelados. Qué clase de lucha contra la corrupción podrán ejercer quienes como premio a su lealtad con el gobierno reciben un canal de tv en contra del espíritu de la Constitución y la Ley que pretendían un canal de espacios alquilados a varios pequeños productores.

O qué mensaje se le envía al mundo desde la presidencia de un premio Nobel de Paz cuando se le entrega un canal a dos productores cercanos a la casa Gaviria y mediante audaz medida del jefe de Planeación Simón Gaviria, hijo del expresidente César Gaviria, se incluye en el Plan de Desarrollo la fórmula que favorece a sus socios políticos, Daniel Coronel, archiconocido porque su noticiero NTC se montó con dineros del Cartel de Cali por intermediación de César Villegas “El Bandi” y que además nació en los estudios de Imagen y Sonido, empresa de Pastor Perafán, quien aún paga su condena de extraditado en USA; y Yamid Amat, cuyo noticiero se constituyó con el dinero de Pepe Duver, cuestionado empresario judío, que debió pagar una multa de 20 millones de dólares a los Estados Unidos por los mismos delitos que cometió el primer extraditado colombiano, Hernán Botero, quien pagó 25 años de cárcel en ese país por haber lavado 25 millones de dólares. Cómo se puede luchar contra la corrupción desde CMI y desde Noticias Uno, si la sal se ha corrompido hasta el tuétano?