El punto 2 de los acuerdos entre las Farc y el Gobierno (que hacen parte de la Constitución y por tanto deberían entenderse como de obligatorio cumplimiento), prohíbe a cualquier ciudadano estigmatizar la movilización y la protesta social. Asumo que se creó para defender la movilización farquiana principalmente pero, qué sucede si las fuerzas conservadoras hacen uso de ella?
Ya se enseña en el diccionario de la RAE que decente es lo que se acomoda a lo justo, a lo adecuado y que corresponde al estado o a la calidad (digo yo) moral de una persona. Por su parte y para citar a un pensador liberal contemporáneo, Ronald Dworking, la moral es el vivir bien en relación con los demás.
Pues de eso se trata la marcha del sábado 1 de abril: de expresar su voz de protesta democrática, trasparente y sin el más mínimo acto de violencia, no para hacer valer intereses de gremio, de sector, de camarilla como a las que estamos acostumbrados los colombianos cuando los “indígenas” estropean una vía para alzarse con soberanas pretensiones territoriales o la de FECODE y la USO y la CUT para alzarse con dádivas, prebendas y beneficios económicos extraordinarios o, algunas células guerrilleras citadinas que con papas bombas, machetes y capuchas destrozan los pueblos y ciudades como acto “legítimo de protesta”.
En este tipo de marchas, como la del glorioso 4 de febrero de 2008 contra las FARC o, si se prefiere, como la majestuosa marcha del silencio del 7 de febrero de 1948, no se apunta a hacer prevalecer por la fuerza y la violencia el interés particular o de clase frente al general, o a ganar más plata o a alzarse con injustos privilegios, sino a limitar, en últimas, el poder del gobierno contrastándolo con el poder soberano, el del denominado pueblo.
Bastaría leer el acto legislativo 01 de 2016 para comprender que en cabeza del Presidente Santos se reúnen los poderes legislativo, ejecutivo, judicial y, lo peor, constituyente. Bastaría revisar el engendro del Fast Track y sus cosechas para saber en qué fangosos terrenos estamos caminando y bastaría examinar con algún detenimiento la conducta del gobierno para remembrar la mentira como norma de conducta de quienes desde lo alto ejercen el poder.
Yo marcharé porque considero que la mentira es lo más indecente y turbio de la acción humana. Es el combustible fundamental de la corrupción y el elemento esencial del desgobierno.
El Presidente Santos nos juró, a modo de ejemplo, que la marcha campesina no existió cuando fue la movilización de base más hermosa de los últimos tiempos; que no haría reforma tributaria y nos clavaron con 2 medievales reformas impositivas; que tendríamos “Prosperidad para todos” por cuanto no se descuidaría la economía por atender los acuerdos de Paz y la economía atraviesa el peor momento desde la época del Proceso 8.000 y se juró que en Colombia ya no hay guerra y mire…
La mentira sistemática y compulsiva es indecente ¡por eso marcharé! Marcharé con ilusión y orden para manifestarme en contra de la mentira y el desgobierno, punto.
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